Weiß/Colonia, 21.12.
1:50 am : Esta filmación de La isla del tesoro es más bien la de una isla del oro que cagó el moro, como se decía en mi infancia. Lo que Orson Welles era capaz de aceptar actuar para ganarse la vida es algo que puedo entenderlo cada vez más. Sí, coño, vendería mi alma por un puñado de $ (no, mejor de €€) con tal de poder seguir trabajando en lo único que me gusta hacer y que a los dos nos resultó fácil, a él actuar y a mí emborronar cuartillas (o pantallas). Creo harto más en el Orson Welles genio como actor que –con la excepción de Citizen Kane– como director.
«¿Te dice algo el nombre de Paco Porrúa?», me pregunta Diny, mientras estoy buscando un plano de Berlín en la biblioteca del dormitorio. Y por esa manera de preguntármelo sé que Paco ha muerto. A Paco lo conocí en diciembre del 66, recién llegado a Buenos Aires. Me recomendó a él un amigo común que era agregado cultural de la embajada alemana. Previa cita por teléfono, lo fui a visitar a su despacho de Sudamericana, que ha sido la primera editorial en que puse un pie en toda mi vida, y lo hice con un respeto poco menos que religioso, porque más de la ½ de toda mi biblioteca se componía de libros de Losada y Sudamericana, prohibidos por la censura del inferiocre. Paco tenía justamente un problema que yo podía resolverle de manera que mi trabajo fuese asimismo una prueba de mis cualidades como traductor. Se trataba del prólogo para una antología de poesía alemana que había escrito Hans Bender en Colonia y que iba a publicar Sudamericana. Me entregó Paco el manuscrito y me pidió que se lo llevara traducido cuando pasaran las fiestas. Así lo hice, y al par de días me llamó para decirme que tenía laburo para mí. Sudamericana andaba preparando una antología de cuentos alemanes contemporáneos, que iba a firmar algún monstruo sagrado al que se le entregarían las traducciones para que las ennobleciera con sus correcciones. Así empecé mi vida literaria en Argentina, como “negro”. Pero feliz porque la editorial me pagaba bien y puntual, y porque era un auténtico placer platicar con Paco siempre que iba a entregarle materiales. Se interesó además, mucho, para su colección Minotauro, por una novela de ciencia ficción que yo había escrito por aquellos años (mejor dicho, en Madrid, en 1960/61), sólo que tuve la precaución de releerla antes de entregársela y preferí evitarle el disgusto de decirme que lo sentía mucho, pero... Lo perdí de vista a Paco, a causa de nuestro regreso intempestivo a Europa, en julio 1967, pero antes me había hecho un regalo que nunca supe cómo pagarle: fue él, Paco Porrúa, quien me dio a conocer en Buenos Aires la obra impar de García Márquez, y lo recordé en su día cuando hice la reseña de Cien años de soledad, a los cuarenta años de su publicación. Déte Dios buen galardón, querido Paco.
10:45 pm : Acaban de pasar Howards End. Esa pareja, Emma Thompson y Anthony Hopkins, es una de las mejores mancuernas que le han sucedido al cine a lo largo de su historia. Y tan sólo un año después de Howards End superaron su propia marca conThe Remains of the Day. Creo que no poco de ese logro se debe a James Ivory, un director de actores, algo tan raro hoy en día.
Weiß/Colonia, 22.12.
Anahí, la mamá de Sofía, prometida a nuestro Henri desde su nacimiento mismo, me escribe desde mi Güeno Saire querido, y me cuenta: «Tuve un sueño rarísimo. Estaba en una especie de casa temporal en otra ciudad (creo que en São Paulo) y vos venías y te subías a unas estanterías de esas que son sólo una madera agarrada de la pared. Eran tres maderas e ibas pasando de una a otra hasta que te quedabas en una. Yo quería convencerte de que bajaras porque podías caerte con estante y todo. Pero vos no me hacías caso e incluso me enseñabas a "desplegar un estante" (lo agrandabas como esas mesas plegables). Estabas lo más pancho en el estante que encima ahora era tamaño cama. Yo pensaba: “¿Quién me ayudó a poner ese estante tan fuerte?” Y descubría que habías sido vos. "Entonces esta es la segunda vez que lo veo a Ricardo", pensaba. Vos seguías ahí sentado. Creo que comías papafritas y charlabas con algún escritor que había seguido tus pasos por los estantes. Y me desperté». Le contesto de inmediato y le pido permiso para reproducirlo acá: «Decime que sí, enriquecerá mi diario donde casi no hay un solo sueño, sólo pesadillas nocturnas y diurnas». Y al abuelo del prometido de la linda Sofi, la verdá de la milanesa es que Anahí no puede decirle que no.
