El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 20 de julio de 2010

Sandinismo y orteguismo, no se complementan

Onofre Guevara López

En artículo anterior, expresé la idea de que el “orteguismo desde su llegada al poder, aparece empeñado en darse una continuidad, pero no como corriente política en sí, lo que sería lógico, pues para hacerse del poder nacen los partidos políticos, sino que se trata de un continuismo personal (…), individualizado en su caudillo, el cual –sin detenernos en los tortuosos caminos que ha tenido que recorrer para enquistarse como tal—, no admite ni cede espacio a nadie que pretenda disputarle la representación oficial, porque la considera de su exclusiva propiedad”. Esta idea la asumo de nuevo, pero la ampliaré para tratar de justificar su validez.

A la cúpula orteguista no le interesa que se piense en esa dualidad a lo interno de su grupo político, hace como si no existiera, y nunca la admitirá públicamente. Porque de admitirla, le causaría obvias inconveniencias personales a los miembros de su camarilla, entre ellas, les haría más difícil y hasta les podría impedir mantener cohesionada a la base en torno a la candidatura de Ortega. Esto sería así, porque, al aparecer con su ambición personal descarnada, sin el ropaje de la “causa sandinista” que aún anima a la mayoría de su base, ésta se vería obligada pensar en la alternativa de seguir apoyando una ambición individualista –sirviendo como un simple instrumento—, o decidirse a rescatar su ideal sandinista original, y con ello su dignidad personal y colectiva.

Otra máscara que se le caería a la cúpula orteguista, sería la de partido revolucionario, como aún identifican al “Frente Sandinista”, y aparecería tal cual: un partido electorero con la finalidad de conservar el poder para beneficios personales. Esa es la causa por la cual la base popular orteguista ha sido sometida a un proceso de desclasamiento en su conciencia, a la práctica del culto a la personalidad de Daniel Ortega, y de sometimiento a sus caprichos. Con ello han logrado transformar poco a poco la mentalidad de muchos de sus miembros, a quienes han hecho perder su capacidad de iniciativa, les han creado una conducta prebendaria, los han enajenado del análisis de la situación política y vueltos proclives a la reacción violenta contra cualquiera que, apenas le contradice su mecánica forma de pensar, de inmediato lo considera su enemigo mortal.

En individuos así, sin libertad de opinión y sin capacidad ni voluntad de rescatar ese derecho, comienza a experimentar el descenso de su nivel ideológico, lo cual les hace más fácil su conversión en un fanático adorador del caudillo en que se ha convertido su secretario general y candidato vitalicio, y ahora presidente de la república. Esos ciudadanos, reaccionan ante toda crítica y todo acto de oposición, excitados por cualquiera de las simples consignas con las cuales son arengados en todo momento por la radio y la televisión oficialistas, o directamente por los discursos de cualquier acto oficial. A esta forma tradicional de manipulación política, el orteguismo le suma otra más que tradicional, reaccionaria, como es la manipulación religiosa, con lo cual sólo intentan formar o deformar gente fanatizada.

Para caer en tan indigna condición, no vale nivel académico ni de educación formal. Un abogado y funcionario estatal orteguista –pero aún mi amigo— me comunicó su decisión de acatar la orden de no leer ningún periódico independiente, ¡porque sólo son críticas e ignoran las “obras buenas del gobierno”! Él es receptivo –como un tonto iletrado cualquiera— a la orden de la cúpula de no “creerle” ni comprar los diarios independientes.

Deformaciones de esta clase, convierte a los individuos en instrumentos ideales para la manipulación política y de cualquier otro tipo. Pero aún no son la mayoría dentro del orteguismo. Este hecho recomienda no generalizar cuando se hace referencia a esta corriente política, porque es de suponer que aún son susceptibles de interesarse por hacer una meditación que les ayude a observar críticamente la situación real de lo que llaman “el partido”.

He ahí el porqué conviene hacer la distinción entre el derecho de su corriente política de aspirar a continuar controlando el poder político –como cualquiera otra corriente— y la ambición individualista, familiar y de camarilla que estimula la reelección de Daniel Ortega, y coarta sus derechos a los demás. Les sería fácil, además, encontrar la sinrazón de que su organización, pretendidamente revolucionaria, haya reducido a cero la capacidad de producir cuadros políticos lúcidos y honestos que lo representen dignamente en una justa electoral.

Serán, quizás, sólo los adversarios ideológicos “estructurales” del sandinismo, quienes no encuentran positivo separarlo del orteguismo y hacer las distinciones necesarias, con un punto de vista político inteligente, o no fanatizado. No lo decimos, porque creamos que ser de derechas es no ser inteligente, sino en el sentido de que al país no le conviene el sectarismo, y porque se pudiera creer que hacer del sandinismo y del orteguismo un mismo blanco de las críticas conviene a sus intereses políticos. Aún se observa más el uso del adjetivo “sandinista” que el orteguista en algunos medios de comunicación, a la corriente política en que descansa la campaña reeleccionista de Daniel Ortera.

Reconocemos que, muchas veces, esta insistencia en confundir sandinismo con orteguismo obedece más a la costumbre que a una premeditada intención política, aunque tampoco se descarta que sea una costumbre no tan inocente. Lo que importa es que al pueblo nicaragüense, al margen de militancias y preferencias políticas, le interesa diferenciar los matices entre sandinismo y orteguismo, porque, además de que no son la misma cosa, le hace el favor a éste mantener la confusión, dado que de ello depende la cohesión de su grupo para el éxito de sus propósitos autoritarios. Y la base del orteguismo no es su enemiga, sino una víctima más de la cúpula, quizás la más vulnerable, porque no tiene conciencia de su real situación.

Una orientación justa en torno a la diferenciación de orteguismo y sandinismo, ayudaría a mejorar la ubicación real de las fuerzas políticas actuantes en la política nacional. Le ayudaría a la base honesta del orteguismo a definir mejor la contradicción entre éste y el sandinismo, lo que contribuiría a que busque cómo adoptar una posición política correcta. Le ayudaría a tener una visión más limpia de lo que es el gobierno orteguista y su divorcio de la esencia del sandinismo.

En fin, le ayudaría a todo buen nicaragüense a tomar conciencia de que la lucha por las libertades públicas y los derechos democráticos no es contra los herederos del patriotismo de Sandino, sino contra los usurpadores de su herencia patriótica. Los intereses de Nicaragua, recomiendan tener flexibilidad política y en el lenguaje.

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