Por Jorge Boccanera
La biografía escrita por el periodista Gregorio Selser, Sandino. General de hombres libres, que relata en forma excepcional la vida del líder nicaragüense que rechazó la ocupación de marines norteamericanos de su patria a inicios de 1930, tiene un raro privilegio: el de ser el primero de una extensa nómina de títulos y el de haberse convertido en un clásico desde su primera edición en Buenos Aires, en 1955.
que acaba de ser reeditado por el sello Peña Lillo/ Ediciones Continente, viene a llenar un espacio de desmemoria respecto a la figura de Selser –nacido en Buenos Aires en 1922 y fallecido en México en 1991- intelectual lúcido, pionero del periodismo de investigación y maestro de la crónica destacado en la indagación histórica del continente.
El periodista argentino fue más allá del mero acopio de información, en un armado singular que cruza el relato, el testimonio, la anécdota, la entrevista y la historia, en un texto coral al que concurren voces que transmiten un tono que se desdobla en los eufemismos del discurso del afán expansionista y por otro lado un aliento de entrega y convicción.
Entre el periodismo y la narrativa, los resultados de su investigación exhaustiva brindan una trama, que resulta de un modo singular de clasificar la información: como si “abriera” cada dato para evidenciar mejor aquello que expone; se podría decir, entonces, que su estilo se resume en un ejercicio de asociar, de vincular y de contextualizar.
Si bien la epopeya de Sandino (1895-1934) ocupa un breve lapso de tiempo en la historia latinoamericana -desde su alzamiento en 1926 con un puñado de hombres hasta su asesinato en 1934 a manos del jefe de la Guardia Nacional Somoza García, “Tacho”, el día que entra a Managua a firmar un acuerdo de paz- su lucha victoriosa rubricó para siempre su consigna incanjeable de “Patria y Libertad”.
Nacido en Niquinohomo (su padre se llamaba Gregorio, como Selser), el “General” pasó por distintos oficios, incluso fue operario petrolero en México, tierra de donde regresó a su país a fundar con 30 años de edad el Ejército Defensor de la Soberanía de Nicaragua y hacer frente nada menos que a las fuerzas de tierra, mar y aire de los Estados Unidos.
Por las páginas de Sandino. General de hombres libres va ese “pequeño ejército loco” (como denominó la poeta Gabriela Mistral a las fuerzas nicaragüenses que resistieron la ocupación), que va generando admiración y apoyo entre las fuerzas democráticas latinoamericanas, tanto como de cierta prensa de Estados Unidos e incluso de algunos legisladores de ese país que no acuerdan con una guerra no declarada por su gobierno e impulsada por las compañías petroleras.
Siempre apoyado en el marco socio político de la época, Selser relata con maestría el lapso en que el líder nicaragüense lleva la pelea a su terreno –la selva-, se convierte en el hombre más buscado por los marines norteamericanos (hubo incluso deserciones de soldados que se pasaron al bando de Sandino) y engrosa con campesinos su ejército; pero además distribuye sus ideas en proclamas que envía a líderes de otros países, se casa con la telegrafista Blanca Araúz y echa a los invasores en 1933.
En una entrevista cuenta Selser –autodidacta y hombre que pasó por distintos oficios antes del periodismo en el diario La Prensa- que en su juventud desarmaba y armaba relojes, y al final le quedaban piezas que no encajaban; quizá un poco de ese ejercicio de relojería trasladó a su trabajo como investigador periodístico.
El autor desglosa los ejes de tal o cual asunto y muestra al lector el mecanismo interior de una diplomacia grosera, los engranajes de las multinacionales y, tras la carátula y el dial del aparato, una geopolítica pensada por estrategas militares; todo esto medio siglo antes de que apareciera WikiLeaks.
Así, pone al descubierto la entretela de los discursos políticos, los pliegues ocultos de un accionar desembozado que se mueve entre un tono de advertencia y una acción hostil, esas intervenciones militares que Selser llama, sin tapujos, “la democracia a palos” y las “operaciones encubiertas”.
Se refiere, justamente, a los intereses que se mueven entre bambalinas en esta biografía: ni más ni menos que los intereses de compañías petroleras –la Standard Oil de Estados Unidos y la holando-inglesa Royal Ducht Shell- que por esos años buscaban presionar al gobierno mexicano para lograr exención de impuestos y tierras con recursos a perpetuidad.
El gobierno de Estados Unidos presionó al de México argumentando una supuesta pretensión de llevar el “comunismo” al istmo centroamericano, lo que le daba pie a proteger la seguridad de sus ciudadanos e intereses el istmo, por los medios que fuera, vigilando además puntos estratégicos como el Canal de Panamá y la Compañía de Tránsito interoceánico a través de Nicaragua.
En medio del humo y las ruinas de la guerra, flotan palabras camufladas, términos que se mueven con pasos de felino; son eufemismos que mal disimulan el afán de poder que Selser evidenció como una “variada gama de expresiones expansionistas, imperialistas, hegemonistas”.
La extensa obra de Selser –a quien el lingüista Noam Chomsky calificó como un “individuo excepcional”- se completó entre otros títulos, con: El Guatemalazo, El Pequeño Ejército Loco, Nicaragua de Walter a Somoza, El Rapto de Panamá”, Reagan, de El Salvador a las Malvinas y Honduras, República Alquilada.
La vigencia de sus libros indica que se adelantó a su tiempo investigando temas que son de actualidad: la narco política, la manipulación de los medios monopólicos, el canal interoceánico, la restauración conservadora en Estados Unidos, el poder en manos de las multinacionales y la geopolítica impulsada tras bambalinas por estrategas militares.
Y aunque su modestia lo llevó a auto calificarse en el prólogo de uno de sus libros como mero “recopilador”, es sabido que también él era una especie de “pequeño ejército loco” trabajando codo a codo con su esposa Marta Ventura; el cronista que portaba un enorme portafolios lleno de papeles que recortaba y guardaba en bolsas, y trabajaba apenas munido de su máquina de escribir, libros, diarios, tijera y cola de pegar.
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