El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

lunes, 14 de junio de 2010

Anacronismo y actualidad de un refrán

Onofre Guevara López


Durante la celebración del treinta aniversario de la fundación de EL NUEVO DIARIO, el experimentado profesional del periodismo, doctor Danilo Aguirre Solís, uno de sus directores, transmitió en una entrevista con Luís Galeano, algunas lecciones nacidas de su práctica acerca de cómo hallarle su alma a una noticia para poderla reflejar en el titular. Es una práctica cotidiana trasladada al lector, quien se orienta sobre del significado de la noticia con solo leer el titular.

Lo sé, porque, como lector, a mí me sucede igual. Las lecciones de Danilo no todas están en positivo en cuanto a los elementos a utilizar para redactar un titular; también enseña que no todos los elementos del lenguaje popular se pueden utilizar siempre con éxito. Por ejemplo, se falla y se le falla al lector, cuando en el titular se utilizan “anacronismos, porque los tiempos han cambiado (…) y eso es otro arte, no dejarte perturbar por el tiempo, porque si te quedás prendido en el pasado te quedás repitiendo cosas que a estas alturas no se entienden”(*). Es decir, hay refranes que fueron de uso y comprensión en otra época, pero en la actualidad ya son anacrónicos y, por lo mismo, incomprensibles para los lectores jóvenes.

El refrán “Echarle La Nandaime”, ya es un anacronismo, pero su sentido nunca ha perdido actualidad, debido a que la demagogia electorera es asunto de todos los tiempos. Y este refrán, con el tiempo adquirió un nuevo significado diferente al que tuvo en su origen, de manera que ahora tiene dos significados.


Del dicho del doctor Aguirre, otro diario pasó al hecho cinco días después, y tituló una noticia así: “Mined ´echará la Nandaime´ a la primaria” (**). ¿Cuántos lectores y periodistas conocen el significado de “echarle la Nandaime” a algo o en contra de alguien? Creo que no lo saben ni todos los habitantes actuales de mi patria chica. El significado que le da el titular referido al refrán, es algo que se hace de forma apresurada y cuyo resultado no tiene ninguna calidad. Aunque es anacrónico, está correctamente aplicado. No obstante, lo que sé acerca de su origen, el refrán nació con otro significado.

El significado original surgió de un engaño producido por el discurso electorero y demagógico de un candidato presidencial que, en una ocasión, llegó a la Nandaime tras la conquista de los votos de sus habitantes. Aparentemente, la última versión de “echarle la Nandaime” no tiene tanta relación con la cuestión política electorera, pero la primera versión sí, la tiene.

Mi conocimiento de la versión original del refrán, es la siguiente: los viejos ya desaparecidos de mi familia contaban que durante una de las tantas farsas electorales de la Nicaragua de siempre –la misma que las clases dominantes la han tratado como de su propiedad y de espaldas al cambio—, se apareció en Nandaime el candidato oficialista ha ofrecer lo que nunca pensó cumplir como presidente. Y no cumplió, sea por haber ganado o por haber perdido, pues de todas formas, no cumplir ha sido la costumbre.

Como se sabe, Nandaime es municipio del Departamento de Granada, y en cuya capital del mismo nombre estaba la Terminal del flamante Ferrocarril del Pacífico de Nicaragua. Los nandaimeños de entonces sólo podían tener acceso a esa ciudad a través de un camino descalzo, haciendo el recorrido de los veinte kilómetros que los separan de “La Gran Sultana” a pie, en caballo o en carreta. En aquellas condiciones, es de imaginar de qué tamaño podía ser el sueño de los nandaimeños por ver llegar el ferrocarril a su ciudad.

Y con esa carencia del soñado ferrocarril, el político inescrupuloso pudo armar la trampa electoral para aquellos incautos ciudadanos, de los cuales diré –para salvaguardar su honor— que no eran, no son ni serán los únicos incaustos en nuestro país, ante los discursos electoreros. La ingenuidad política, es un mal nacional que afecta a la mayoría de los conciudadanos. Pues bien, el momento oportuno del oportunista candidato llegó: además de ofrecerles que el ferrocarril llegaría hasta Nandaime en cuanto él ganara la presidencia, les aseguró que para probarles su buena intención, el gobierno del cual él era su candidato, ya había comprado la máquina que arrastraría ese tren y la había bautizado… ¡“La Nandaime”!

Ese fue el momento cuando el sinvergüenza candidato les echó “La Nandaime” a mis coterráneos. Me ha sido difícil averiguar a cuál de los partidos tradicionales –Liberal o Conservador— que se turnaban en el poder desde los días del post coloniaje español, pertenecía aquel candidato, pero, para los efectos prácticos del engaño acostumbrado, era y es lo mismo que fuera de uno o del otro partido. Si en la actualidad es difícil saber cuál es peor de los exponentes del nuevo paralelismo –el orteguismo o el arnoldismo—, menos que en aquellos días mis coterráneos lo pudieran averiguar respecto a los liberales y conservadores.

Por la edad de quienes contaban esta historia que, a su vez, escucharon en boca de otros más viejos, a mis antepasados les habrían echado “La Nandaime” en los días finales de los treinta años conservadores de nuestra “edad media” tropical. Pero es fuerte la presunción de que también pudiera haber sido durante los 17 años de la dictadura reformista liberal de José Santos Zelaya. Lo digo, porque la demagogia del candidato que nos echó “La Nandaime”, pudiera haber coincidido con la segunda y más grande intervención armada imperialista contra nuestro país, cuando el ferrocarril fue una de las empresas del Estado nicaragüense que pasó a ser controlada por los interventores, como si fuera de su propiedad. Y, en tal caso, el candidato ya no podía hacer nada, si es que lo quiso hacer alguna vez.

Si el engaño hubiese sido en los días inmediatos anteriores a la intervención gringa de principios del Siglo XX, haría más evidente la culpa de los políticos mentirosos del conservatismo. Pero, en fin, ¿qué diferencia hay que el engaño hubiese sido bajo un gobierno conservador o un liberal, si eran engaños parecidos a los que están ocurriendo todavía con las nuevas paralelas? Además, ya es extemporáneo poner de ejemplo lo que se hizo y no se hizo con el tren, después de que el gobierno libero-conservador de la UNO lo pasó a mejor vida, vendiéndolo como chatarra, y de paso, echándole “La Nandaime a medio país, al dejarlo sin ferrocarril. Al otro medio país, el Caribe, le han echado “La Nandaime” con el tren, y con todo, desde su rescate del colonialismo inglés.
La diferencia entre el ayer y el hoy es que entonces –y ubicando el suceso nandaimeño bajo cualquier gobierno— aún no aparecía en el horizonte histórico alguien llamado Sandino, y ahora estamos en la etapa post Sandino, del cual nos quedó una herencia de autonomía política frente a las “ocas del senegal”. Y como uno de los nuevos miembros de la paralela política se está queriendo robar esta herencia, hay muchos nicaragüenses en disposición de iniciar algo para evitar que le sigan “echando La Nandaime”.

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