El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 13 de junio de 2012

Perseguidor de Rapsodas


Censura

Resulta que un artículo escrito por un joven y talentoso estudiante de Comunicación, tuvo éxito dentro del mundo digital, fomentando el sano debate del que tanto carece nuestro país, pero desagradó a profesores de esa carrera, que pidieron fuera retirado.
La acción de censura por parte profesores de la carrera de Comunicación de la Universidad Centroamericana  en contra de un artículo publicado sobre el consumo de marihuana dentro de su recinto, lesiona la libertad de información, establecida en el artículo 66 de la Constitución Política, y demuestra el conservadurismo y la falta de interés de esos profesores por incentivar la creatividad de sus estudiantes.
Resulta que el artículo escrito por un joven y talentoso estudiante de Comunicación, tuvo éxito dentro del mundo digital, fomentando el sano debate del que tanto carece nuestro país. El artículo fue reproducido por Confidencial, obteniendo más de 20 comentarios y siendo compartido más de cien veces en redes sociales como Facebook. El artículo contaba, con un tono coloquial, el consumo cotidiano de marihuana en la UCA. Ante esto, una profesora de la carrera, reprendió al joven. El resultado: una buena historia, con fuentes citadas, que fue eliminada de los sitios porque vendía una mala cara de la UCA.
Esta entrada, por ende, no se quiere desviar entre lo mal o bien de consumir drogas o no, sino pretende hacer hincapié en el concepto de periodismo que desde hace unos pocos años se ha venido inculcando en la carrera. Un concepto florido, que no desarrolla el sentido crítico en sus estudiantes, sino una formación doble moralista y sumisa que incentiva la mediocridad.
Lo peor de este caso, es que hayan sido los propios profesores de “periodismo”, quienes arremetieran contra este trabajo. Eso es preocupante, pues se supone que son los garantes de enseñarlos el sentido inalienable de la libertad de expresión, la pasión que, se supone, los que estudiamos esta profesión deberíamos sentir.
Es penoso que en los talleres de televisión se aúpe la figura de presentador de un programa de tevé como lo máximo. O clases enteras enseñando el cómo vestir, que tal color salga con tal color. O que una nota informativa la confundan con un reportaje. Que no incentiven en los estudiantes la pasión, demostrada mil veces en el trabajo de grandes maestros de esta profesión como Kapuscinski, Jon Lee Anderson, Wallraff, que ni siquiera forman parte de ese pensum académico.
El desarrollo exponencial de las carreras de Comunicación Social en América Latina no es proporcional a su calidad, como han criticado verdaderos maestros de la profesión. Como dijo Monsiváis, hay “muchos hambrientos de triunfar en televisión o de manipular a las masas”. Y sin guías responsables, ¿para dónde vamos?
Así lo resume  el Nóbel García Márquez, uno de los grandes impulsores y mecenas del buen periodismo en América Latina, desde su Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano: “Tal vez el infortunio de las facultades de Comunicación Social es que enseñan muchas cosas útiles para el oficio, pero muy poco del oficio mismo. Claro que deben persistir en sus programas humanísticos, aunque menos ambiciosos y perentorios, para contribuir a la base cultural que los alumnos no llevan del bachillerato”.
Yo no me retractaré de esto. No lo borraré como fue obligado el artículo sobre consumo de marihuana. Discutamos, porque creo que “un periodista libre no desespera y lucha por lo que considera verdadero, como si su acción pudiera influir en los eventos”, escribió  Albert Camus en una carta censurada que data de 1939. 

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