El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

viernes, 2 de julio de 2010

Me quema la palabra

REFLEXIONES SOBRE EL NÓBEL PARA ERNESTO CARDENAL

Luis Rocha

La vida de Ernesto Cardenal nunca ha estado en función de obtener el Premio Nobel de Literatura. Ya ésta, de por sí, sería una razón suficiente para otorgárselo a quien desde hace tiempo es un imprescindible punto de referencia en la literatura de lengua española, sobre todo del siglo XX y lo que va del XXI. Ha sido un guía espiritual y literario multifacético y atípico, desde sus poemas y epigramas de amor –polvo enamorado dijo él que era- a bellas muchachas como Claudia, hasta sus Salmos, pasando por lo social, antropológico e histórico como su “Homenaje a los indios americanos”, y lo místico y científico en su obra poética más reciente. Cosmografía, astrología y teología en una síntesis apasionante. Su sacerdocio consagrado a un Dios que abarca todo el cosmos. Un sacerdocio revolucionario y cósmico. Cánticos que rompen las barreras del tiempo y llenan de luz el gran hoyo negro del universo.

José Miguel Oviedo escribió en 1968, refiriéndose a la siempre acechante celebridad que se convierte en lápida de algunos grandes escritores: “Esa indeseable forma de celebridad rodea el nombre del nicaragüense Ernesto Cardenal: apenas unos cuantos de los que lo admiran (incluyendo a los poetas sobre los cuales ha influido) conocen bien su obra. Traducciones, en cambio, no le han faltado: hay versiones de su poesía en inglés, italiano, rumano y alemán, por lo menos. Extraña situación de un escritor que, en resumen, no ha hecho sino dar testimonio de su destino hondamente latinoamericano, golpeado por la experiencia de la dictadura, la soledad, la muerte de sus héroes, la inquieta búsqueda de Dios…Como pocos en la literatura americana de hoy, la peripecia humana y la trayectoria poética aparecen marcadas por el signo de lo insólito. Simplemente alineados como datos objetivos, los hechos de su vida configuran una exasperada aventura, un fascinante equilibrio entre lo humano y lo divino.”

Una enaltecedora opinión y de 1968. Pero desde entonces, mucha tinta ha corrido en la tierra y mucha agua por el caudaloso río de su obra, convertido hoy en Vía Láctea en el cielo. Pero los argumentos de Oviedo son, a mi modo de ver, fundamentales a la hora de reflexionar sobre un Premio Nobel de Literatura para Ernesto Cardenal. El libro “Re-Visiones de Ernesto Cardenal”, publicado éste año por el Centro Nicaragüense de Escritores, es un fascinante recorrido por toda su obra. En su presentación, digo: Éste es un profundo y a la vez ameno tratado sobre casi todos los aspectos del universo poético de Ernesto Cardenal. Es un tratado colectivo e intemporal, lo que Anthony Mansueto califica como “La visión histórica de Ernesto Cardenal…que conduce más allá del socialismo, y aun del comunismo, hacia el surgimiento de una nueva especie, más hermosa de lo que alcanza a concebir la imaginación, y finalmente a la consumación de un Omega, infinitamente auto-organizador.” Y Luce López-Baralt:…”lo cierto es que estamos ante el fundador de la literatura mística latinoamericana y ante uno de los místicos cristianos más originales del siglo XX.”

La experiencia de la concepción, fundación y desarrollo de la Comunidad de Solentiname, inicialmente pensada como contemplativa, queda en la historia como un testimonio de la entrega y empecinamiento de Ernesto Cardenal en la búsqueda del bienestar común y social para la humanidad, partiendo de ese nuevo modelo para vivir humanamente. Quedan, por ello, el “Evangelio de Solentiname”, sus pinturas y artesanías como ejemplo mundial del esfuerzo de un hombre, afanado en desarrollar aquella comunidad, y por las características de aquella aventura, evidentemente sin el objetivo de obtener un Premio Nobel de Literatura. Quedan la interrupción forzada de la contemplación, la praxis evangélica y la entrega incondicional a la revolución como un deber cristiano de servir al prójimo. Quedan la traición y por ello “La Revolución Perdida”. Pero sobre todo está ahí palpable la infatigable conquista de Dios. Se pierde una revolución y se conquista el cosmos. No hay conformismo y sí determinismo en la obra de Ernesto, un hombre que como una molécula brilla en el espacio proclamando el amor y la vida.

Es la hora del místico que siempre fue. Por ello sigo pensando que Ernesto Cardenal hace muchísimo tiempo se ganó el Premio Nobel de Literatura, y que lo que pasa es que todavía no se lo han dado. Se lo están debiendo. Se lo estamos debiendo todos y nos lo están debiendo a todos. No ha sido la suya una vida para buscar la celebridad, aun cuando y con justicia, los reconocimientos le han llegado por añadidura. Ha sido toda una vida en el amor. Precisamente Thomas Merton en su prólogo a “Vida en el Amor”, escribe: “La finalidad de éste libro es sencillamente la de abrirnos los ojos a lo que debiera ser obvio, pero es increíble: Todos los seres se aman. La vida es solo amor…Todo lo que es, es por el amor, y si el amor no es evidente en todas las cosas, es solo porque nosotros no hemos querido ver el amor en todas las cosas. Radicalmente, el amor es la única posibilidad. Todo lo que no es amor, es fundamentalmente imposible.” Desde su telescopio en la noche oscura, Ernesto Cardenal contempla la infinitud del amor del que nos habla su maestro Thomas Merton. Hace entonces su “Cántico Cósmico” como un himno a la verdad de ver el amor en todas las cosas. No ha cambiado, sino que espiritual y literariamente vive en función de evolucionar, aunque debo puntualizar que para algunos letras y espíritu son la misma cosa. Esa evolución constante es su legado para la humanidad. Resulta entonces que no se trata de que si no le dan el Premio Nobel de Literatura a Ernesto Cardenal, él será menos de lo que ha sido, es y será. Pero creo que ese premio debe otorgársele, porque de lo contrario nos sentiremos disminuidos y casi insignificantes en ese universo que nos deja.

“Extremadura”, 9 de abril de 2010: Para esta columna del Jueves 1º de julio de 2010

luisrochaurtecho@yahoo.com

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