El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Nuestro soldado desconocido

por Orlando Ortega


Al bajar por la carretera sur hacia el centro de Managua, prácticamente donde en un tiempo comenzaba la ciudad capital, se puede ver a mano derecha la figura en bronce de un joven soldado que en posición de preparación para disparar, con su mano derecha señala hacia el norte y en su mano izquierda sostiene un rifle Mauser. Debajo de su sombrero de palma con el ala levantada hacia atrás, se puede observar una mirada firme, determinada, desafiante. Sin embargo, una mañana de marzo de 1907, esos mismos ojos, desorbitados, miraban la forma en que inexorablemente se acercaba la muerte. Su cuerpo convulsionaba y en la parte derecha de su pecho, la sangre salía a borbotones, en donde el proyectil enemigo había impactado. Junto a él, su compañero de campaña, tomando fuertemente su mano, trataba de infundirle ánimo, aunque sabía que todo estaba perdido. El joven que a duras penas alcanzaba los catorce años llamaba incesantemente a su madre, hasta que su corazón sucumbió y dejó de latir. De esa manera murió Ramón Montoya Acevedo, quien por mucho tiempo se conoció en Nicaragua como el Niño Héroe.
Tan sólo unos meses antes, Ramón, hijo de don Francisco Montoya y doña Francisca Acevedo, se había enlistado en el ejército. Su familia había llegado de León de donde era originaria para establecerse en Managua, en donde don Francisco trabajaba como músico de la Banda de los Supremos Poderes. Vivían en el Barrio El Nisperal, muy cerca de la costa del lago.
En esa época, el liberalismo había subido al poder con don José Santos Zelaya y en enero de 1907, el ejército de Honduras atacó a mansalva a la patrulla del puesto fronterizo Los Calpules en Chinandega, cerca de lo que hoy se conoce como El Guasaule. La primera reacción de Nicaragua fue acudir a la vía diplomática, sin embargo, durante las negociaciones, el ejército hondureño atacó el poblado fronterizo de Tapacales, Nueva Segovia, en febrero de ese mismo año. Lo soldados nicaragüenses que se mantenían en alerta, repelieron la agresión de los hondureños que en esa ocasión estaban dirigidos por el General Emiliano Chamorro Vargas, nicaragüense y conservador quien se había pasado a pelear al lado hondureño.
El General José Santos Zelaya preparó tres columnas para atacar a Honduras, atendiendo el llamado el joven Ramón Montoya Acevedo quien de manera voluntaria se integró al ejército. Las tres columnas lograron penetrar a Honduras, en donde se enfrentaron a los ejércitos de Honduras y de El Salvador que se le había unido al primero. Ahí se dio la célebre batalla de Namasigüe, comarca hondureña localizada muy cerca de Choluteca. En esa batalla fue donde cayó fulminado de un disparo el joven Montoya. Al final, la batalla fue ganada por el ejército nicaragüense y obligó al ejército hondureño a retirarse hacia Tegucigalpa, sin embargo en Tamaíta, antes de llegar a esa capital, el ejército nicaragüense doblegó a los hondureños, obligándolos a rendirse.
Varios días después, un delegado de don José Dolores Gámez, Ministro de Gobierno, llegaba a la humilde morada de la familia Montoya con la fatídica noticia de la muerte de Ramón. La desconsolada familia, en su dolor, ni siquiera alcanzó a comprender la promesa que el propio Presidente de la República había hecho de que haría un monumento en honor al heroísmo de Ramón Montoya.
El Ministro Gámez fue el encargado de hacer efectiva aquella promesa del Presidente de plasmar la gesta heroica de Montoya en una estatua conmemorativa. Para este efecto, contrató a la marmolería de los italianos Luisi y Ferracutti para que diseñaran y ejecutaran el proyecto respectivo, que en aquel tiempo alcanzó un costo de 2,500 pesos oro.
En enero de 1909, have exactamente cien años, el monumento se instaló en el Parque Central de Managua y comprendía la estatua del joven Montoya en bronce y un monumento en mármol blanco de Carrara (según los italianos), con la figura alegórica de la Patria con el gorro frigio, apoyando su brazo derecho el escudo de armas y en el izquierdo una corona de laureles, en actitud de desolación.
Muy poco tiempo después de haberse inaugurado el monumento a Montoya, José Santos Zelaya cayó del poder, asumiéndolo los conservadores, quienes al igual que siempre en Nicaragua, se dedicaron a borrar cualquier indicio de lo que los liberales habían logrado en el período en que estuvieron en el poder. De esta forma, en 1912 promulgaron una ley que prohibía la erección o conservación en parques o lugares públicos de monumentos u obras que tendieran a perpetuar recuerdos de guerras centroamericanas. Más tardó en publicarse esa ley, que la estatua de Montoya en ser desmantelada y arrinconada en una bodega del Palacio Nacional. Luego, a un ilustre conservador se le ocurrió que podría ser un generoso regalo para la Catedral de Granada, para que se fundiera y se fabricara con ella una campana. Ya estaba la estatua de Montoya en poder del obispo de Granada, cuando un ciudadano de apellido Cuadra, consideró que sería un desperdicio que tan bella estatua fuera fundida para convertirse en campana. Le ofreció al obispo la cantidad de 250 dólares americanos por la estatua y éste ni corto ni perezoso prefirió el oro físico al bronce.
