El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

domingo, 2 de junio de 2013

Diversidad cultural en el Caribe: itinerarios para un Coloquio

Entre el lunes 20 y este viernes 24 de mayo, tuvo lugar en la Casa de las Américas una nueva edición del Coloquio Internacional La Diversidad Cultural en el Caribe, organizado y convocado por la institución cubana a través de su Centro de Estudios del Caribe. El evento propició el encuentro de casi un centenar de estudiosos, escritores, intelectuales y artistas caribeños y de otras procedencias quienes se acercaron a la riqueza de una región que trasciende fronteras geográficas.


PREPARANDO EL COLOQUIO
Sylvie Glissant: "Para Édouard, la Casa era un lugar-mundo"
La viuda del intelectual martiniqueño llegó el viernes 17 a la Casa de las Américas, y se enfrascó en los últimos detalles del Seminario que el Coloquio dedicaría a Édouard Glissant y en las exposiciones relacionadas con el pensamiento y la obra de su esposo 

En una de las fotografías de esta mañana en la Casa de las Américas, Sylvie Glissant, viuda del gran intelectual martiniqueño Édouard Glissant, muestra al poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, presidente de la Casa, una obra plástica de gran formato. Más tarde, narró su historia.
En el año 2002, para la Bienal de Venecia, el autor de El discurso antillano preparó una intervención breve sobre la utopía, y le pidió a Sylvie una gráfica que ilustrase su idea. Cuando estuvo lista la obra, el escritor le añadió, de su puño y letra, un fragmento de aquella hermosísima celebración de la posibilidad. Pocas semanas más tarde, no obstante, la obra fue destruida por un incendio.

“Le habíamos hecho unas fotos ―dice la directora del Institut Tout-Monde― y pensé que sería bueno para este seminario sobre Glissant, hacer una suerte de reescritura. Édouard no está ahora más, y reconstruir la obra sobre la versión fotográfica y hacer que ella reciba a los participantes en la Sala Che Guevara, serviría para marcar su presencia en el espacio y en los debates. En la Casa, con esta iniciativa, renace también su utopía, su imaginación poética”.

Esta conversación transcurre en la mañana del viernes. Cuando amanezca el lunes, la Casa de las Américas estará siendo ocupada por las decenas de participantes en el Coloquio Internacional Diversidad Cultural en el Caribe, y Sylvie Glissant les estará dando la bienvenida desde la más amplia sala de la institución. Un seminario sobre la vida y el pensamiento de su esposo será justamente lo que inaugure el evento, y para la artista, estar aquí significa constatar que “la Casa era para Glissant un lugar mundo, como el propio instituto que fundó”.

El martiniqueño inauguró el Institut du Tout-Monde en el año 2006, y desde su fallecimiento en 2011, su viuda ha estado al frente de los seminarios, las publicaciones, las exposiciones, todos los proyectos que soñó promover desde ese espacio. Y “no solo en Francia, sino en el Caribe y el resto del mundo”, apunta Sylvie. El centro “es un espacio mutuo, estructurado según el pensamiento de Édouard, siempre buscando las relaciones, y donde cada una de las personas que ahí trabajan aportan su talento, experiencia y genialidad”.

Una de sus principales iniciativas ha sido el Premio Carbet del Caribe, un reconocimiento que en los dos últimos años ha ido a parar a manos de autores cubanos: Leonardo Padura y Karla Suárez.

Desde el Instituto, Sylvie Glissant ha mantenido una cercanía respecto a este seminario y a las exposiciones previstas en el programa. Le emociona particularmente la muestra que agrupa las visiones de su esposo en torno a otros tres artistas: los cubanos Wifredo Lam y Agustín Cárdenas, y el chileno Roberto Matta. “La exposición mostrará la correspondencia y la complicidad entre ellos cuatro. Fueron grandes amigos; pero más allá de esa relación, sé que Glissant notaba que esos artistas formaban parte de la misma poética, de la misma intención reveladora de la Caraïbe tout entière”, opina la viuda.

Y en la conversación se refirió, además, a otra muestra que relaciona el arte del también martiniqueño Victor Anicet con la poesía de Glissant: “es magnífico que hayamos podido traer a La Habana esta exposición, porque Édouard fue justamente quien organizó la primera muestra personal de Anicet, y la relación entre ambos fue siempre muy fértil”.

