El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 8 de marzo de 2011

El mundo monocolor de los sectarios

Onofre Guevara López

Los movimientos de los pueblos tunecino y egipcio –en menor medida los otros dos países del magreb, Argelia y Marruecos, y ahora de Libia norafricana—, que están sacudiendo a las dictaduras monárquicas corruptas, no tienen estructuras partidarias como guías ni levantan estandartes ideológicos. Ninguno se identifica con ninguna de las tantas versiones que del “socialismo” se han venido haciendo, después de la caída del sistema socialista del este europeo. Esta característica pudiera ser su seguro para no contaminarse de sectarismo, pero talvez no para evitar su manipulación por las potencias capitalistas.

Ya lo están tratando de hacer. Y en ello se perciben al menos dos peligros: la continuidad del histórico tutelaje extranjero, aliado con gobiernos corruptos, y su degeneración en movimientos religiosos fundamentalistas. Hasta ahora, a pocas semanas de su triunfo, no hay en Túnez ni en Egipto estabilidad ni los nuevos gobiernos han canalizado las reformas democráticas demandadas. En ambos países, en los gobiernos aún hay cómplices de los sátrapas derrocados. Tampoco los movimientos se han definido orgánica ni ideológicamente, sólo tremolan demandas de justicia y libertad.

El peligro de su estancamiento o, de su desviación, es latente. Los organismos internacionales están determinando medidas con ayuda humanitaria, con pretensiones no muy santas. En tal situación, los peligros se les vuelven más complejos a esos pueblos. Y en el resto del mundo, afloran febriles apreciaciones en varios y encontrados sentidos en blanco o en negro, sin matices, sólo en las palabras con la cuales analizan el fenómeno.

Los comentaristas de la prensa llamada democrática, no ven ningún matiz que diferencie a Libia de Cuba, por ejemplo. Les parece igual el ropaje “socialista” de la primera y el socialismo de la segunda, al margen de las diferencias históricas, políticas y culturales de ambos países. Tabla rasa y un solo color. En los puntos de vistas, de uno y otro lado, las consignas pesan más que la historia. Sus juicios obedecen a la parcialidad no a la ignorancia. No ven que océanos ideológicos, históricos y económicos, más extensos que los físicos que dividen los continentes, separan el origen de la revolución cubana del origen del movimiento que le sirvió a Kadhafi para ascender al poder.

Los “revolucionarios” tampoco ven las relaciones de Kadhafi con las potencias capitalistas, sus concesiones políticas y los tipos de negocios que ha hecho con ellas después de haber solventado el conflicto creado por el derribo que hizo del avión de la Panamerican, y el asesinato de su hija adoptiva por los bombardeos gringos.

Ni las lentes “demócratas” ni las “revolucionarias” alcanzan ver que esa política de Libia no tiene un ápice en común con los doscientos años de las aspiraciones de dominio de los Estados Unidos sobre la isla de Cuba, para lo cual no ha escatimado invasiones, guerras químicas, sabotajes a la economía, terrorismo contra el pueblo y el ya medio centenario bloqueo comercial.

Tampoco alcanzan a ver las causas por las cuales en Cuba, después de cincuenta años de intentos estadounidenses por sublevar al pueblo contra la revolución, sólo han logrado lanzar a las calles a unas decenas de señoras reclamando respeto a los derechos humanos de sus maridos, y que la prensa de los Estados Unidos reflejan como acciones populares contra de la revolución. Estimuladas desde su Oficina de Intereses en La Habana, esas damas se lanzaron a las calles en favor de la libertad de sus maridos, que con justicia o sin ella, estaban cumpliendo largas condenas. La intolerancia del gobierno cubano las hizo víctimas de la represión –la cual ya cesó—, pero ellas siguen su actividad sin conseguir eco importante en el pueblo cubano, en tanto sus padrinos no cesan su descomunal proyección internacional.

Girando la lente hacia Libia, “demócratas” y “revolucionarios” podrían comparar lo relativamente fácil que ha sido la reacción del pueblo contra Kadhafi, retándolo y amenazando derrocarlo junto a su Yamahiría, apenas semanas de distancia de los sucesos de Túnez y Egipto. Mientras en Cuba, Estados Unidos no ha podido lograr nada similar en cincuenta años de estarlo intentando. Pero no lo hacen, el sectarismo de ambos se los impide.

Los “revolucionarios” siguen diciendo con su visión esquemática, que lo de Libia es obra de la intervención extranjera tras el petróleo ¡vaya novedad!, y se niegan a ver las causas internas de la rebelión popular. No ven que Kadhafi les presta las condiciones para su intervención con sus aberrantes formas de gobernar. Por el otro lado, seguimos viendo cómo los señores “demócratas”, siguen metiendo en sus análisis a Cuba y a Libia en el mismo saco. ¡Esquema, para qué te quiero!

Anteojos monocolor también usan los gobernantes de Cuba y Venezuela –sólo para no extender la lista—, y cuando los viran hacia Nicaragua, sólo les aparece un Daniel Ortega, “asediado por la conspiración imperialista y la extrema derecha.” No descubren el asedio, asalto y robo que él y sus secuaces han montado contra el patrimonio nacional, ni la violación a la máxima ley de la república, nuestra Constitución Política, lo cual es causa esencial que mueve a la oposición contra su reelección ilegal.

Aquí, en el patio, sería necesario usar las lentes oscuras, para no ver la injerencia del embajador estadounidense, Robert Callahan, cuando habla sobre la necesidad de la observación electoral y señala la violación constitucional de Ortega al erigirse en candidato presidencial sin ningún derecho. Pero resulta, que el señor Callahan no dice ninguna mentira. Todo es verdad. Entonces, para condenar esa injerencia, habría que tomar la actitud de la mujer sumisa agredida por su macho: “si me pega, es porque me quiere, y además, es mi marido, y nadie tiene que meterse”. Antes de condenar la intervención de algún vecino a favor de la agredida, hay que condenar primero al macho agresor.

El símil, aunque imaginario, no está lejos de la realidad ni del criterio de los orteguistas: condenan la injerencia y apoyan al violador. Y mientras tanto, siguen fingiendo ignorancia –a la vez justificando— lo que el señor Ortega hace contra las leyes y la Constitución para satisfacer sus apetitos de poder y riqueza.

Así es el orteguismo. Actúa como una maquinaria disciplinada, desalmada e inmoral, conforme la bárbara idea de Tomás Borge, de que darle continuidad a una supuesta revolución es más importante que todo el orden constitucional del país. Las lentes del orteguismo, tienen la facultad de impedir la lectura de las pruebas de la corrupción en el CSE –sólo una pequeña muestra—, y por ello, optan por un silencio aprobatorio.

No hay duda, vivimos en el mundo monocolor de los sectarios.

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