El martes 14 de abril muchos nicaragüenses nos levantamos anonadados, al saber que dos grandes escritores, el alemán Günter Grass, y el uruguayo Eduardo Galeano, habían fallecido el día anterior lunes 13 de abril de este 2015. Günter Grass, premios Nobel y Príncipe de Asturias en 1999, años antes había estado en Nicaragua expresando una solidaridad tan sencilla y fraterna, que parecía imposible que tras su espeso bigote se camuflaran para el futuro tan sendos premios. Hoy, su inolvidable “Tambor de Hojalata” se escucha en el mundo. Es un redoble fúnebre, que como las campanas de Hemingway parecen repicar por él y por nosotros.
Eduardo me toca más de cerca por diversas y parecidas razones en las que Cuba y Nicaragua nos unieron y nos unen. Por ejemplo ese prurito de no callar ni mentir ante la realidad, ni aceptar la distorsión de los auténticos ideales revolucionarios. Sobre Cuba escribió: “Yo soy uno más de los que creemos que se puede quererla sin mentir ni callar.” Y sobre este nuestro país, que tanto amó, la frase más lapidaria y justa que he leído, la dedicó a quienes hoy pretenden, disfrazados de sandinistas, usufructuar el sacrificio de los que sí murieron por la patria: “Tiempo de derrumbamiento y perplejidad, tiempo de grandes dudas y certezas chiquitas. Pero quizá no sea tan chiquita esta certeza cuando nacen desde adentro, cuando crecen desde abajo los grandes procesos de cambio no terminan en su lado jodido. Nicaragua, pongamos por caso, que viene de una década de asombrosa grandeza, ¿podrá olvidar lo que aprendió en materia de dignidad y democracia? ¿Termina el sandinismo en algunos dirigentes que no han sabido estar a la altura de su propia gesta, y se han quedado con autos y casas y otros bienes públicos? Seguramente el sandinismo es bastante más que esos sandinistas que habían sido capaces de perder la vida en la guerra y en la paz no han sido capaces de perder las cosas.”
Estas referencias de Galeano a Cuba y Nicaragua se encuentran en un artículo, “A pesar de los pesares” (probablemente escrito a finales de 1991 y, con toda seguridad, publicado el 31/03/92 en “El País”, España), y éste a su vez en el libro “SER COMO ELLOS y otros artículos”, Siglo XXI de España, 1992, y en la edición de bolsillo del 2006. Pero lo que más me apasiona de su referencia a Nicaragua, es la diferenciación filosófica que Galeano establece entre vida, que representa sacrificio, espiritualidad, dignidad, veracidad, heroicidad y llegar hasta las últimas consecuencias para no dilapidar ese tesoro moral y ético que es todo lo anterior, y cosas como sinónimo de lo puramente material, codicia, arrogancia, poder, tiranía otra vez, nepotismo, perpetuación y corrupción. Todos sabemos que a estas alturas, dentro del seudo-sandinismo, no se trata de únicamente no perder las cosas, sino de acaparar más cosas, en nombre de una Nicaragua Cristiana, porque en ellas proliferan los judas; Socialista, porque ejército y policía han sido ”socializados” para apoyar de cualquier manera la monarquía; y Solidaria, en la medida que solidaridad signifique promiscuidad. Por eso estamos, como dice Galeano, en un “Tiempo de derrumbamiento y perplejidad”.
Me pregunto si a esta partida de Eduardo Galeano se le puede llamar “fallecimiento”, y me encuentro con la respuesta de que toda su obra es vida, en el sentido que le he dado aquí a esa fundamentación moral y ética de la existencia, que él como nadie supo hacer. Su vida y su obra. Helena Villagra, su vida, y él mismo su propia obra. Por las venas abiertas de Eduardo Galeano, siempre fluirá la sangre de toda América Latina.
LUIS ROCHA
“Extremadura”, Masatepe, 18-04-15.
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