A finales de los años veinte, los liberales recuperaron el poder y se dedicaron a rescatar todo lo que los conservadores habían desmantelado y entre la gran lista se encontraba la estatua de Montoya, misma que fue recuperada, no se sabe si se indemnizó al Sr. Cuadra por los US$250; el caso es que por un buen rato anduvo deambulando la estatua separada el monumento de mármol por todo el Parque Central.
A mediados de los años cuarenta don Andrés Murillo fue designado Ministro del Distrito Nacional, cargo equivalente al actual alcalde, salvo que en aquel tiempo era designado directamente por el Presidente de la República; bueno, al final de cuentas parece que ahora también. Da la casualidad que don Andrés había peleado con el ejército nicaragüense en la batalla de Namasigüe y había sido testigo de la muerte de Ramón Montoya. Con el propósito de exaltar el heroísmo del ejército nicaragüense y en particular la figura de Montoya, inició un proyecto que comprendía la ampliación y pavimentación de una avenida que iniciaba en el arranque de la Carretera Sur , pasaba por donde se ubicaba El Arbolito y llegaba hasta las cercanías del lago de Managua. A esa avenida se le bautizó con el nombre de Avenida del Ejército y en su intersección con la carretera sur se colocó el monumento a Montoya. Dicen que Murillo mandó a traer desde El Castillo en el Río San Juan, uno de los cañones que le sirvieron a Rafael Herrera para defenderse de los filibusteros y lo colocó al pie del monumento.
En los años cincuenta, la entrada a Managua para los viajeros del sur pasaba invariablemente por la estatua de Montoya y cada vez que yo venía a la capital mi abuelo o mi padre me señalaban la estatua de Montoya para que viera al joven Montoya y el cañoncito resguardando el monumento. A finales de los años cincuenta, el sector de Montoya se había embellecido, pues al norte iniciaba la exclusiva Colonia Mántica y en el costado este, después de la gasolinera Esso , esta familia había construido un supermercado. Con el ingenio del arquitecto constructor, se aprovechó un abrupto terreno de escasa anchura en donde el supermercado en diversos niveles, aprovechó al máximo el pequeño espacio. En la esquina noroeste, estaba una cafetería llamada El buen tono, la cual no hay que confundir con la del mismo nombre que estaba ubicada en la Avenida Roosevelt. En esa cafetería estaba también la parada de los taxis interlocales que salían a Carazo. Ya en los sesentas, se construyó el edificio de la compañía I.B .M. de varias plantas en la esquina sureste de la estatua.
Para el terremoto de 1972, como reza el dicho: Unos a la bulla y otros a la cabuya, y esta vez a un alto funcionario del gobierno de ese entonces se le hizo fácil y mandó a quitar la estatua de Montoya y se la llevó para su casa. Semanas más tarde, durante una reunión del Comité de Emergencia, órgano que utilizó Somoza para apropiarse del poder, le dio una brutal reprimenda al funcionario que se había afanado la estatua y lo obligó a colocarla en su sitio.
En la actualidad, Montoya continua, a pesar del deterioro y olvido de sus conciudadanos, en su mismo sitio. Los alrededores ya no son tan primorosos como lo fueron algún tiempo. El supermercado fue destruido totalmente por el sismo del 72 y en su lugar sólo quedó un barranco que se asemeja a un filo de una favela brasileña. En el lugar del Buen Tono está la sala de exhibición de unos automóviles chinos. La Colonia Mántica ha sido absorbida poco a poco por el Hospital Salud Integral. El edificio de la I.B.M. pareciera un reducto draculesco y enfrente, la esquina en donde las Camas Lunas emigraron desde la Avenida Bolívar por el terremoto del 72, luce desolada pues la empresa acaba de declararse en quiebra. Sin embargo, Ramón Montoya con su mirada firme continúa señalando con determinación hacia el norte, sin percatarse en su ingenuidad, que el verdadero enemigo está precisamente en el sur.
A pesar de que muchos nicaragüenses conocen al monumento de Montoya, muy pocos saben en realidad quien fue este muchacho y por qué le erigieron un monumento. Ya son menos los que utilizan el dicho que se hizo famoso en un tiempo en Managua: Primero dispara Montoya para señalar a una persona agarrada, tacaña o pinche que antes de que invite a algo, podría arrancarse un disparo a la estatua de bronce.

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