El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 14 de mayo de 2013

Fámulo vergonzante


Onofre Guevara López

 El clan Ortega-Murillo maneja de forma autocrática el poder político, y a su sombra acumula el poder económico. Eso le permite comprar cuanto medio de comunicación se le antoja para promover el culto a su persona. Sin embargo, teniendo muchos medios en su poder, el clan carece de propagandistas moralmente solventes.
De ello surge el contrasentido de que dispone de muchos medios para su adulación, pero le producen poca renta en cariño; quiero decir, que  la adulación que recibe es de mala calidad. Y no dispone de una adulación de buen calibre, por carecer de intelectuales éticos a su servicio. Es que, el intelectual que se presta para adular a los amos del poder, pierde prestigio –si es que no lo ha perdido—; se degrada ante la ciudadanía o, al menos, ante quienes lo leen. Es así, porque a los dueños del poder solo se les puede adular falseando los hechos, faltando a la verdad.
Los mismos adulados comprenden que una adulación pagada –con dinero o con favores—, pierde calidad ética y moral, es “un cariño comprado”. Esa es la razón por la cual son pocos los intelectuales oficialistas que osan lanzarse al ruedo de la defensa directa del orteguismo, pues, aparte de tener que caer en la falsedad, casi siempre son empleados públicos o empleados en alguna empresa del clan. Suficientes motivos para que su adulación pierda efectividad.     
¿Qué hacen, entonces, algunos intelectuales orteguistas vergonzantes?  Cambiar de táctica, porque se lo sugieren o por iniciativa propia: hacen una defensa camuflada o “baypaseada”. ¿Cómo? Atacando la honra de los críticos del poder, con cualquier pretexto, mentira abierta o algún hecho tergiversado. De esta forma –también vergonzante—  creen quedar bien con los patronos del clan y aparecer ante el público opinando en contra de los críticos con criterio político supuestamente independiente.
Ese es el triste papel que está desempeñando Amaru Barahona. Su recurso es deleznable, impropio de un Cientista social: difama a media docena de críticos del orteguismo a la vez, a Sergio Ramírez, Gioconda Belli, Carlos Fernando Chamorro, Edmundo Jarquín y a su “inefable amigo Onofre” (¿qué tal si no fuera mi amigo?). 
Esa difamación en comité, no es inocente. Barahona conoce las diferencias que existen entre sus difamados –aparte del respeto, amistad y algunos puntos de vista comunes—; pero los difama a todos juntos para no tener que ofrecer pruebas sobre ninguno. O sea, que diluyendo los “delitos” entre todos los difamados, no tiene que especificárselo a ninguno.
En lo que a mí corresponde, trataré de ayudarle al amigo Barahona a que me cargue los “delitos” que me tocan, ofreciéndole algo de mi currículo, porque no soy “inefable”, es decir, a mí me puede describir fácilmente: escribo en periódicos desde 1958; escribí diariamente en Barricada durante catorce años; lo hice a diario y ahora lo hago semanalmente en El Nuevo Diario, desde hace dieciocho años; tengo publicados dos libros con críticas al orteguismo, a su gobierno y todas las yerbas que le aroman.
Ahí tiene Barahona suficientes textos en donde encontrar el artículo, el párrafo, la frase o la palabra con las cuales yo he dicho o insinuado lo que me achaca. O sea, que:
“El sistema político vigente en USA y en las sociedades del capitalismo imperialista es el que tenemos que imitar”;
 “(Nuestro mejor sistema político sería uno que funcionara como en la época de la ocupación colonial yanqui de nuestro país (1910-1933), que en vez del actual Consejo Supremo Electoral tuviéramos aquí a los marinos gringos…” (Con esta calumnia, está haciendo la defensa mal disimulada de los latrocinios electorales Ortega-Rivas);
Soy “enemigo mortal” de todos los gobiernos que manifiestan (…) una vocación de independencia y autodeterminación con respecto al Establishment imperial”;
Tengo una cuota en el “río de tinta y saliva” para demonizar y calumniar a Hugo Chávez;
He “celebrado y apoyado los golpes de Estado y las acciones terroristas y desestabilizadores del fascistoide Henrique Capriles”.  Con eso bastaría.
Si de mis críticas al orteguismo, Barahona saca “las pistas” y logra “inferir” mi condición de “demócrata con alma de colono”, yo sí tengo más razón de inferir que él ha lanzado ese fárrago de calumnias, porque le da vergüenza reconocer su orteguismo y defenderlo abiertamente. Y que todo lo suyo… “es por interés derivado de sus fuentes materiales de vida, por alienación ideológica, o por una combinación de ambos factores”.
Yo puedo probar mis fuentes materiales de vida, y las condiciones en que la vivo. ¿Y usted, amigo Barahona? 

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