A todos nos gustan las mujeres

La mujer y la homosexualidad han probado ser, en el campo de la política, dos armas poderosas. Más en un territorio tan machista como América Latina. Venezuela es el caso más reciente. Primero el presidente-encargado y candidato-presidencial Nicolás Maduro lanzó la "chinita" a su rival: “Yo si tengo mujer, ¿Oyeron? Me gustan las mujeres. Y aquí la tengo”. Acto seguido la besó. El candidato opositor Henrique Capriles le respondió casi inmediatamente: “A veces uno se para aquí (en el estado de Carabobo) y tienes unas muchachas de frente, y uno las empieza a ver, y pierde la concentración. Esa es mi debilidad. Aquí se lo digo al país, mi debilidad son las mujeres”. Resumen: Maduro dice que le gustan las mujeres y Capriles dice que su debilidad son las mujeres. Pero más, importante, ambos alegan ser tan machos. El round de machos no es nuevo. No ha habido un presidente en la historia de Nicaragua que haya sido monógamo. Pero eso no es mal visto. Todo lo contrario. A nuestros líderes les gusta comportarse como el gallo del patio y los aplausos abundan. No sólo eso, también el reconocimiento alborotado de sus huestes. Y sobre todo, el reconocimiento del resto de machos -- no Alfa -- de lo "arrecho que es ese maje con las mujeres". El sueño erótico de estos caudillos, desde la Patagonia hasta el Río Grande, es reeditar el "Décimotercero Trabajo de Hércules" (Salomón de la Selva), que en una noche poseyó a las 51 hijas del rey que le impedía partir. Pero en la vida real las cosas se parecen más a como se pintan en la biografía de Lyndon B. Johnson. Dicen que una noche una de sus secretarias escuhó un ruidito que se acercaba a su cama. De pronto una voz: "Abre las piernas, es tu presidente". Gay igual a malo Lo malo es lo otro, ser homosexual. Porque serlo -- o que crean que lo sos -- es señal de debilidad, de incapacidad para gobernar un país. Cuando menos de no ser una buena persona. De ser alguien proclive a la inmoralidad y a cometer algún delito. Ser gay es contranatura. Ser mujeriego es ser poderoso, capaz, seductor. Algunos aseguran que del Cardenal Miguel Obando vino una sugerencia amistosa hacia los refundadores del PLC, hace varios años. Arnoldo Alemán, Lorenzo Guerrero, José Rizo estaban solteros. El único casado era José Antonio Alvarado. Pronto Alemán y Rizo contrajeron nupcias. Guerrero enfermó en esos años y falleció. En la era Alemán -- cuando se tomaron tantas fotos históricas -- destacó aquella en la que un grupo de machos departía y tomaba entre las aguas de la piscina presidencial. Lo llamativo era eso: un grupo de hombres metidos en una piscinita. Se nota que en este lado del mundo los Maduro y los Capriles no se han tomado la molestia de leer quiénes eran un tal Julio César y un tal Alejandro el Magno. Los dos más grandes generales del mundo antiguo, que conquistaron Europa y parte de Asia y África, gustaban de compartir su lecho tanto con ellas como con ellos. Y lo hacían sin ningún rubor. Y nadie pensaba que por ello eran menos hombres que cualquier otro guerrero de primer orden.  ¿Por qué Maduro insinuó que Capriles no es macho? Porque quiere probar que el fuerte y capaz es él (Hasta ahora sólo es el elegido de dedo del fallecido Chávez); qué el débil e incapaz es el otro. ¿Tendría esto algún efecto en el votante? Algunos piensan que sí, que el pensar que Capriles es homosexual erosionaría el voto más blando de la oposición. Mientras más gente piense que Capriles sí vivió un episodio homosexual hace tres años, más votos podrían sumarse a Maduro. O, cuando menos, irse de la urnas opositoras. Otros creen que la gallada de Maduro busca mostrar quién es "el gallo ennavajado" de Venezuela, ahora que Chávez ya no está. No está de más recordarle a Maduro que todo gallo ennavajado, tarde o temprano, acaba en una olla como ingrediente principal de la sopa. También, que ciertos gallos han revivido a pesar de las derrotas y los escándalos.