Weiß/Colonia, 23.12.
Como son vacaciones escolares y además Ulli está disfrutando de las suyas, almorzamos hoy Carlitos y yo con nuestras respectivas parejas en La Modicana. Y sucede lo que suele suceder en estos casos, y es que el peso de la conversación lo llevan las mujeres y Carlitos y yo estamos ahí como convidados de piedra o poco menos. De todas formas al final logro meter baza y es para contar acerca de la saga de Maria Kallio y mis observaciones acerca de la sauna, de la bebida y de la enemistad hacia la minoría sueca, que ya dejé escritas acá. Pero ahora añadí una que se me olvidó y es la que tiene que ver con eventos deportivos. Creo que el fútbol sólo se menciona en una sola ocasión, hablando de un partido decisivo gracias al cual si ganaba Finlandia, a Hungría, podía clasificarse por primera vez en su historia para un campeonato de Europa (o mundial, eso no lo recuerdo bien): empataron, y se clasificó Hungría. El resto de las referencias deportivas en los doce episodios de la saga no tiene que ver con otra cosa que el patinaje artístico y –todavía más– con el hockey sobre hielo.
Una hora y ½ empaquetando los regalos que colocaré mañana bajo el árbol. Diez en total. Menos mal que el de Susanita, desde Buenos Aires, ya venía empacado. Sólo me tocó hacerlo con nueve. Y en la tele un regalo inesperado, una peli que no conocía y me ha gustado a rabiar, Grace of my Heart [Corazón rebelde], tiene una banda sonora que es un lujo. Aunque sólo fuera por ella tengo que volverla a ver, es decir, a oír. Gracias, Scorsese, por producir estas golosinas.
Weiß/Colonia, 24.12.
1:20 am : Este que acaban de pasar es uno de los mejores episodios de Wallander sin Johanna Sällström, no sé de qué temporada es, ni me importa, porque de lo que quiero dejar constancia es de algo que lo tengo pensado docenas de veces, cientos de veces, cada vez que veo alguno de estos episodios de series escandinavas, y siempre se me olvida anotarlo, pero esta noche ya he decidido que no. Y es que me encanta reencontrar, en los títulos de créditos, unos apellidos que me acompañan desde la infancia, desde las primeras lecturas, y que seguramente son para ellos tan habituales como los García y los González para nosotros, pero cuya grafía nos remite a las sagas, unos apellidos que son una caricia en la memoria de la lengua, del paladar: Amundsen, Lagerlöf, Bjørnson, Nansen, Bergman, Sillanpää, Lagerkvist... Títulos de créditos en los que de repente se entreveran apellidos tales como Fernández, Moreno... Como cuando descubrí que uno de los “más mijores” escritores daneses contemporáneos se llamaba Leif Panduro. ¡Joder!, pan duro, un apellido más castellano es imposible. Y al enterarme recordé que el ejército español del Marqués de la Romaña, puesto al servicio de Napoleón por el Borbón felón de turno (cuya lista es inacabable), estuvo acuartelado en Dinamarca para proteger la frontera norte del imperio del enanito Gran Corso. ¡Cómo no iba a dejar su simiente en Jutlandia!
