En estrategia política no hay peores errores que subvalorar al adversario, creerse la propaganda propia y presentar los deseos como realidades. Venezuela es el corazón de la polarización continental, sin embargo, luego de 14 años de Gobierno y 14 victorias electorales indiscutibles, es más importante entender lo que está pasando que hacer juicios sobre quienes son los buenos o los malos. Solo un cambio en la correlación de fuerzas interna puede revertir el deterioro democrático, nadie va a intervenir en el país y las condenas sirven para casi nada. Por encima de tomar partido lo central ahora es saber si Venezuela seguirá igual, empeorará o comenzará a cambiar positivamente.
Al igual que las cóleras de los cubanos de la Florida le dieron más de medio siglo de vida política a Fidel, la fortaleza del fenómeno político Chávez es consecuencia de los errores de la oposición. Usaron primero el último recurso, el golpe de Estado, para luego caminar en una estrategia invertida que del golpe regresó a las elecciones, pasando por huelga, protestas, referendo, denuncias de fraude y retiro de las elecciones, para luego regresar a estas ya diezmados. Siguieron un proceso perfecto de desacumulación de fuerzas en el que perdieron espacios de poder e influencia en las Fuerzas Armadas, la empresa de Petróleos de Venezuela, la Corte Suprema de Justicia, el Consejo Nacional Electoral y la Asamblea Nacional. De esto nació la actual capacidad del régimen de manipular leyes e instituciones a su antojo. Ahora, luego de cientos de miles de millones de dólares invertidos en políticas sociales, sin duda existe más pueblo con el chavismo que con la oposición.
Algunos piensan que con la muerte de Chávez, el régimen y el partido que ha construido se debilitarán y dividirán y que una crisis económica derrumbará finalmente al Gobierno. Sin embargo, la realidad pareciera ir en sentido contrario, la muerte del caudillo fortalecerá al movimiento y al régimen. Como lo dijo uno de sus seguidores: “Chávez pasará a la mitología de los altares callejeros”, probablemente con tanta fuerza como el “Che Guevara”. No existe en la izquierda un santo que haya repartido tantos cheques a tantos. Su muerte temprana lo hará sobrevivir a las consecuencias de su ineficiente Gobierno.
Es un error sobrevaluar los conflictos de poder que la transición traerá al interior del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV). Es más frágil la unidad de los opositores sin poder que la de los chavistas con el poder. Los militares disfrutan de mucha autoridad dentro del régimen, por tanto, es difícil que se vuelvan oposición. Sin embargo, en combinación con el chavismo rico seguirán siendo la principal contención a una mayor radicalización. Lo más probable es que los militares se moverán entre la indiferencia y la defensa de un régimen que los beneficia.
Un factor clave para el apoyo popular ha sido la reorientación de los beneficios del petróleo hacia políticas sociales
Ganar un tercer periodo con el candidato enfermo, en medio de inflación, escasez, ineficiencia y miles de homicidios, evidencian que se trata de un fenómeno político mucho más complejo. La gravedad de estos problemas habrían provocado la derrota electoral de cualquier coalición gobernante en condiciones normales y esto no puede explicarse solo por desigualdad en la competencia. La fuerza del chavismo no está en la eficacia para gobernar, sino en que el régimen cambió la orientación de los beneficios de la renta petrolera. Antes esta se distribuía más hacia arriba que hacia abajo. Chávez abrió espacios de inclusión social a los más pobres, generó oportunidades de enriquecimiento a nuevas élites y proporcionó a estos sectores identidad política y poder. Esto ha cambiado a Venezuela para siempre.
En 1991 el FSLN de Nicaragua obtuvo el 40% de la votación en medio de una guerra contrarrevolucionaria apoyada por Estados Unidos; de una devaluación que obligó a imprimir billetes de 10 millones de córdobas, de una escasez superior a la de Venezuela y sin contar con petróleo. Una de las fortalezas del sandinismo fue un paquete de arroz, frijoles y azúcar que recibían los nicaragüenses pobres. Los procesos de inclusión, generación de nuevas élites y construcción de identidad política son algo más que “populismo”, responden de forma distinta en una competencia electoral, resisten las crisis económicas y su desgaste es lento. Sin duda el chavismo va a agotarse, pero no de inmediato.
Enmendar el error de haber destruido los partidos y atomizado el sistema político será complicado. La oposición está compuesta ahora por más de 70 organizaciones y tomará tiempo convertir esta ensalada política en al menos dos partidos fuertes. El PSUV es y seguirá siendo la fuerza hegemónica en el país, aun si perdiese el Gobierno. El futuro de Venezuela depende ahora más de lo que pase en el chavismo que de lo que haga la oposición. Sin embargo, es difícil que se produzca una mayor radicalización; no hace sentido que los cubanos, que tienen tanta influencia en el país, apoyen la construcción del modelo “revolucionario” que ellos están desmantelando. Por otro lado, en ausencia del caudillo la preservación de la unidad entre chavismo rico y chavismo ideológico requiere de pragmatismo y cambios graduales, no importa si persiste la retórica extremista. La Revolución Bolivariana no tiene ningún futuro, pero el chavismo llegó para quedarse.
Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales.
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