El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 16 de julio de 2013

Los “resignados” y sus temores



Onofre Guevara López

Bastó que Daniel Ortega aceptara conceder asilo a Edgard Snowden para que muchos nicaragüenses declamaran su “pragmatismo resignado”, igual que viejos políticos libero-conservadores. Fingen haber creído que Daniel habló en serio, pues se dieron cuenta que se decidió por el asilo hasta después de Maduro, convencido de que Snowden no optaría por una nación más débil. Conocen su estilo de proyectarse internacionalmente, pues ya conocen lo que hace con el Alba: lanzar discursos solidarios y revolucionarios para compensar la colaboración económica que recibe.

Lo de Daniel les permitió expresar temores ante las posibles reacciones del gobierno norteamericano, y también les dio la oportunidad de justificar cualquiera de sus medidas: “A Nicaragua no le conviene que su Gobierno mantenga una actitud de hostilidad y provocación contra EE.UU, ni siquiera de manera retórica y mucho menos con actos agraviantes” (editorial de La Prensa del 09/07/13).

Carlos Cuadra Pasos, ideólogo conservador, ya había culpado a Zelaya y a nuestro país por las intervenciones norteamericanas: “Nicaragua, por su condición anárquica vivida desde su independencia y por el desorden causado por la política doméstica y la conducta internacional de Zelaya, era un candidato natural para el intervencionismo de los Estados Unidos”. Su mensaje fue claro: la intervención no es política del imperialismo, sino causada por la naturaleza díscola de los nicaragüenses.

Por esa razón, un normal acto de soberanía nacional, aunque demagógico de parte de Ortega, les parece una “hostilidad”, una “provocación”, unos “actos agraviantes” que provocan escozor en la epidermis del inocente Estado norteamericano.

Con igual sentido, señores de las cámaras patronales reaccionaron preocupados por lo que imaginan podría ser la respuesta norteamericana, como ocasionar la pérdida de las remesas. Están en lo cierto, aunque sus socios no reciben remesas, sino utilidades.

El hecho es que –como clase— el empresariado le otorga a las remesas un carácter permanente y factor económico vital para el desarrollo del país y el bienestar de su gente. Pero en verdad, las remesas delatan su culpabilidad histórica por haber desarraigado de su patria y su familia a tantos miles de nicaragüenses.

O sea, que con la exportación de la fuerza de trabajo, ha descargado su responsabilidad de no haber sido capaz de abrirles oportunidades de trabajo en su país, ni siquiera en las clásicas pésimas condiciones laborales del sistema. Ese hecho, motivo de vergüenza nacional, se le vuelve preocupación por la estabilidad económica nacional.

Igual les pasa con las zonas francas, enclaves de explotación de la fuerza de trabajo barata, que las consideran una generosidad de las transnacionales y fuente de progreso industrial, cuando solo dejan al país los bajos salarios de más de cien mil trabajadores, mientras aprovechan los privilegios que el gobierno les concede. Los empresarios piensan –y por desgracia tienen razón—, que sin esas plazas sería peor la situación económica de esos trabajadores, pero detrás de ese hecho no ven su responsabilidad –o su incapacidad compartida con el Estado— por no haber podido crear centros productivos que pudieran absorber esa mano de obra.

Los “pragmáticos resignados” hace rato renunciaron a impulsar una economía independiente. Temen que falten las remesas y desaparezcan las zonas francas, porque –de suceder así— a los ojos del pueblo serían más obvias sus responsabilidades e incapacidades de no haber asumido el desarrollo económico de país, sin el tutelaje extranjero. Les ha sido más fácil ponerse a vender productos de lujo importados que impulsar la producción para el consumo nacional y la exportación.

Se acostumbraron a ser clase subsidiaria del gran capital extranjero, y a ver al Estado depender de los préstamos de los organismos financieros que controlan los Estados Unidos. Sin contar la supeditación política que eso trae consigo. Este gobierno, tampoco está fuera de esa órbita, y por eso los patronos saben que lo de Daniel es solo una pose, que todo lo tiene fríamente calculado: nunca creyó que Snowden se asilaría en Nicaragua y, en consecuencia, tampoco habría represalias estadounidenses. Los intereses que Ortega, familia y sus adláteres han creado desde el poder, son frenos que impiden materializar las declaraciones retóricas con las cuales disfrazan sus negocios con el Estado. Las cámaras patronales conocen la fórmula orteguista: retórica “revolucionaria” y enriquecimiento.

Eso lo saben bien los empresarios y comparten los resultados. Entonces, ¿por qué expresan tantos temores? Porque con su “pragmatismo resignado”, están librando su cubo ante los Estados Unidos. No vaya a ser…



El tal Snowden no puede imaginar siquiera cuántos extraños sentimientos humanos ha logrado sacar a flote con su denuncia.

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