Onofre. Basta con decir Onofre. Estuve pensando agregarle algo más al título, pero basta con decir Onofre, para decir dirigente obrero, sindicalista, zapatero, historiador, periodista, quisquilloso protector del idioma –por no decir gramático y lingüista-, y profeta en su tierra a pesar de los pesares. El Onofre expulsado de un paraíso que cuando fue, lo fue “El Nuevo Diario”, con todo y su columna de los martes y en compañía de don Procopio y doña Procopia. ¿Le habrá querido doña Procopia dar de comer de la manzana a don Procopio? Yo a ese romance edénico no le vería nada de malo, a no ser porque ese periódico que fundamos y tanto quisimos, de paraíso de la verdad y la crítica, pasó a ser un serpentario de mentiras y sumisión bancaria al poder. El periódico de la manzana envenenada que le envió la Bruja malvada a la Blanca Nieves, que es nuestra población.
Junto con el más reciente, “NICARAGUA. Mi lectura de su historia contemporánea”, diez libros respaldan la vida de Onofre y su calidad de testigo veraz e insobornable. Hombre sufrido, pero optimista, que siempre se levanta de las cenizas que suelen dejar en nuestra alma los sufrimientos por enfermedades y ausencias familiares. “Onofre: Ave Fénix”, no es el título. Basta con decir Onofre, un hombre sencillo y ejemplar, fraternal y transparente. Agua pura. Un hombre que es de los pocos hombres que siempre están y estarán, como Sandino, naciendo. Porque, como Sandino, es de los héroes que nunca dejan de nacer. Por eso, hoy le celebramos los 85 años, que en teoría cumplió el 11 de febrero de este año.
A propósito de esto, en su libro “Sea moderado tu sueño”, dice: “La experiencia del camino entre Granada y Nandaime pasó a juntarse con otras que ya andaban en mi subconsciente. De las imágenes imprecisas, irreconocibles en sus detalles, tenía las de un suceso de cuando llegué a los cuatro años y once días de vida. Lo puedo precisar por deducción lógica. El día posterior al asesinato de Augusto C. Sandino, el 22 de febrero de 1934 –yo nací (en Nandaime) el 11 de febrero de 1930-, una patrulla montada de la guardia nacional irrumpió, según recuerdo, intempestivamente y con cierta violencia frente a nuestra casa. Atajando los caballos casi sobre nosotros, uno de los montados gritó la orden de que nos metiéramos, por la razón de que alguien muy importante –que, naturalmente, no supe entonces quien- había sido asesinado en alguna parte del país, que tampoco pude saber. Ahora sí lo sabe y lo sabemos todos. El país entero es la tumba de Sandino, cuya semilla germinó en él, unidos ambos, Sandino y Onofre, en aquel relevo que se produjo entre un 22 y un 11 de febrero. Sobre el asesinato de Adolfo Báez Bone, escribió Ernesto Cardenal este “Epitafio” que calza, como diría Onofre, muy bien en este hecho histórico: “Te mataron y no nos dijeron dónde enterraron tu cuerpo,/ pero desde entonces todo el territorio nacional es tu sepulcro;/ o más bien: en cada palmo de tierra del territorio nacional en que/ no está tu cuerpo, tú resucitaste./ Creyeron que te mataban con una orden de ¡fuego!/ Creyeron que te enterraban/ y lo que hacían era enterrar una semilla.”
En mi Introducción a “Sea moderado tu sueño”, sostengo que Onofre Guevara López es un testigo de su tiempo. Sus libros son las crónicas de un hombre honesto, que nace, crece y madura en el seno de la clase obrera. Una de las lecturas preferidas de Onofre es Don Quijote, y de ahí toma el título para ese libro, cuando Don Quijote aconseja a Sancho “Sea moderado tu sueño, que el que no madruga con el sol no goza del día…” Saquemos nosotros nuestras propias conclusiones. ¿Don Quijote y la clase obrera? Mi hijo José Luis Rocha aclara esta relación entre lo científico y lo aparentemente utópico. En su prólogo a “Cien años de movimiento social en Nicaragua”, José Luis afirma: “…este libro tiene una solidez ideológica atípica. Rezuma materialismo histórico. No obstante su prosa clara, concisa, sencilla, se inscribe en una tradición de pensamiento donde el rigor analítico y el compromiso ético-político se funden para engendrar una visión coherente y rinde tributo a quienes luchan por la justicia.” Utopía y materialismo histórico: claro que existe una coherencia que la obra y la vida de Onofre nos ofrecen. La utopía siempre será una meta de los revolucionarios. Una meta inalcanzable, al parecer. Pero, como escribió el poeta Antonio Machado: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Mi querido amigo Eduardo Galeano, recientemente fallecido, lo explicaba así (más o menos, porque cito de memoria): “La Utopía existe. Pero es como el horizonte, tu caminas y caminas, pero no la alcanzas.” Y cuando le preguntó el periodista, qué sentido tenía aquello, respondió: “Nunca dejar de avanzar. Porque eso sí, aunque no la alcances, se avanza.” Y nuestro sacerdote y poeta Azarías H. Pallais, tiene este verso a la medida de Onofre, el navegante: “vivir no es necesario, pero sí navegar”.
Onofre siempre ha sido zapatero. Desde el movimiento social le puso horma a los zapatos libertarios que calzaron los obreros de Nicaragua, desde el siglo pasado. Como periodista y verdadero analista político, enfrentó y enfrenta sin tregua y con verdad en ristre falsedades, corrupción y dictadores que hacían y hacen escarnio de nuestro aún oprimido pueblo. Es un Quijote de la pluma que sigue demostrando que los molinos de la maldad son verdaderos. La horma conque forjó nuestros zapatos de campesinos, obreros, estudiantes, marxistas y cristianos, es la horma de la moral y la ética. El molde con que se forjan quienes jamás agachan la cabeza. La horma del sombrero de Sandino con su significado de soberanía, identidad y dignidad.
En la horma en que se elaboran los zapatos de un pueblo que, como el nuestro, no nació para ser esclavo, no caben las botas lustrosas de sangre interoceánica que calzan dictadores, codiciosos, vende patrias y serviles. La horma en que Onofre trabaja no tiene medida para pesuñas que aplastan la libertad ciudadana, la Constitución, la democracia, y los principios de un socialismo marxista y cristiano, en donde la multiplicación de peces y panes, es para los pueblos que a pecho descubierto son seguidores de la verdad, que es la verdadera vida.
Los zapatos de Onofre no le quedan a los fariseos ni a los tránsfugas, que habiendo abjurado de ideales de sacrificio y servicio, aún pretenden levantar como verdaderas esas palabras devaluadas por sus propios hechos; son estandartes podridos colgados de árboles de hojalata, que quedarán ahí como Judas irredentos, y que desde luego no tendrán la resurrección de Lázaro. Por eso Onofre será siempre un zapatero que con orgullo va a sus zapatos, porque los suyos calzan la dignidad, la transparencia, la humildad, pero también la indignación justa y necesaria. Porque Onofre, el zapatero cuyos zapatos es un honor y un deber ponernos siempre –porque el que no madruga con el sol no goza del día-, es, sobre todo lo que se pueda decir, un hombre justo, es decir, sencillamente Onofre.
LUIS ROCHA
“Extremadura”, Masatepe, 18 de julio de 2015.
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