El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 22 de mayo de 2012

Política, transparencia y ética


Onofre Guevara López 

La proximidad de la farsa electoral municipal actualiza los reclamos de unidad a la oposición, pero casi nunca se escucha un reclamo por la transparencia y la ética en las actividades políticas de los partidos. Al parecer, no se le concede importancia a la ética ni a la transparencia en los partidos, pero sin ellas de nada sirve la unidad.
Tener fundamentos políticos-ideológicos no es contrario a la ética, no se excluyen si no se complementan con la actividad de los partidos y las personas. Sin ética en la conducta, el mejor ideólogo solo es, por lo menos, un charlatán oportunista.
El partido en el poder atropella Constitución y leyes con su unidad, porque no practica transparencia ni ética, ni le son necesarias para imponer su esquema electoral fraudulento. A los mini- partidos “unidos” al orteguismo, la ética y la transparencia les importan menos, pues solo buscan prebendas por su colaboración en la farsa. Para ciertos líderes opositores, la ética y la transparencia les están estorbando para olvidar la corrupción del sistema electoral, porque quieren entrar en la farsa. Argumentan que es para “no perder espacios”, y que el pueblo no pelea ni por su comida, menos por cuestiones jurídicas.
Además de unidad, les falta transparencia y ética, mienten a sus partidarios y se complican con las trampas del poder. Está claro: la ausencia de ética y trasparencia partidista causa traiciones a los intereses del pueblo, al cual, en el colmo del cinismo, le culpan de pasividad y tolerancia ante la situación.
No es el pueblo el que ha renunciado a la lucha, son los líderes quienes no desean acompañarlo ni tienen capacidad para conducirlo. Los pocos cambios habidos en nuestra historia, son resultados de la participación popular en las acciones políticas y revolucionarias, de cuyos resultados terminan viviendo los líderes.
La responsabilidad de lo que ocurre es de los líderes, quienes sin transparencia ni ética ejecutan sus políticas y la administración de los bienes partidarios y públicos. Solo las bases, cuando logran liberarse de los engaños de los políticos, pueden hacerlos cumplir con la transparencia en la relación dirigencia-bases y cobrarles sus faltas de ética.
La conducta ética de los dirigentes y su transparencia en el cumplimiento de las leyes nacionales y las propias –programas, estatutos y acuerdos—, son iguales de importantes en la vida de los partidos como la buena orientación política-ideológica. Practicar estos tres factores hace la garantía de que los líderes sabrán actuar con honradez a lo interno y de cara a la sociedad. Sobre todo, de que no quedarán impunes las actitudes indebidas ni las cosas mal habidas.
El problema nace de ignorar la relación entre ética, política y transparencia, y por ello, se piensa que a un partido le basta blandir fundamentos ideológicos científicos para ser revolucionario. Y para otros, basta que un partido se identifique con la cultura “occidental y cristiana” para adquirir fundamentos democráticos. Ver las cosas de esta forma, es mero espejismo político.
Al mismo tiempo, debemos admitir que no puede existir absoluta transparencia en ningún partido político, sino solo relativa. ¿Por qué? Porque la lucha por el poder, que es su razón vital, no es un juego entre inocentes, sino una lucha sin tregua entre intereses individuales y colectivos. Eso les hace necesario reservar información sobre decisiones tácticas, porque de ser conocidas por sus adversarios les dejaría expuestos a sus maniobras. Pero eso no excluye sus deberes y obligaciones con su militancia y con el pueblo, las que siempre debería manejar con un máximo de transparencia.
Pero en esas situaciones donde, por seguridad, no puede funcionar la transparencia cabalmente, es donde nacen peligros: pueden incubar traición, oportunismo y desviaciones. Y solo con transparencia y ética esos peligros pueden evadirse y conjurarse.
No todos los partidos son susceptibles de transformación democrática, porque sus dirigentes no son electos por las bases, sino desde y por cúpulas con poder social, económico y político. A esos, la transparencia le es ajena por una cuestión básica: no les conviene transparentar sus verdaderos objetivos ante sus bases ni ante el pueblo, para no perder su confianza. Eso partidos son clubes de propiedad privada (FSLN, PLC y Vamos con Eduardo, son los más notorios).
Los partidos opositores tienen un dilema: no participar en la farsa electoral y trabajar para fortalecerse, o participar en ella como fuere. La primera decisión implica reorganizarse a largo plazo; la segunda, sería fácil, pues solo es ir por las prebendas. Pero irían sin unidad, sin transparencia ni ética. Y sin merecer acompañamiento popular.

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