En el catálogo del primer trimestre del 2015 de la Büchergilde Gutenberg (de la que soy socio desde hace casi cuarenta años, si no más) me fijo en que ahora incluyen una adivinanza: te dan los datos de un escritor y tienes que descubrir quién es. Leo atentamente el texto y no lo acierto a primera vista. Como se trata de un USAno, le escribí a Rolando: «¿Sabes quién puede ser un escritor gringo vivo nacido en México pero que estudió en los Estados y se desempeñó en tareas tales como cazador de serpientes, limpiador de albercas, mecánico de la Volkswagen, gerente de una cárcel, profesor de universidad... y que comenzó a escribir ya maduro pero lleva publicadas once novelas e innumerables relatos donde muestra la violencia como motor de la historia de su país?» Puesto que aún me queda tiempo hasta que pase Frank para llevarnos a su casa a la fiesta junto al árbol (más que nada mirando la alegría de Henri), sigo disparando mis tentáculos en el mar de los sargazos de mi querida Miss Hortensia Google, y termino descubriéndolo, es un gran regalo en el Día Internacional de lo propio, se llama James Carlos Blake y mañana mismito me pongo en campaña a ver cuánto consigo de su obra, en español y en alemán.
Navidá en casa de Montse y sin Chico & Co. (que pasan estas fechas con los padres de Angie cuando son años pares). Gran regocijo para todos pero muy especialmente para Henri, a quien hemos colmado de regalos. Yo no puedo quejarme de los míos: una botella de Glenlivet Single Malt de 12 años, un vale para la compra del DVD deShirley –que aún no se encuentra en el mercado–, el DVD de Inside Llewyn Davis en una edición especial que incluye otro DVD del concierto live en el New York Town Hall con la música de la peli, el calendario de Mafalda para 2015, y un paradójico regalo de Paul consistente en una autoinvitación que se ha hecho para ir una noche de tapas, con Diny y conmigo, a La Esquina. En cuanto a Diny, quedó fascinada por el regalo del libro de Reza Chatrrus, dedicado personalmente a ella. Regalos especiales fueron los nuestros en común a las tres parejas (Rebeca & Uwe, Chico & Angie, Montserrat & Frank) del libro de Böll, Sí que existe Colonia, pero es un sueño. Y después la cena, en la que Henri no participó porque andaba atareadísimo montando los diversos artefactos que le había deparado el árbol de Navidad. Rompiendo la tradición de la doble fondue, la cena fue un teppanyaki, con una parrilla eléctrica portátil en el centro de la mesa y Frank oficiando de parrillero: langostinos, salmón, carne de res, legumbres, espárarragos, todo a la plancha, quedamos ahítos. (¿Por qué misterioso designio debe acentuarse esta palabra?). De postre, mousse de chocolate y una copa de grappa, en una botella cuya etiqueta la calificaba de “acquavita”.
Weiß/Colonia, 25.12.
Este año la depresión navideña me arreó al 100%. Me levanto sólo para desayunar y les pido perdón a Diny y Rebeca (que ha dormido acá, como es costumbre en la Nochebuena) porque no las voy a acompañar en el almuerzo. Diny ya guisó ayer un ossobucco que se ve y que se huele delicioso, pero el único deseo que me habita es meterme en la cama y dejar que termine de pasar esta aplanadora del ánimo. Lo que más odio de estas depresiones que me llegan es que durante ellas suelo perder el sentido del humor que siempre ha sido algo así como la ® de mi persona. La requetecontrarremilputa que las requetecontrarremilparió.
Me levanto pasadas las 3 pm, me preparo una infusión de menta y le hinco el diente ala saga de Carl Mørck, el primer episodio de los seis que la componen de momento y de los que sólo poseo los tres primeros. Entro fácilmente en la trama y encuentro atractivos a los personajes casi desde el vamos. En la pg. 67 Carl ya ha decidido que la primera tarea del Departamento Q, que le han cortado a la medida, para reanudar la investigación de casos cerrados hace tiempo, consistirá en averiguar qué pasó con la misteriosa desaparición de la joven parlamentaria Merete Lynggaard, de quien no se sabe nada desde hace cinco años, se le perdió la pista en el transbordador con el que viajaba a Alemania. Como consecuencia, Carl recibe una nota del vicecomisario principal, conminándole a entablar contacto lo más rápido posible con su colega Børge Bak, tan puntilloso en materia de burocracia, y que fue quien llevó “el caso Lynggaard” en su momento. Carl piensa lo siguiente, en palabras del autor: «¿Quién se ha creído que es Bak, ese sanfederico vanidoso y famadicto? Se cree alguien importante. Burócrata y modelo ejemplar. Seguro que su mujer debe presentarle por triplicado la solicitud haciendo valer sus derechos a ternuras exóticas por debajo de la cintura». A partir de esta frase la novela me ha ganado y sé que ya no la soltaré hasta que la termine. Regreso a ella.
