Eugenio Flores
Conocer no es lo mismo que relacionarse. Y si bien yo conozco a Miguel Ernesto Vijil desde niño, empecé a relacionarme con él, y con otros miembros de su familia a partir del 2007, cuando, desde el MRS empezamos a reorganizar el partido luego de las elecciones del 2006. El ingeniero Vijil, como Presidente del Tribunal Estatutario, tenía la responsabilidad de organizar los comicios internos, tarea que le obligaba a viajar constantemente por todo el país.
La primera vez que yo colaboré en la organización de esos procesos, fue para una elección interna que se iba a llevar a cabo en Estelí. El ingeniero me llegó a buscar a las 6 de la mañana porque el evento comenzaba a las 10. Inicialmente seríamos 3 los que trabajaríamos ese día, pero cuando fuimos a buscar al tercer compañero, que por lo menos es unos 25 años más joven que Miguel Ernesto, prácticamente bostezando nos dijo que no podía ir porque le había surgido una emergencia familiar. Recuerdo perfectamente haber pensado que a ese huevonazo no le daba pena exhibirse de esa manera con el ingeniero.
Esos eventos requieren de una preparación previa, pues se necesita organizar toda la documentación que se compone de actas, material electoral, padrones, etc. Un trabajo que se realizaba en los días previos al viaje, en la casa del ingeniero Vijil. Esas reuniones generalmente ocurren por la noche, y si bien son un tanto tediosas y largas, todas valían la pena por una razón: la cena. No conozco otro hogar donde se coma mejor que donde los Vijil Gurdián. Yo sabía que el ingeniero siempre nos iba a ofrecer cena, por lo tanto, yo llegaba sin cenar. Y si bien sé que no es de buenos modales hacer visitas a la hora de las comidas, yo me decía que a esas horas se fijaban la reuniones, de tal manera que no era un acto de mala educación. Cuando me decían "¿Eugenio querés cenar?", yo contestaba, "pues..., no se molesten, me da un poco de pena", pero inmediatamente me replicaban, "no hombre, vení comé", y yo "bueno..., muchas gracias".
Así fue como llegué a forjar amistad con el ingeniero. Y fue a partir de entonces que me empecé a preguntar qué era lo que lo motivaba a seguir, a su edad y con esa energía, en ese empeño, en una lucha tan cuesta arriba, y de tantas amarguras, y hacerlo de manera natural, sin retórica, como quién decide habituarse a una tarea cotidiana, o integrarse a una fe, sin preocuparse demasiado por cuestas o resultados.
Recuerdo la vez que el orteguismo, en una de sus arbitrariedades, decidió despojar al MRS de su personalidad jurídica, cuando todavía usaba pretextos legales, redujo el tiempo de inscripción de las candidaturas de las elecciones municipales del 2008, creyendo que el MRS no tendría la capacidad de presentar, al menos, el 80%, que es lo que establece la ley. Poco tiempo tuvimos para registrar alrededor de 3 mil candidaturas, la maniobra también envolvía la inclusión de una serie de documentos que eran difícil de conseguir. El ingeniero puso a disposición su casa para realizar esa tarea, y por alrededor de una semana esa casa fue invadida por decenas de personas que entraban y salían a raudales, un timbre que no paraba de sonar, los muebles de la sala arrinconados a las paredes y sustituidos por escritorios con computadoras. Y en medio de ese trabajo, las discusiones por las inconformidades con algunas candidaturas, a veces gritos y estrés a borbollones. Una alteración de la armonía de un hogar que yo nunca había visto. Una verdadera ocupación autogenerada donde jamás faltó la hospitalidad y la buena comida.
Cuando en la misa previa al entierro, el padre Fernando Cardenal dijo que Miguel Ernesto había tomado la decisión de optar por el ejemplo de Jesús y la opción por los pobres, esas palabras tuvieron resonancia en mí. Y estas anécdotas que acabo de contar volvieron a estar presentes. Si yo fuese sólo un amigo de Ana Margarita que asiste a las exequias, las palabras del padre tal vez serían sólo información sobre las cualidades del papá de mi amiga, pero yo fui testigo de esa decisión, yo mismo llegué a contestarme la pregunta que me hice cuando empecé a colaborar con él, yo llegué a esa conclusión a través de su comportamiento, de sus acciones, nadie me lo contó. Yo lo viví.
Una vez almorzando, en uno de esos viajes en el norte del país, me dijo: "La política es una acción de amor".
Y ahora pienso que en estos tiempos en que se mancilla la memoria y el sacrificio de tantos que lucharon por la libertad de Nicaragua, como ironía cruel de nuestra historia, el ejemplo e ideario de Miguel Ernesto Vijil, resumido en esa frase, no puede correr con la misma suerte, tiene que resonar en la cotidianeidad de todos los que lo conocimos y lo llegamos a querer. Para no olvidar ni desapegarnos de la razón de lo que pretendemos: una vida mejor para toda Nicaragua. La política es una acción de amor.
Managua 6 de junio de 2013.
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