El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

lunes, 14 de marzo de 2011

Escuela para tiranos

Douglas Farah *

El coronel Muamar el Gadafi es hoy famoso por los abusos que ha cometido con su pueblo durante más de cuatro décadas de Gobierno brutal en Libia, pero pocos recuerdan la amplia campaña de matanzas y actos terroristas que orquestó en África occidental y Europa cuando estaba en el apogeo de su poder.

Tampoco se conocen bien su reciente alianza con el venezolano Hugo Chávez ni su larga amistad con el nicaragüense Daniel Ortega, dos presidentes muy ocupados en la labor de pisotear sus respectivas constituciones y progresar hacia una dictadura. Y suele ignorarse el hecho de que estos tres gobiernos apoyan a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), un grupo terrorista que produce más de la mitad de la cocaína mundial y dos tercios de la que llega a Estados Unidos.

Ortega y Chávez son dos de los pocos dirigentes que han defendido públicamente los ataques del líder libio contra su propio pueblo y que le instan a resistir y librar una última batalla revolucionaria. En 2004, Gadafi otorgó a Chávez el Premio Internacional el Gadafi de Derechos Humanos, creado por él mismo. El líder venezolano, que, a su vez, concedió la máxima condecoración civil de Venezuela a Gadafi en 2009 y le comparó con el libertador suramericano Simón Bolívar, se ha ofrecido ahora a mediar en el conflicto libio. Hasta ahora, el único que parece haber aceptado la oferta es el propio coronel.

Los vínculos de Gadafi con varios de los regímenes y movimientos armados más represivos se establecieron en los 80, cuando estaba considerado como una de las mayores amenazas terroristas del mundo. Rebosante de dinero del petróleo, Gadafi organizó una campaña de entrenamiento para individuos que acabaron siendo los señores de la guerra más brutales de gran parte de África, un legado que dejó una región asfixiada e inestable.

El Centro Revolucionario Mundial (CRM) de Gadafi, próximo a Bengasi, se convirtió, como escribió el especialista Stephen Ellis en su libro de 2001 The Mask of Anarchy, en “el Harvard y el Yale de toda una generación de revolucionarios africanos”, entre ellos, muchos de los tiranos de más triste fama del continente. Allí, unos campamentos levantados en el desierto acogían a reclutas de distintos países que recibían formación en el uso de armas y técnicas de espionaje, con cierta dosis de adoctrinamiento ideológico basado en el Libro Verde de Gadafi. Los cursos duraban de unas semanas a más de un año, en función del nivel de especialización y el rango que tuviera cada uno.

Además de africanos, los cuadros de Gadafi entrenaron a sandinistas de Nicaragua y a miembros de otros movimientos revolucionarios latinoamericanos, y desarrollaron una sólida relación con Ortega. Posteriormente, Gadafi estableció una estrecha relación con las FARC y conoció a sus líderes en reuniones de grupos revolucionarios que se celebraban de forma periódica en Libia.

En los 80 y 90, un grupo selecto de discípulos de entre el alumnado del CRM formó una fraternidad de déspotas que decidieron apoyarse mutuamente en sus campañas sanguinarias e implacables para obtener poder y riqueza. Esa red sigue teniendo hoy una influencia considerable a través de los miembros que siguen en el poder, como Blaise Compaoré de Burkina Faso e Idriss Déby de Chad.

En Africa: Mugabe, Kabila y Campaoré

El elemento que todos estos matones tan distintos tenían en común era su actitud antiamericana, que hizo que Gadafi apoyara a otros dictadores. Su mejor aliado en el continente era el asesino Robert Mugabe, que, aunque no se entrenó en el CRM, se ha sostenido gracias a donaciones directas de Libia y envíos de petróleo subvencionado; sobre todo, envíos de crudo subvencionado por valor de cientos de millones de dólares. En los últimos tiempos, las relaciones entre los dos países son más tensas, porque Zimbabue no puede pagar el dinero que debe a Libia.

Da la impresión de que Gadafi ha sacado buena rentabilidad de sus inversiones. Después de intervenir militarmente en la República Centroafricana en 2001, el presidente al que protegía, Ange-Félix Patassé, firmó un contrato por el que daba a Libia una concesión de 99 años para explotar todos los recursos naturales del país: uranio, cobre, diamantes y oro negro. En Zimbabue, Gadafi adquirió por lo menos 20 propiedades de lujo después de acudir al rescate de Mugabe; asimismo obtuvo acciones en varias de las pocas empresas estatales que seguían siendo viables.

Pero fue en África occidental donde más se notaron los primeros efectos de la ambición de Gadafi. Liberia, el bastión de Estados Unidos en la zona durante la guerra fría, interesó de manera especial al líder libio, sobre todo después de que el presidente Ronald Reagan ordenase en 1986 un bombardeo en el que murió una de las hijas de Gadafi.

Para que le ayudase a ejecutar su venganza, Gadafi recurrió al presidente de Liberia, Charles Taylor, un criminal de guerra que hoy está sometido a juicio por crímenes contra la humanidad, incluidos el secuestro de niños para utilizarlos en combate, las violaciones sistemáticas y el asesinato de masas. Otro reclutado por Gadafi, Foday Sankoh, del Frente Unido Revolucionario (FUR) de Sierra Leona, estaría hoy presente en el mismo tribunal y por los mismos motivos si no hubiera muerto por causas naturales.

Sankoh, un cabo analfabeto, formó el FUR bajo el patrocinio de Taylor, y los dos fueron los pioneros del atroz método que les hizo famosos en los 90: la amputación de brazos y piernas de hombres, mujeres y niños como parte de una campaña de tierra quemada planeada para apoderarse de los yacimientos de diamantes de la región. Gadafi respaldó su salvajismo y se reunió a menudo con Taylor y sus más estrechos colaboradores para examinar el progreso de los conflictos y suministrarles armas. De hecho, siguió enviando armas a Taylor incluso después de que éste perdiera el poder por la fuerza, en 2003.

Otro que fue alumno del centro libio fue Laurent Kabila, cuyas fuerzas despiadadas se hicieron con el poder en la República Democrática del Congo (RDC) en 1997, tras la implosión del régimen dictatorial de Mobutu Sese Seko. Ernesto Che Guevara, el revolucionario argentinocubano, había intentado colaborar con las tropas de Kabila en los 60, pero se dio por vencido por la incompetencia del líder y la enorme corrupción que fomentaba. Las relaciones de Gadafi con el hijo de Kabila, Joseph, actual presidente de la RDC, no son tan buenas.

Compaoré, actual presidente de Burkina Faso, es otro famoso graduado del CRM. En 1987, unas tropas leales a él, en aquel tiempo capitán y ministro de la presidencia, asesinaron al presidente Thomas Sankara, que era su mejor amigo, y allanaron el camino para que se adueñara del poder. Cuando ya era presidente de Burkina Faso, un país pequeño, pobre y sin salida al mar, Compaoré apoyó con tropas y recursos la insurgencia de Taylor en Liberia y las acciones del FUR en Sierra Leona. En 2002, una investigación de Naciones Unidas llegó a la conclusión de que había contribuido de forma importante a armar al FUR y a Taylor y con ello había violado el embargo de armas impuesto por la ONU. El líder de Burkina Faso ha seguido siendo todos estos años firme aliado de Gadafi.

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