Varios caminos de lectura
y surrealismo inédito inmortalizan obra del argentino
Novela dio inicio al
movimiento literario del realismo mágico en Latinoamérica
Franco
Varise 12:00 a.m. 25/05/2013
Buenos Aires,
Argentina. La Nación /GDA. “Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los
extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón...” Rayuela nunca fue
una novela. Es más bien una especie de río abierto y caudaloso.
A 50 años de su
primera edición, la creación de Julio Cortázar, también puede analizarse como
un dispositivo extraliterario donde, como al inicio de esta nota, el autor
apela al “gíglico”, idioma creado para la expresión absoluta.
El aniversario,
que contará con conmemoraciones en Argentina y en Francia, donde vivió, plantea
una pregunta: ¿Qué hace a esta obra tan fascinante todavía?
Experimentación
sonora y sintáctica, posibilidades de lecturas diversas; interpelación a la
participación del lector y una sutil postura contracultural evocadora de las
contradicciones de los sesenta hicieron de este simple objeto de pensamiento,
papel y tinta un artefacto potente.
Su secreto
magnetismo cautiva a lectores de generación en generación. Con el tiempo, el
texto ganó la admiración de grandes nombres de la literatura universal.
“Ningún otro
escritor dio al juego la dignidad literaria que Cortázar, ni hizo del juego un
instrumento de creación y exploración artística tan dúctil y provechoso. La
obra de Cortázar abrió puertas inéditas”, expresó el escritor peruano Mario
Vargas Llosa.
“Si no hay una
voluntad de lenguaje en una novela en América Latina, para mí esa novela no
existe. Yo creo que la hay en Cortázar, que para mí es casi un Bolívar de la
literatura latinoamericana. Es un hombre que nos ha liberado, que nos ha dicho
que se puede hacer todo”, consideró Carlos Fuentes.
“Prosa hecha de
aire, sin peso ni cuerpo, pero que sopla con ímpetu y levanta en nuestras
mentes bandadas de imágenes y visiones, vaso comunicante entre los ritmos
callejeros de la ciudad y el soliloquio del poeta”, opinó Octavio Paz.
“Cortázar nos ha
dejado una obra tal vez inconclusa, pero tan bella e indestructible como su
recuerdo”, dijo Gabriel García Márquez.
Y las opiniones
compiladas a lo largo del tiempo no escatiman elogios. Hoy Rayuela es
parte del programa de lectura de muchas escuelas secundarias argentinas.
Algo impensado
hace cinco décadas, cuando la novela irrumpió en la escena literaria de habla
hispana como algo extraño.
Cortázar, que
murió en París en 1984, compartió sus intenciones en una entrevista de la
década del setenta: “A mí se me ocurrió, y sé muy bien que era una cosa muy
difícil, un texto donde el lector en lugar de leer consecutivamente una novela
tuviera opciones, lo cual lo situaría ya casi en pie de igualdad con el autor,
porque él también había tomado diferentes opciones al escribir el libro”.
La primera
página del libro se titula Tablero de dirección y destruye en el mismo
umbral de la obra el orden formal entre “lo escrito” y “lo leído” al proponer
dos maneras de leer las 600 páginas que siguen: de corrido, “en cuyo caso el
libro terminaría en el capítulo 56 siendo el resto prescindible”, o como
propone el autor, según un orden alterado en el que ubica como primero el
capítulo 73, en cuyo caso todos los capítulos serían “necesarios”.
Así lo explicó
Cristina Feijóo en una nota titulada El pensamiento de Cortázar en Rayuela,
publicada en la revista literaria La Máquina del Tiempo.
Pero la
invención de Cortázar no sólo fascina a otros escritores y a miles de lectores.
También llamó la atención del mundo científico por su construcción basada en
diferentes capas. “Rayuela es, sin duda, una novela excepcional que aborda una
multiplicidad de temas y miradas acerca del hombre y del sentido de su
existencia. Si bien algunos aspectos han envejecido mejor que otros, hay uno en
particular que está hoy más vigente que nunca: la búsqueda. Rayuela es para mí,
entre muchas otras cosas, una novela acerca de la necesidad de buscar, de
buscarse y de buscarnos. Es además una búsqueda hacia adelante, hacia lo nuevo
y desconocido, hacia lo abierto. Una búsqueda del hombre nuevo (como se ha
señalado tantas veces) pero también de un nuevo lenguaje y de una nueva
relación entre el lector y la novela. En estos tiempos que corren, el espíritu
de búsqueda que representa Rayuela debería estar hoy más vivo y presente que
nunca", consideró a LA NACION Gustavo Ariel Schwartz, investigador del
CSIC en el Centro de Física de Materiales de San Sebastián, España.
El domingo 20 de
octubre de 1963 se publicó en LA NACIÓN la crítica literaria a cargo de Juan
Carlos Ghiano con el título: "Rayuela, una ambición antinovelística".
En el texto, el autor, no sólo reseña la obra sino que también aporta datos de
la "muchachada" literaria de la época a la que pertenecía el autor y
señala como influencias a Alfred Jarry y el Joyce por fuera de Ulisses. Ghiano,
que se declara admirador de Cortázar, desliza algunas críticas: "Rayuela,
intensamente auténtica en algunos capítulos, muy pocos, decepciona y fatiga en
la totalidad". Y agrega: "Cortázar ha querido ser el escritor voyant
que pedía Rimbaud y del intento surge lo antinovelístico de su libro, tan
preocupado por lo que intenta destruir que no siempre alcanza la novedad
anunciada con insistencia".
Cortázar fijó su
residencia definitiva en París en 1951, donde murió en 1984. Desde allí
desarrolló una obra literaria única dentro de la lengua castellana. Algunos de
sus cuentos figuran entre los más perfectos del género. Rayuela marcó un hito
dentro de la narrativa contemporánea. Por eso, la editorial Alfaguara lanzó una
reedición conmemorativa, y en París el Instituto Cervantes inauguró la semana
pasada una exposición y publicó una guía de París basada en los lugares que
menciona la novela.
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