Weiß/Colonia, 26.12.
2:30 am : Acabo de volver a ver Eastern Promises, que ya era un clásico desde que se estrenó. Así se lo dije a Chico, con quien asistí al estreno en el Off Broadway. No me había fijado que estaba en la programación de esta noche, así es que interrumpí la lectura del primer episodio de Carl Bøck para verla de nuevo, no me cansa nunca. Y cada vez le gano más facetas.
Todo el día repartido entre la cama y la lectura del primer episodio de la saga de Carl Børk. Me encanta que tenga un metejón con la sicóloga que se llama Mona Ibsen y que lo está atendiendo a causa de un estrés postraumático, resultado de una balacera en la que fue herido, mataron a uno de sus agentes y dejaron paralítico a su mejor amigo y colega. Harto del tratamiento médico se decide por fin a invitarla a cenar. Ella: «Carl, creo que sólo debe tomar la ofensiva cuando se haya curado por completo. Y entonces debe elegir sus víctimas con más cuidado». Él: «Si usted opina que no pertenece a la categoría “elegida con cuidado”, entonces es que no sabe el efecto que produce en el otro sexo». Ella, extendiendo su mano y mostrándole un anillo: «Oh sí, claro que lo sé». El narrador: «Y ahí se quedó con los hombros caídos, él, según él mismo uno de los mejores investigadores policiales del Reino de Dinamarca, preguntándose cómo era posible que se le hubiera escapado ese detalle». Pero tengo la impresión de que en algún episodio de los que siguen terminará llevándosela al huerto. Y no precisamente el de Getsemaní.
Weiß/Colonia, 27.12.
Cuando me despierto, descorro las cortinas y abro la ventana para orear nuestro dormitorio, veo que está nevando. Dos horas sin parar... pero tres días después. Los navideñófilos deben andar con una frustración che te la voglio dire. Pobres ángeles.
Me escribe Laetitia, que acaba de releer Fortunata y Jacinta y está exultante, aunque añade hacia el final que no le gustó como muere Fortunata, «creo que Galdós ya estaba cansado de ese personaje». Le contesto: «no creo que Galdós se cansara de ella sino que le hizo cumplir el mismo destino que a sus compañeras de infortunio: Madame Bovary en Francia, Anna Karénina en Rusia, Effi Briest en Alemania, Eline Vere en los Países Bajos, Ana Ozores en la propia España, la infeliz Luisa protagonista de El primo Basilio, de Eça de Queiroz, en Portugal (posiblemente la mejor de todas estas que yo llamo "novelas del adulterio", si no la conoces no te la pierdas). No en todos los casos se trata de una muerte física, a veces –como en el caso de La Regenta– sólo civil, pero casi peor, a fin de cuentas, considerando lo que era la sociedad de entonces».
Una reflexión al margen de la lectura del primer episodio del Departamento Q en Copenhague :
Cada vez que leo policiales escandinavas, o veo las correspondientes series en la tele, admirando la cuota de aciertos de los investigadores en sus planteamientos y en sus soluciones, cada vez que pienso en capacidades tales como las de Dicte, Mørck y El Águila en Dinamarca, Erlendur en Islandia, Varg Veun y Van Veteren en Noruega, Maria Kallio en Finlandia, Beck, Wallander, Maria Wern e Irene Huss en Suecia, o esa formidable mancuerna sueco–danesa de Saga Norén & Martin Rohde, siempre termino preguntándome: ¿por qué carajo no se les encargó a un par de ellos esclarecer el misterio del asesinato de Olof Palme?
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Ricardo Bada
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