Para estas muestras, recordó, ha sido clave el trabajo de la poeta cubana Nancy Morejón, amiga y compañera de pensamiento de Glissant, en la traducción de las obras del martinqueño. “Hasta hoy, ella es la única traductora que ha tenido su obra, y creo que ella aporta además, en esa labor para nada sencilla, su propia mirada poética”.

Desde el arte y la palabra, entonces, Édouard Glissant desanda otra vez la Casa de las Américas. Y Sylvie le acompaña, como siempre fue
DEL LUNES 20
Palabras de Sylvie Glissant, directora del Institut Tout-Monde (Francia) en la inauguración del Coloquio Internacional La Diversidad cultural en el Caribe, que sesionará en la Casa de las Américas desde este lunes 20 hasta el 24 de mayo

por Sylvie Glissant

Estimados señoras y señores, estimados amigos de la Casa de las Américas, Les agradezco mucho su presencia en ese primer día del seminario dedicado a Edouard Glissant. Antes de todo quisiera darles las gracias por su invitación a Roberto Retamar y a Yolanda Wood, así como a toda la Casa de las Américas, que permitieron que se llevara a cabo ese proyecto. Gracias también a la Embajada francesa, en especial a Bernard Grau por su colaboración y apoyo. Y quiero saludar a mi entrañable amiga Livia Cárdenas.

Es un placer muy grande estar aquí en La Habana con ustedes para celebrar la semana de la Diversidad Cultural en el Caribe, es también un placer muy grande estar aquí en ese lugar tan simbólico, histórico y al que Edouard Glissant le tenía especial afecto.

Para él este lugar era un lieu-commun, un lugar común, o sea “un lugar donde una visión del mundo se encuentra con otras visiones del mundo”, un lugar de encuentro e intercambio, un lugar de lo imprevisible y de creolización.

Pero sobre todo era la casa de las Américas para él una casa.

Un espacio de vida, como los que amaba con pasión e imaginó.

Un espacio de creación, de invención y de diálogo, y pienso en especial en el Instituto Martiniqués de Estudios, fundado en los años setenta en Martinica, pienso también en los encuentros del Parlamento Internacional de Escritores que se celebraron en varias ciudades como Estrasburgo o Lisboa.

Pienso también en el Museo Martiniqués de Artes de las Américas, museo nómada que presentó durante dos años la exposición “Espacios de las Américas” en el Caribe y América Latina.

Por fin pienso en el Institut du Tout-Monde, lugar creado en el 2007 en París, y cuyo rizoma sigue extendiéndose y trabando relaciones entre Nueva York, Túnez, las Guayanas y las varias islas de Antillas, del Pacífico, desde Japón hasta la isla de Pascua, y hoy con Cuba, que representó mi amiga Nancy Morejón aquí presente al lado de Edouard Glissant a lo largo de las veinticinco ediciones del premio Carbet del Caribe.

Era entonces la Casa de las Américas un hogar donde él se sentía como en casa, porque era la Casa de las Américas, o sea la casa precisamente de esas Américas plurales y barrocas de las que el Caribe constituía, a todas luces, el punto de conjunción y de Relación.

Cito a Edouard Glissant: “el Caribe es un mar que abre y difracta sobre identidades distintas pero concordantes”.

Era la Casa de las Américas para él uno de los elementos importantes del Caribe, lugar esencial donde se revelan los procesos de creolización. Un lugar de partida y un lugar de existencia.

Por cierto, quisiera mencionar un número del periódico El Correo de la UNESCO que dirigía entonces Edouard, un número de diciembre del mil novecientos ochenta y uno, “Caribe de voces múltiples”, por ocasión del cual Edouard reunió a los intelectuales más destacados del Caribe y amigos suyos, entre ellos Alejo Carpentier, Aimé Césaire, René Depestre y Roberto Fernández Retamar.

Anunciaba aquel número y prefiguraba, de manera poco sospechable, el acontecimiento que hoy nos reúne.

Escribía Alejo Carpentier: “Empezamos a distinguir y a entender el conjunto del conglomerado caribeño enfrentando lo que nos une y distingue, lo que nos hace a la vez semejantes y singulares, lo que nos pertenece en propio y lo que pertenece a todos”.

