El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Atados de cacho y barba



Onofre Guevara López



Archivo/Confidencial
Las opiniones en torno al proyecto del Canal Interoceánico, son de lo más lógicas y necesarias. Pero hasta ahora han predominado las opiniones desde el ángulo de quienes se oponen, no al proyecto del Canal, sino a las condiciones del tratado, y muy poco han participado quienes lo defienden, pues se han limitado a pregonar sus bondades, y cuando hacen referencia a sus probables daños los minimizan o suponen que serán mayores los beneficios.
Incluso, evaden referencias al Canal como base del desarrollo sostenible del país, tema sobre el cual el economista Adolfo Acevedo, ha expuesto ideas como esta: “Es cierto que el proceso de construcción de un Canal interoceánico tendría como efecto un importante auge temporal de la actividad económica (…). Sin embargo, este efecto temporal debido al efecto directo y multiplicador, de ninguna manera resulta equivalente a un esfuerzo de desarrollo del país, que pueda auto-gestionarse en el tiempo.”
Es vez de interesarse en temas como ese, el gobierno ha marcado a la discrepancia con el sello político opositor, y le niega su interés patriótico en torno al asunto. Desde el comienzo el gobierno se negó a promover una previa consulta con la ciudadanía sobre el proyecto le negó su carácter nacional, porque lo tiene como un negocio particular entre el inversionista chino y el Estado, pero el Estado tenido a su vez como algo propio del gobernante. El mismo Ortega se ha auto anulado como portavoz del proyecto, dejándole esa función a Wang Jing, quien –como ya se ha visto—, ha tenido que ser desmentido por la empresa HKND Group, dado que ha tomado nuestra geografía como su juguete personal, como si el país le perteneciera gracias al acuerdo con Ortega.
Ortega está funcionando como un simple propagandista del proyecto y, de hecho, aceptando como correcta la preeminencia del ciudadano chino sobre asuntos del Canal, lo que, al menos en eso, debería ser competencia de los nicaragüenses. El mapa de Nicaragua presentado al revés ante el mundo, y el anuncio de la definición de la ruta para el canal al gusto de Wang Jing, sin los estudios previos es lo menos grave, pese a que solo eso representa una burla para el país. Lo más importante, es el carácter unilateral del acuerdo: es decir, todos los derechos para el inversionista, y solo las obligaciones para Nicaragua.
Ese tema, lo ha abordado un partidario de la concesión canalera con tal anti patriotismo, que califica como “voces altisonantes” las opiniones de los ciudadanos que se oponen a la unilateralidad del convenio, tratado o como quiera llamársele. La mala intención de darle sentido peyorativo a ese calificativo contra las voces que defienden la soberanía nacional no pasa de ahí, si tomamos en cuenta que el significado de “altisonante” es lo sonoro y lo enfático, porque ante los perjuicios de la concesión, más bien hace falta hacer más sonora y enfática la denuncia de su perfil traicionero.
El carácter unilateral de esa concesión denuncia su perversidad contra los intereses nacionales. Y es lo que pretenden justificar, cuando dicen que si el Estado nicaragüense no tiene recursos líquidos para financiar el proyecto, no arriesga capital propio, ni va a sacar un solo centavo de su bolsillo, lo justo es entregar el país amarrado de cacho y barba, sin ningún derecho ni siquiera de protestar ante cualquier desmán que el inversionista cometa en su contra. O sea, que les parece bien que Nicaragua cargue con todas obligaciones y sin tener ningún derecho.
En consecuencia, los orteguistas miran justo, nada lesivo ni ofensivo para nuestro país, que sus tribunales de justicia, por ejemplo, no puedan conocer de ningún reclamo del inversionista en contra del Estado nicaragüense, porque –dicen— sería “un juicio de tigre suelto contra burro amarrado”. No les molesta que los tribunales de justicia estén al servicio del poder personal de Ortega, sino el hecho de que se atrevan actuar en un juicio donde se involucren los intereses de la transnacional.
Como no tenemos “los centavos” (en realidad, las decenas de miles de millones de dólares), les parece bien que el país haga de burro amarrado ante el tigre chino suelto. Casi se preguntan, ¿y para qué sirve la soberanía? Y como creen que son más valiosos los “centavos” extranjeros que nuestra soberanía, casi gritan… ¡entreguémoslo todo, y vivamos bonito sin quejarnos de nada!
Si el “pecado” de Nicaragua es carecer de los “centavos” que les sobran a los capitalistas extranjeros, el criterio de los apátridas es que debe pagarlo con todo lo que tenga. Con ese espíritu celestinesco, los partidarios de la concesión canalera a Wang Jing –y a quienes están detrás de él—, recomiendan que la niña de nuestro país, su soberanía, sea vendida a cualquier precio, si de todas maneras hace mucho tiempo que perdió su virginidad ante otro gobierno y sus transnacionales.
Esa muestra de lipidia ética, ofrece suficiente prueba de que se está consumando una traición contra Nicaragua, y por ello no se debe vacilar y ser sonoros y enfáticos al máximo en su defensa.

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