El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

sábado, 2 de marzo de 2013

Con Otra Óptica


SIN HUEVOS
Julio Escoto
01:06 am 
Y no es que Nicaragua, chocho, sea paraíso, sino que ocurren allí fenómenos interesantes. ¿Quién dijo que solo de los avanzados podemos aprender?
No hay fusiles en Managua, donde asisto al encuentro de narradores organizado por el escritor Sergio Ramírez; a la feria del libro y al festival de poesía dedicado a Ernesto Cardenal, actividades celebradas simultáneamente y que congestionarían la pereza mental de Tegucigalpa si se hicieran siquiera separadamente. Colapsaría el país con tanta cultura lloviéndole pues para que haya paz e intelecto se exigen ambientes sin rifles ni ametralladoras, sin soldados de armas antiaéreas en las calles, sin restricciones para viajar en motocicleta, sin femicidios pero, particularmente, sin una agencia del gobierno encargada de inyectar miles de revólveres y escopetas cada mes a la sociedad, como acontece acá. En tanto no se resuelva esa incongruencia serán perjuras las promesas gubernamentales de acabar con la violencia y la inseguridad.
Interrogué a qué se debe el bajo índice delincuencial de Nicaragua y hubo diversas respuestas, quedando al fondo una coincidencia de que la nación nica se caracteriza por sus intensas cercanías y vivencias humanas (provenientes de la tradición) que inducen más a lo familiar y la solidaridad que a la indiferencia, y porque entre distintos siempre hay puntos coincidentes (usualmente de tipo religioso) que los hace aproximarse como hermanos, importando menos las asperezas ideológicas. Quiere eso decir que la sociabilidad es más fuerte que el odio.
Eso se reconoce al observar que allí no han fenecido las maneras primarias de la urbanidad pues el nica todavía saluda y da gracias; su plática tiene inevitables menciones de familia (antepasados, descendientes, primos); rinde culto a la amistad e incluso la enemistad; hay un concepto universal y generalizado de “proceso”, es decir de continuidad del hecho histórico y no de rompimientos absolutos (este puede ser mi rival ahora pero mi compañero mañana, porque “así es el proceso”); y muy significativamente, que los nicaragüenses, por ateos que se declaren, guardan visiones de vida hondamente religiosas. Una buena prueba es que los iconoclastas comandantes sandinistas van a misa, quizás hipócritamente pero con voluntad de conjunción social.
El capitalismo privado nica jamás fue tan bestia como en otras repúblicas. Los festivales arriba citados son abundantemente apoyados por empresas y empresarios (BAC, Lafise, Claro, Banpro, Colonia, Pellas, otros), mismos que en Honduras aportan poco a la cultura y que allá devuelven alguna ganancia al bien colectivo por sentirse locales, no extranjeros. En León, ejemplo, la familia Ortiz-Gurdian donó a la urbe un museo de obras artísticas tan fabuloso que rivaliza en calidad con México y Sao Paulo. El principio tras ello es que solo el arte y la ciencia civilizan al hombre; la superstición no.
Se da asimismo abundante y fuerte institucionalidad autóctona, con miles de fundaciones y asociaciones volcadas a lo social: allí y en El Salvador hay ONG que cuidan ancianos, en Caracas y San José el Estado entregó las tiendas libres de impuesto a entidades de beneficencia; ciertas loterías brasileñas reditúan exclusivamente a fondos de pobres; Uruguay obliga a que el tabaquismo deje muchos centavos para escuelas y colegios. Lo que implica muy diferentes concepciones de mundo: vine aquí a servir, no a ser servido; el ataúd jamás es suficiente para contener mi caudal; ascenderé entre gratitud, no entre injusticia; tras el primer millón mi memoria se hace progresivamente inmoral.
Durante cien años hubo carestía de huevos en Nicaragua pues se ocupaban para cohesionar la albañilería arquitectónica de la catedral de León, iniciada en 1747. Aquellos eran huevos de verdad, por ende proteínicos. Pero ahora no tallo una vulgar metáfora, una que aluda a testículos, sino a huevos de pensamiento, a gérmenes de acción, que son los que impulsan a los pueblos y de los que nos faltan muchos.
Y no es que Nicaragua, chocho, sea paraíso, sino que ocurren allí fenómenos interesantes. ¿Quién dijo que solo de los avanzados podemos aprender? Nicaragua, chiquita materialmente, es grande desde el corazón.

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