Y quizás contestaba Carpentier a Roberto Fernández Retamar que anunciaba la idea fundamental de ese coloquio: “Se acompaña nuestra identidad cultural de una conciencia siempre más aguda de todo lo que tenemos en común, a pesar de que hablemos idiomas diferentes”.

No quiero desbordar en los debates, y quisiera terminar solo diciendo que me alegro de ver aquí discutido de nuevo el tema tan importante para Edouard y para nosotros, de laCaraïbe tout entière: “Ser caribeño, decía él, es vivir aquella unidad-diversidad, es abrirse a lo múltiple”. Esta visión que compartía con los que acabo de evocar, pero también con José Martí, Derek Walcott, Nicolás Guillén, Frantz Fanon, Kamau Brathwaite y tantos pensadores y poetas del Caribe. Y se está realizando ahora esa visión.

Hoy en día no se puede pensar el Caribe sin incluir todo el Caribe y pensamos el mundo con el Caribe. Para pensar no podemos prescindir de Cuba, de Haití, de Bahía, de Cartagena de Indias y de todos los artistas que provienen de las muchas orillas del archipiélago de las Américas. Es imposible no advertir que hoy todos, con nosotros, se encuentran, se hablan y se entienden, más allá de los idiomas, a través de un mismo lenguaje. Esa poética de la Caraïbe tout entière y de la Relación, la soñaron los poetas y los artistas.

El acontecimiento que nos reúne nos demuestra que se hizo realidad por fin.

Mis últimas palabras serán las de Edouard Glissant:
    La literatura y la poesía del Caribe rebasan poco a poco las limitaciones de las lenguas, para experimentar lenguajes convergentes. Un lenguaje es la actitud que se adopta respecto a las palabras y el idioma que usamos. Tengo la impresión por ejemplo, escribiendo en lengua francesa, de tener el mismo lenguaje que Alejo Carpentier, quien escribía en español cubano: una misma manera de fiarse de las palabras, de no ser parco en su empleo, de no restringirlas con racionalizaciones excesivas, de recurrir a los ritmos y a las categorías de lo invisible y de lo maravilloso, y una misma voluntad de profetizar el pasado tanto como de no prejuzgar del porvenir. Las lenguas que usamos, las volvemos a crear. Que la identidad caribeña nunca es la misma, no hay monotonía del Caribe, que es por cierto una antología de los paisajes tropicales. Sino que esa identidad obedece a las mismas estructuras: de mezcla, de proyección libre, de permanente rebasamiento.
Y quiero con esas palabras agradecerles a todos ustedes su presencia y desearles una bella y fértil semana de intercambios
Glissant incrementó mi conciencia de ser caribeño
Palabras de bienvenida de Roberto Fernández Retamar en la inauguración del Coloquio Internacional La Diversidad cultural en el Caribe, este lunes 20 de mayopor Roberto Fernández Retamar

El Caribe es un área geográfica y cultural que se ha hecho sentir sobre todo en las últimas décadas, durante las cuales los organismos internacionales comenzaron a hablar de “la América Latina y el Caribe”, señal inequívoca de su especificidad. En acuerdo con ella, en 1979 la Casa de las Américas creó en 1979 su Centro de Estudios del Caribe.

Se trata de la región del mundo a la que llegaron europeos hace algo más de medio milenio, en lo que sería llamado erróneamente el “descubrimiento de América”. Como dichos europeos creían haber llegado a Asia, nombraron a aquella región “las Indias”. Todavía en inglés se perpetúa ese error, al llamar “West Indies” al Caribe. Al resultar la región pobre en oro, que los europeos buscaban ansiosamente, hicieron nacer allí la plantaciones, empresas modernas y terribles para hacer producir las cuales se introdujeron millones de esclavos procedentes de África. Ello dio lugar a lo que el jamaicano Rex Nettelford llamaría “The African connection”, la conexión africana, la vasta presencia negra común en el Caribe. Darcy Ribeiro llamó a los nuestros países no “trasplantados”, como la Argentina, ni “testimonios” como Bolivia, sino “pueblos nuevos”, donde todos sus variados integrantes han venido de afuera y se está fusionando en lo que Fernando Ortiz consideró un fenómeno de transculturación.

