© Noel Vargas Robleto
2013-03-16
Yo, como todo el mundo, sabía de metamorfosis en el Reino Animal. Todos
sabemos que un gusano feo y dañino se transforma en preciosa mariposa; que un
repulsivo y maltrecho renacuajo cambia a una elegante y esbelta rana; que de
una lenta y apenas notoria larva que vive enterrada en el fondo de las aguas
surge una ágil libélula o pipilacha que jamás entrará al agua de nuevo. Pero,
¿y en el Reino Vegetal? Pues sí, también ocurre. Veamos.
Cuando en diciembre de 2009 Maritza y yo nos trasladamos a nuestra nueva
casa, fuimos al prestigioso vivero Samara en Sabana Grande –a unos 15 km de
distancia– a comprar injertos de árboles frutales: aguacate, limón criollo,
guayaba de fresco, etc. y, por supuesto, grape fruit rosada, tan buena para la salud según la nutricionista
Maritza. El jardinero Juan los plantó y crecieron. En poco tiempo floreció la grape
fruit rosada y, para nuestra alegría,
pronto se le vieron los frutitos.
–Don Noel –me dijo Juan un día–, en el vivero le robaron (no sé porqué
usó esta palabra. Pudo haber dicho “en el vivero se equivocaron”. ¿Conocerá
Juan los viveros nicas?). Fíjese que no es greyfú,
si no limón real. –Primera metamorfosis.
–¡Cortálo –le ordené, pero doña
Maritza oyó y dijo: “¡No! porque se puede usar para fresco”. Se salvó el limón
real.
Pasaron como cuatro meses antes que madurara el primero. Ya estaba lista
la empleada Elizabeth para hacer el fresco cuando exclamó: “Doña Maritza, le
tengo una sorpresa… mire su limón real… es limón dulce”. Segunda metamorfosis.
–¡Cortálo –le ordené de nuevo a
Juan, pero doña Maritza dio contraorden: “¡No! A la Tamy le encanta el limón
dulce”. Se salvó el limón dulce.
De modo que me urge la venida de la Tamara Jarrett antes que ocurra otra
metamorfosis y produzca nancites o guanábanas o sandías o de todo esto. Uno
nunca sabe.
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