El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

domingo, 10 de marzo de 2013

Notas rojas al margen de un editorial*


Onofre Guevara López

Por una coincidencia muy significativa, el dictador venezolano Hugo Chávez el mismo día que murió José Stalin, el dictador de la desaparecida Unión Soviética. Chávez murió un 5 de marzo de 2013, Stalin, el 5 de marzo de 1953, hace 60 años. (Realmente, una feliz coincidencia para el objetivo del editorialista).

Al lado del gran dictador comunista del siglo XX que fue Stalin, Chávez era pequeño dictador del socialismo del siglo XXI. Pero todos los dictadores son iguales, por su naturaleza y sus acciones, cualquiera que sea el ámbito nacional e internacional en el que ejerzan sus funciones dictatoriales. E iguales son endiosados independientemente de que sean grandes o pequeños. (El vocablo “comunista” no está puesto aquí por casualidad; su intención es aprovechar la imagen terrorífica creado del comunismo en la conciencia de la gente por una casi centenaria campaña anticomunista; los dictadores no pueden ser iguales, ni “en cualquier ámbito”, pues aceptar eso es negar la influencia del medio histórico, el tipo de sociedad en que vive, el carácter de clase de su dictadura y los propósitos personales de sus acciones, la cultura y la historia nacionales, sobre los individuos. Y si todos son “iguales” todos tendrían que ser asesinos, como lo veremos más adelante).

Cuando murió, a los 70 años de edad, Stalin concentraba en sus manos todo el poder de la inmensa Unión Soviética. Era secretario general del todopoderoso Partido Comunista, único que se permitía, y además era presidente del Consejo de Ministros y ministro de Defensa de la Unión Soviética. Solo la presidencia del Estado no la desempeñaba, porque era una función meramente protocolaria. (Cierto; la concentración del poder y el partido único fue una aberrante degeneración de medidas históricas necesarias en el momento original de la revolución rusa, sola en el mundo y como una isla en medio de un océano capitalista lleno de tiburones; lo falso del argumento del editorialista, es que explota esa concentración de poder, ocultando sus causas; y que no separa una etapa en que eso fue necesario, de la otra en que se convirtió en aberración).   

Stalin falleció oficialmente por un derrame cerebral que habría sufrido a medianoche, mientras dormía. Pero siempre se sospechó que su muerte había sido provocada. Alrededor de Stalin había muchas personas, incluyen su hija Svetlana y su hijo Vasili, que (quien) tenía sobras razones para desear su muerte. Svetlana –cuya madre y primera esposa de Stalin, Nadezhda Alelulleva, se suicidó porque ya no soportaba los maltratos y humillaciones de su brutal marido— se refugió en 1967 en Estados Unidos, donde en declaraciones a la prensa y en un libro autobiográfico titulado Veinte cartas a un amigo, reveló las brutalidades criminales de su p adre. (Todo es verdad, y es algo que sigue siendo útil a su objetivo de hacer caer sobre Chávez vicios parecidos o iguales; pero hay un detalle que no debe pasar por alto: en este mismo diario cuna del editorial, se han burlado de las declaraciones de Maduro, acerca de que harán una investigación sobre la causa, que considera externa, de la enfermedad que le causó su muerte; entonces, cabe la pregunta: ¿por qué reconocer la sospecha de que la muerte de Stalin pudo haber sido provocada, pero burlarse de la sospecha de Maduro, si Chávez interna e internacionalmente también estuvo rodeado de quienes tenían “sobradas razones para desear su muerte”?

También deseaban la muerte de Stalin sus principales colaboradores, que lo odiaban aunque le decían que lo amaban como a un padre y que lo adoraban como a un Dios. Entre ellos estaban Viacheslav Molotov, quien era el primer vicepresidente del Consejo de Ministros; Nikita Jruschov, que (quien) soportaba las humillantes bromas de Stalin cuando estaba borracho y fue quien lo (le) sucedió en la jefatura del Partido Comunista; y Lavrenti Beria, el archicriminal jefe de la policía de Seguridad del Estado quien se creía con más derecho que los demás para relevar a Stalin en el poder. (Otra verdad que no viene al caso repetirla, pero que, en ocasión de la muerte de Chávez, le es necesaria para crear una atmósfera mental en los lectores para que le den cabida a la insinuación de que en torno a Chávez existe algo parecido). 

Cuando murió Stalin los gobernantes soviéticos y las masas estalinistas lo endiosaron y proclamaron que viviría eternamente. Millones de personas desfilaron lloriqueando ante su féretro, momificaron su cadáver y lo colocaron en el mausoleo de la Plaza Roja de Moscú, donde estaba y se encuentra hasta ahora la momia de Lenin. Pero solo tres años después, los mismos dirigentes del Estado comunista, encabezado por Jruschov denunciaron los monstruosos crímenes de Stalin, sacaron su momia del mausoleo y la enterraron al pie de las murallas del Kremlin. (De nuevo lo “comunista” cumpliendo su función; en cuanto a lo “lloriqueando”, es un irrespeto para el sentimiento de sus partidarios, en especial de los venezolanos. Pero la crítica a la momificación, es algo que los herederos de Chávez se la pusieron en bandeja, debido a que no hay justificación –desde el punto de vista revolucionario—, para cometer esta aberrante práctica de momificar a los dirigentes; eso es una copia de los fanáticos religiosos católicos con sus adorados ídolos, a los cuales veneran; es una práctica fetichista, que es hacer el muñeco y después postrarse ante él como si fuera una divinidad. Eso es irracional, anti científico y nada revolucionario).  

Por lo menos diez millones de personas se estima que fueron asesinadas por órdenes de Stalin, quien impuso en su país un régimen de terror solo comparado con el de Adolfo Hitler en Alemania. Pero porque el ser humano  es así (pues el hombre es el mayor de todos los misterios, según lo advirtió Sófocles), 60 años después de la muerte de gran dictador Stalin todavía muchas personas idolatran su memoria y su imagen como si fuera un dios. Y hasta el mismo jefe de Estado de la nueva Rusia “democrática”  rehabilitado como un gran héroe nacional. (La reiteración de los aspectos negativos es un recurso para no quitar el dedo sobre la llaga, donde supone el editorialista debe pulsar para conseguir el objetivo de asociar a esos dos personajes, lo suficientemente repudiados ya por la mayoría de la humanidad, con lo que sucede actualmente en Venezuela. La alusión al filósofo Sófocles, tiene la finalidad de adosar de sabiduría su escrito sobre el hombre-misterio; pero no imagina don Luis Sánchez Sancho, el editorialista de marras, cómo su recurso me hizo recordar su propio “misterio”: cuando él decía ser “comunista” creía serlo mejor copiando de los soviéticos hasta su modo de referirse a su Partido, recitando de pronto, en cualquier lugar y sin ningún motivo, más o menos, en ruso: “¡Nasha Comunistíchisque Partia Soviétskava Sayusa”! Aunque no sea la forma fonética exacta, la traducción sería: “¡Nuestro Partido Comunista de la Unión Soviética!”  En cuanto a la supuesta o real actitud de Putin respecto a Stalin, lo notorio son sus comillas en la Rusia “democrática”, con lo que está sugiriendo que a ese señor le falta imitar en todo a los políticos del capitalismo para que merezca la digna condición de demócrata).

*Diario La Prensa sábado 9 de marzo de 2013.

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