El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

domingo, 20 de marzo de 2011

IBA DESNUDO

En cierta ciudad de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía un hombre con buen olor de santidad, así decían los hombres, ¡Dios qué habría! Este hombre tenía en su casa doce huerfanitos en memoria de los doce apóstoles, así decía él. Los huerfanitos trabajaban, en aquella casa, doce voces más de lo que debe de trabajar un niño. Viéndolos trabajar, yo pensaba en doce vacas que se ordan y en doce limones que se exprimen.

Nuestros huerfanitos no sabían como suenan, en los oídos, las palabras blandas, de las cuales se ha dicho, dulces como la miel, quiero decir que nuestro santo de mentira hablaba por pura casualidad, no porque perfectamente hubiera podido ladrar, ¡qué digo! ladraba y era un lobo entre los lobos. Tampoco sabían nuestros huerfanitos, cómo se quiebran las miradas cariñosas en nuestros ojos que son unos divinos espejos.

Nuestros huerfanitos eran tratados mal, maltratados, y viéndolos trabajar yo pensaba en doce arbolitos de hule. El hule, viéndose mal ferido suelta su tesoro.

El padre de aquellos doce niños, así decían los hombres, dormía como un príncipe, y supo qué era frío, en los libros; los doce niños que dormían, como en la venta don Quijote, en estrechos, apocados y fementidos lechos, sabían con una ciencia exacta, cómo baja la temperatura en las madrugadas de Febrero-y sin embargo, «quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija». ¿Pero dónde estarán los árboles buenos?

Nuestro santo de mentira y los doce niños, el uno y los otros comían ciertamente, aunque los banquetes y el yantar apenas para no morirse de hambre sean cosas tan diferentes, que nunca se hubiera podido hacer de aquellas dos una sola mesa a la que se sentara Cristo. El pobre Lázaro desea las migajas que caen de la mesa del rico avariento. ¿Quién y cómo será ese otro pésimo que está sentado a la mesa del rico avariento? También donde mal comían aquellos niños estaba Uno, no sentado, porque en aquella casa, para los huerfanitos, no había mesa.

El padre de aquellos niños andaba siempre vestido, así decían los hombres, más todavía, revestido. Llevaba todo género de cintas, y di- visas, hábitos y cordones de cuantas congregaciones religiosas habidas y por haber desfilan en las grandes procesiones humanas; pero le hacía falta la cinta azul, la divisa morada, el hábito blanco y el cordón rojo de la Orden de Nuestro Señor Jesucristo. Debajo, pues, de todas aquellas vestiduras, iba desnudo.


Nota:

Artículo para nuestra sección dominical IGLESIA VIVA. Tomado de "El Libro de las Palabras Evangelizadas", del poeta y sacerdote Azarías.H.Pallais

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