El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 12 de marzo de 2013

Viva su memoria al trompón y la patada


Nicolás Maduro parece tener temor de gobernar por sí mismo, miedo a quedarse sin el cobijo de la sombra del muerto. Al faltar Chávez, se acaba el poder.
Como malos augurios suenan las disposiciones que se han tomado en Venezuela desde la muerte de Hugo Chávez: Maduro, que debió ceder la Presidencia al Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, para ocuparse de ser candidato, se nombra “Presidente Encargado” y se queda ejerciendo. Luego Maduro, nombra Vice-Presidente al señor yerno de Hugo Chávez, Jorge Arreaza. Por último llega el anuncio de que, en lugar de los noventa días que debían transcurrir entre el fallecimiento del Presidente y las elecciones para sustituirlo, éstas serán el 14 de Abril, o sea al mes y días de la desaparición de Hugo Chávez.
¿Qué significa este abierto desacato a la Constitución Venezolana por parte de la persona a quien Hugo Chávez designó –en su lecho de muerte- como el llamado a sucederle?
Nicolás Maduro parece ser un buen hombre, pero su actuación hasta ahora y la de quienes lo rodean, denota un claro temor a perder el control. La desconfianza hacia Diosdado Cabello, al no querer entregarle interinamente el poder heredado para hacer su campaña, demuestra que no son  especulaciones las que señalan que hay rivalidad entre estos dos hombres por la sucesión. A Nicolás Maduro le habría convenido tener el tiempo de noventa días para explicarle a los Venezolanos por qué Chávez lo eligió a él, cuáles son las cualidades que lo hacen ser la persona idónea para continuar en el mando; pero no, no se arriesgó siquiera a confiar en el Presidente de la Asamblea Nacional, otra figura del Chavismo.
La elección del yerno de Chávez a la Vice-Presidencia, es otra clara demostración de Maduro del temor de gobernar por sí mismo, de su miedo a quedarse sin el cobijo de la sombra del muerto. 
Ahora, el anuncio de la extemporánea celeridad con que se realizarán elecciones,  en desacato no sólo a la disposición constitucional, sino al sentido común, ya no deja lugar a dudas de la fragilidad personal del Sr. Maduro, obviamente nada maduro para el cargo que el destino le ha deparado.
Ya se ha dicho suficiente sobre cómo los Caudillos, al centrar el poder sobre ellos mismos hasta el punto de sustituir al Estado y la Leyes, exponen a sus países y pueblos a una dependencia absoluta.  Viendo el ambiente y escuchando el discurso de Nicolás Maduro cuando tomó posesión en la Asamblea Venezolana, quién esto escribe percibió en esa sala el aire que se respiró el 25 de Febrero de 1990, en el acto en que Daniel Ortega aceptó la derrota electoral sandinista. O sea, era todo muy digno, pero en Venezuela, igual que entonces en Nicaragua, lo que estaba claro era que se había perdido el poder.
Y es que en Venezuela, el poder era Chávez.  Nada de que el pueblo era presidente, o que el pueblo es Chávez. Esas son consignas, propaganda. Chávez era el PODER,  el que cohesionaba todo y sobre el que se centraba de forma absoluta el manejo y la fuerza del estado. Al faltar Chávez, se acaba el poder.  Nadie más lo tiene. Tanto Maduro como la cúpula dirigente de Venezuela, como los países aliados que ven en peligro su propia subsistencia también dependiente de ese poder que era Chávez, ahora dan palos de ciego o tratan de imponer su manera arbitraria de hacer las cosas. Es interesante y trágico el proceso de verlos intentar preservar el PODER del cadáver, el poder de la memoria, no sólo embalsamando a un hombre que pidió ser enterrado junto a su abuela y que detestaba los embalsamamientos, sino fijando las elecciones dentro de los cuarenta días de su muerte, como si también hubiera que embalsamar la memoria antes de que se descomponga.
Simbólico ciertamente. Simbólico y nada positivo para el futuro de Venezuela porque la muerte es definitiva. El poder de Chávez está perdido para siempre. Su memoria podrá ser imperecedera, pero, como se ha dicho en los panegíricos, él es insustituible. Y esa es la gran ironía y el gran vacío que, atropellando la institucionalidad que podría salvarlos, están queriendo llenar sus blandengues sucesores.
10 Marzo, 2013

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