El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 9 de junio de 2010

Me quema la palabra

DANIEL EN EL CIELO
Luis Rocha
¿Se acuerdan ustedes del extraterrestre ampuloso, desmesuradamente orejón y proporcionalmente servil con los dictadores de turno? ¿El que mencionamos la semana pasada en el artículo “Somoza en el infierno”? ¿El mismo que aletea sus orejas para empinarse y oficiosamente decirles o escribirles a los monarcas cualquier zalamería? ¿Ese, el que no se cansa de ensalzarse y cobijar como una gallina culeca la corrupción de los gobernantes para justificar la suya propia y sus cotidianas arbitrariedades pisoteando leyes, como por ejemplo cambiando alcaldes según sus antojos partidarios? ¿El mismo que, como cierto cura “transformado”, tiene la descabellada idea de que nos traguemos que es así como se ama a los pobres? En fin, ese que es el “propio” de Daniel y que vino a la tierra raudo y veloz para congraciarse una vez más con el caudillo y su aparato de seguridad calumniando, inútilmente, a Onofre Guevara López por articulista ético y ciudadano HONRADO y por ello ejemplar. Pues sí, es el mismo a quien le gusta mezclar sus antiquísimos méritos de luchador, con un desastroso presente suyo que sepulta aquellos. Pues ahora les digo, para no extenderme demasiado en éste inventario de la vileza, que sobre todo vino para prevenir a Daniel de los peligros que le esperaban, después de su inmortalidad terrenal, en la otra vida.
Fue así como segundos después de enterarse que los Somoza lo estaban esperando en el infierno, los monarcas comenzaron a hacer los preparativos para irse al cielo. El secreto de ésta operación consistió en propagar la peste de la amnesia religiosa, al igual que se había hecho con la historia al borrar de ella a héroes que pudieran hacer sombra a la única imagen que puede ser objeto de veneración en este reino: la del monarca. No es que él hubiera renunciado a la reelección perpetua –por lo menos en este mundo-, sino todo lo contrario, pues dadas sus costumbres se proponía también llegar tarde a su vida de rey en el cielo. Para mientras tanto, y asegurarse de no encontrarse con los impacientes Somoza, decidió sumar al fichaje imperecedero del Cardenal Obando, el de un clérigo más carismático que humilde, y que con su apariencia de justo había predicado contra la corrupción, también imperecedera de su gobierno, en Betania.
Hasta allá se dirigieron, con la parsimonia que solo puede dar el abuso de poder, los monarcas, y tardaron cinco horas, con todos sus eternos minutos y segundos, en llegar triunfalmente después de la hora supuestamente prevista, pues así lo habían previsto ellos. Pero aquel clérigo, jefe de una antaño belicosa tribu de Israel, curiosamente estaba revestido de una impermeable paciencia, y en menos de lo que cantó el gallo de San Pedro, por una especie de conjuro comenzó a padecer de una prodigiosa amnesia, gracias a la cual olvidó morteros, pedradas y garrotazos a las manifestaciones pacíficas que, ahora lo descubría, por cosas del diablo había defendido. Y olvidó sus propias palabras, sustentadas en las de Cristo, llamando a la desobediencia civil y a expresarse valiente y libremente contra la represión; contra el enriquecimiento ilícito de incondicionales y serviles en el poder; contra el denigrante trato a los empleados públicos, chantajeados, al igual que ocurría cuando los Somoza, con la obligación de asistir a las concentraciones partidarias de los monarcas, so pena de perder sus trabajos; contra el pacto de los corruptos que no cesa; y contra diputados y magistrados banales y venales. Todo, repentinamente esa vez en Betania, quedó atrás. Todo se quemó en un beato olvido. En cenizas se convirtieron las verdades cuando aquel clérigo, por ser “una persona totalmente libre”, decretó ante la realidad de la verdad el borrón y cuenta nueva que dio paso a su propia mentira.
De manera que cuando los monarcas llegaron a Betania, sabían todo esto y más. La también planeada foto con el clérigo, pletórica de sonrisas y abrazos entre la amnesia religiosa y la astucia monárquica, fue algo así como el pasaporte al cielo de la pareja real, y más cuando el clérigo en un arrebato indescriptible, como un poseído indignado con su pasado, en nombre del presente y del futuro ungió al rey como prototipo del buen samaritano. ¿Cuándo dijo la verdad aquel cura, antes o después que cantara el gallo? Desde luego que él es un hombre libre de decir que estos monarcas se sacrifican por los pobres; que la reelección, a la que jamás han renunciado ni renunciarán, es justa y necesaria ya que permite que tanta bondad no se interrumpa; y por ello, por supuesto, libre es de volverse consejero de la pareja, tal y como dice que se lo pidieron. Ser consejero de la pareja debe de estar por encima de los Consejos del Poder Ciudadano, e incluso de ser el único fundador sobreviviente de ésta farsa. Una gran responsabilidad.
Como éste clérigo es, no cabe duda, un hombre inteligente en uso de razón, sabía y sabe que los resultados de esa visita y sus ensalmos de ensalmador, estaban y están fríamente calculados por anfitrión y huéspedes. ¿Un ciclo agrícola se promocionaba o el interminable ciclo del poder? Ésta situación me recuerda el poema de José Agustín Goytisolo, “Erase una vez”, musicalizado por Paco Ibañez: “Erase una vez/un lobito bueno/al que maltrataban/todos los corderos…” ¡Ah, que equivocados e injustos hemos sido los corderos, maltratando a los lobos! Me faltaba ver a un depredador convertido, por obra y gracia del espíritu de sanación, en cordero y a un dictador transformado en buen samaritano. ¿Con esas credenciales, cómo no se va a ir al cielo Daniel?
¡Eloí, Eloí, lama sabakhtaní!
luisrochaurtecho@yahoo.com
“Extremadura”, Masatepe, 10 de junio de 2010.

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