El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

lunes, 26 de julio de 2010

LA MANO DEL SANTO

San Juan Bosco, el santo de Turín, nos visita. Su efigie, trabajada en cera está con nosotros en su recorrido por el mundo, en preparación y conmemoración de los 200 años de su nacimiento. Me viene al pensamiento los dos años que pasé internado en el Colegio Salesiano de Granada, allá por el año 1956. Hay memorias del colegio que guardé por un tiempo pero con los traslados de casa, en un momento dado se perdieron. Me quedan gratos recuerdos de esa época. Estudié el sexto grado de primaria y el primero de secundaria. Fue, y creo seguirá siendo, una educación conservadora, y en lo religioso impregnada de ascetismo y remordimientos. El pecado, el original y los otros, continuarán persiguiendo a los sacerdotes, que en todo momento vivían obsesionados con la tentación de caer o vivir en el, lo que los inducía a exigir a los alumnos, más que a recomendar, que hay que vivir a diario en estado de gracia, es decir, listo y confesado por si nos tocara ser llamados por Dios. Nosotros, adolescentes de esos años, sumisos a esa edad, lo que oíamos nos daba, más que recogimiento, miedo. Corríamos a rezar y a confesarnos- quién sabe que disparates de pecados tendríamos- para aliviarnos el peso de cualquier culpa y estar listos para el llamado, tal vez no le calificábamos así, que es más razonamiento de adultos, a lo sumo lo que queríamos decir era que no nos llevara el diablo. Esos dos años los viví, a pesar de todo, tranquilo, aún bajo el acicate a diario de los superiores del colegio que se afanaban en que el lobo feroz del pecado estaba al acecho y que convenía vivir alerta. Nos decían que debíamos recomendarnos a María Auxiliadora y al beato Domingo Savio. Esa sombra de Don Bosco nos acompaño en nuestros estudios y en nuestros sueños. Se nos dijo siempre, aparte del insidioso pecado [de pensamiento, palabra, obra y omisión] que Don Bosco tenía el don de ubicuidad, para nosotros ininteligible, y que el santo amó siempre a los pobres y a los niños. Que en su país, Italia, fue fundador de muchos centros para enseñarles artes y oficios. Recuerdo que, aledaño al colegio, funcionaba el Oratorio, que era como un segundo centro que cumplía esa función, en apoyo a los más pobres. De esos años y a propósito de la visita de estas reliquias del santo, me queda una nebulosa del pecado que por algún tiempo me desveló, pues creía que si no me iba al infierno por lo menos tendría ganado el purgatorio; la disciplina de un internado que me produjo, de momento, ansiedades, valores cristianos que yo procuraba no contaminarlos con fanatismo, un cariño por el deporte y los paseos al campo que nos animó a apreciar la naturaleza, y --en mi caso particular—el amor por la lectura antes del almuerzo que se hacía en el comedor, donde alguien se subía a una especie de entarimado, y en el más absoluto silencio, empezaba la lectura de clásicos juveniles inolvidables. Eran apenas veinte minutos que yo los disfrutaba mientras me paladeaba en el almuerzo, lectura que se hacía por capítulos hasta concluir la obra. Escuché atento la Cabaña del Tío Tom, las Aventuras de Tom Sawyer y el Ingenioso Don Quijote de la Mancha. Hoy, con tantos años pasados y las experiencias de la vida, esos recuerdos me son gratos, más soy sincero, no soy seguidor de reliquias, y a esa mano, o antebrazo, que dicen que está conservada, por 200 años, no me atrevería a acercármele, de seguro me daría, pánico.

Manuel Obregón S.
Masatepe, 24-07-10

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