Su diversidad es debida a ser el Caribe “frontera imperial”, como subtituló el dominicano Juan Bosch su memorable libro De Cristobal Colón a Fidel Castro (1970). Ese mismo año otro relevante intelectual y político del área, el trinitario Eric Williams, publicó su obra From Columbus to Castro. Siempre he pensado que dichos títulos comunes son deudores del epílogo que el trinitario C.L.R. James añadió en 1963 a su obra fundadora The Black Jacobines (1938). Dicho epílogo se titula “From Toussant L’Ouverture to Fidel Castro”, publicado casi íntegramente en el número que a mediados de la década del setenta dedicó la revista Casa de las Américas a Las Antillas de lengua inglesa. Y el libro entero sería publicado por vez primera en español por la Casa de las Américas, pues una editorial española lo había publicado antes mutilándole el epílogo. Aquella “frontera imperial” era la región donde combatían entre sí las potencias colonialistas.

No obstante su evidente diversidad (visible en las lenguas de orígenes metropolitanos), el Caribe posee lo que el barbadiense Kamau Brathwaite llamó una unidad submarina, patente en estructuras económicas, en desafíos políticos, en músicas, en creencias religiosas.

La primera guerra por la independencia en nuestra América ocurrió en Saint Domingue, llamado por sus libertadores Haití (1791-1804). Aquel fue también el primer país en el mundo en abolir la esclavitud. El primer movimiento antimperialista surgió en Cuba en 1895, como lo plateó José Martí. Y el primer país socialista americano ha sido nuevamente caribeño: Cuba.

En este 2013 conmemoramos dos centenarios mayores. Uno es el del dominicano Pedro Mir, cuyo libro inicial, Hay un país en el mundo (La Habana, 1949), me permitió escribir sobre él una de mis primeras reseñas, y de quien, poeta mayor de su país, la Casa de las Américas publicó una antología de poesía junto con otras de Jacques Roumain y Jacques Viau. El otro centenario caribeño mayor es el del martiniqueño Aimé Césaire, cuyo Cahier d’un retour au pays natal tradujo al español en 1944 Lydia Cabrera y apareció con ilustraciones de Lam. Se ha dicho que ese texto influyó en el del cubano Virgilio Piñera La isla en peso. Césaire siguió trabajando en su poema, y los añadidos fueron vertidos al español por Lourdes Arencibia. La Casa de las Américas ha publicado de Césaire una antología poética y varias colaboraciones en la revista Casa, donde aparecieron dos entrevistas realizadas durante el Congreso Cultural de La Habana (1968) por Sonia Aratán y René Depestre. Por su parte, el Instituto cubano del Libro publicó su libro sobre Toussaint L’Ouverture.

Entre los alumnos de Césaire en el Liceo de Martinica se encontraron Frantz Fanon y Édouard Glissant. Césaire, como se sabe, defendería lo que en su poema citado llamó la negritud. Fanon postularía la lucha anticolonial en el mundo, tan cara al Che Guevara. Y Glissant, criollización, lo que en el Seminario que le estará dedicado ha sido llamado “la Carïbe toute entiére”.

Estoy en deuda con Mir, con Césaire (no solo con su gran poesía, sino con otras obras suyas, como su Discours sur le colonialisme, cuya estremecedora lectura inicial en el París de 1955 aún recuerdo, con Une saison au Congo, que traduje parcialmente para el número de 1966 de la revista Casa dedicado a África en América, desde luego con su adaptación para un teatro negro de La tempestad). Y tengo una deuda particular con Glissant: Nos hicimos amigos en París, en 1960, e incluso proyectamos entonces una revista para la que solicitamos el apoyo de Alejo Carpentier, tan admirado por ambos. Pero sobre todo porque Édouard, a quien llamábamos cariñosamente Edú, incrementó mi conciencia de ser caribeño. El Instituto Cubano del Libro publicó una traducción de su novela La Lezarde, las revistas Casa y Anales del Caribe diversos textos suyos, la Casa de las Américas poemas traducidos por Nancy Morejón (también lo hizo Vigía) y su clásico Discurso antillano. Y no puedo dejar de mencionar la participación de Glissant en el Seminario sobre el Caribe que en 1979 con motivo del Tercer Carifesta, realizado en Cuba, organizó la Casa de las Américas en este mismo local donde nos encontramos, y donde es natural que evoquemos su presencia fraternal y magistral.

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