El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 1 de marzo de 2011

Nuevo perfil político; ¿también un no a viejas máscaras?

Onofre Guevara López

El penoso, rutinario y, por ende, lento crecimiento político de los partidos, da la impresión de su estancamiento y hasta de su retroceso –cosas dialécticamente dudosas—, aunque no dejan de parecer estancados y en marcha hacia atrás. Esto se deba a sus largos períodos cometiendo las los mismos abusos y mismas maniobras, más los inacabables turnos de los líderes en los mandos partidarios. Todo un esquema para la incubación y la degeneración de sus liderazgos en el caudillaje.

Con ligeras variantes, así ha sido el proceso y la conversión de los partidos políticos en sectas intolerantes con la renovación y desarrollo de nuevos cuadros políticos con cualidades para el crecimiento lógico dentro de los liderazgos partidarios. En vez de permitir el ritmo natural de crecimiento, los cuadros que vienen detrás de los líderes-caudillos no ascienden, si no es convirtiéndose en sus protegidos o “delfines”, cuyos méritos se valoran según la lealtad o el servilismo que practican ante sus jefes.

De ahí, que los líderes segundones sean elegibles por los caudillos para los cargos de diputados, ministros, magistrados o sombras de sus jefes en los partidos, y de quienes reciben desde prebendas hasta humillaciones. De esta forma, los partidos frenan su propia evolución, y terminan siendo meras bandas políticas, practicantes de cualquier fechoría que sus caudillos inventen. De las afinidades originales que los unen, pasan al compadrazgo y a la condición de socios comerciales de sus empresas políticas en que han degenerado los partidos. Entre compadrazgo y nepotismo, no hay distancia.

Ese es el perfil de los partidos políticos tradicionales, entre los cuales el partido orteguista ha venido a ocupar el viejo lugar de los conservadores, para renovar el paralelismo político con los liberales de Arnoldo Alemán. El cambió, ha sido de actores y de posición: antes fueron los liberales los que llevaban la batuta en los pactos y los conservadores los zancudos; ahora, los zancudos son los liberales.

Después del corto lapso del triunfo revolucionario de 1979, oportunidad perdida para darle un nuevo curso a nuestra historia, se originó un proceso político donde hay de todo. Se desempolvaron viejos esquemas de poder, pactos y traiciones, y la metamorfosis de una parte del liderazgo sandinista de los últimos veinte años. Ahora, algo nuevo apunta en el horizonte político nicaragüense.

Una alianza de fuerzas políticas disímiles en lo ideológico, pero sin caer en los esquemas de derecha e izquierda, sino, digamos, entre de puntos de vistas de dos extremos que convergen en un área –históricamente despoblada en un proceso electoral—, cual es la defensa de los intereses nacionales, por el respeto a la institucionalidad, en lucha contra una reelección fuera de y en contra de la ley (decisión ratificada por el mitin orteguista del fin de semana). Por primera vez, y tras esos objetivos extra electoreros, se unen diferentes expresiones democráticas de la disidencia liberal, de donde procede el precandidato Fabio Gadea Mantilla, con una expresión sandinista democrática, con Edmundo Jarquín, como precandidato a la vicepresidencia, y otros sectores representativos de ideas socialcristianas, liberales independientes, etcétera.

Descontamos, por lógica y objetividad, los ataques en su contra de parte del orteguismo responsable de la frenética envestida contra la Constitución, y del arnoldismo –su aliado— en su papel asignado por el socio en el pacto como elemento divisor y su sombra electoral. También habrá objeciones desde uno y otro lado de insatisfechos de entre las mismas fuerzas convergentes. Es natural, no se trata de la unidad, sino de una alianza tras el objetivo común: el fin del reeleccionismo de personas y sistemas políticos.

Se le va a cuestionar, que los de la UNE están haciendo omisión de la ausencia de condiciones legales para unas elecciones transparentes, creíbles y honestas, por la persistencia oficial de no cambiar el personal corrupto CSE de facto. Participar en unas elecciones, que además de haber actitudes oficiales prefraulentas y frente a un candidato ilegal, será su lado débil; su difícil obstáculo a superar. Serán muchas las objeciones, algunas válidas y otras no.

Se puede tener una visión optimista o pesimista de esta nueva experiencia (ante la cual el comentarista es sólo un observador); y hay muchos con sus esquemas ideológicos listos para hacer su ejercicio crítico contra esta alianza. Lo que no se le podrá negar, es el perfil nuevo y su papel de pionera en dejar de lado en los últimos veinte años las alianzas políticas entre sectas partidarias corruptas. Es germen de un movimiento político electoral al margen de las fuerzas que han impuesto su impronta de corrupción y deslealtades. Es la única alianza orientada a la lucha por el poder con un lema y una acción contra la ilegal pretensión de Daniel Ortega, contra la corrupción y por la constitucionalidad. A esta alianza seguramente la merodean oportunistas y aventureros, pues en política no hay pureza total, ni es sensato ignorarlo y sería fatal que sus líderes no se pusieran en alerta ante el fenómeno.

Los partidarios de esta UNE, actuales y futuros, quizás esperen ver que a la lucha contra la corrupción se le adose el objetivo fundamental de no dejar impune a ningún corrupto, porque la impunidad de unos y de otros gobernantes ha sido la base sobre la cual han venido robando al Estado en forma sucesiva. Sin levantar esa bandera contra la impunidad de los corruptos, que sería también su aporte a este nuevo tipo de alianza, ésta no podría ser una opción diferente. Y tendrá la ventaja de que los partidos orteguista y arnoldista, están moralmente inhibidos de luchar contra la corrupción, porque ellos son impulsores y símbolos de la misma.

Si esta alianza pretende ser en todo sentido algo diferente a las otras viejas y agotadas propuestas electorales, también deberá asumir la fusión en la práctica de los programas sociales con el rescate a los derechos democráticos. Deberá romper el esquema neoliberal de los gobiernos preocupados en estímulos la macro economía, para garantizar la protección a los grandes capitales, mientras descuidan las necesidades de los trabajadores, los campesinos y los sectores populares urbanos. Igual deberá diferenciarse del neoliberalismo orteguista, cuyo gobierno se preocupa de la macro economía, porque sus personeros se enriquecen junto a los capitalistas tradicionales y hace demagogia y proselitismo con los programas sociales.

Aunque un gobierno de la UNE pudiera cumplir algo, parte o todo sus propósitos –hasta ahora sólo enunciados en la oratoria y no en un programa—, no deberá verse como un punto de retorno a los gastados, abusivos e ineficaces modelos de los gobiernos anteriores, ni del actual, pero tampoco un iluso punto de partida hacia el socialismo. Pretender optar por uno de ambos estilos de gobierno, sería engañar al pueblo. La historia reclama democracia con justicia social, no libertades democráticas sin justicia social ni demagogia social con represión anti democrática.

No hay comentarios:

Publicar un comentario