El asesino va con la cruz a cuestas ¡y qué cruz!
Cuando él le mató estaba toda la selva en un silencio de muerte. Por detrás del tronco de árbol, una mano salva y se oyó el ruido profano de una bala que pasa,-era sin embargo aquella una bala que no pasa.-Y alguien cayó mudo para siempre y desde que aquél enmudeció, Otro habla con una voz que no puede decirse…
El asesino no fue castigado, porque la justicia de los hombres es injusta y sólo sirve para morder a los pobres y perseguir a los que no piensan como piensan los que mandan. Y algunos años más tarde el asesino se había hecho muy rico y era persona muy principal y se sentaba en junta de notables y entraba y salía con los banqueros y ministros. Sin embargo, en los ojos del asesino que eran sus verdaderos espejos, podía verse una mancha apenas perceptible, un no sé qué... Este hombre iba con la cruz cuestas ¡y qué cruz!, como en una de las tradiciones peruanas de Ricardo Palma, alguien había hecho una costura espantosa: sobre las espaldas del matador iba cosido el cadáver de la víctima.
Pobre hombre que vas por el camino bajo el peso de una carga enorme, el único Inocente que subió al Calvario agobiado bajo el peso de la cruz dijo para ti: «Venid a Mí, todos los que váis por el camino bajo el peso de una carga enorme: Yo os aliviaré: mi yugo es suave y mi carga ligera».
Nota:
Artículo para nuestra sección dominical IGLESIA VIVA. Tomado de "El Libro de las Palabras Evangelizadas", del poeta y sacerdote Azarías.H.Pallais
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