En tu poesía destacas la circularidad de la vida y te aprestas para publicar la antología “La rueda de la vida” ¿Hacia dónde se dirige tu rueda en Costa Rica? ¿Pasarás de la academia a otra área?
La rueda de la vida es un concepto filosófico procedente de la cultura hindú (literalmente Samsara, en sánscrito). Trata sobre el complejo paso del ser humano por esta vida, más allá del aspecto meramente físico, biológico, natural; es una suerte de eterno retorno en donde somos los “representantes” de nuestros ancestros (quienes conviven con nosotros, “están” con nosotros, “en nosotros”, “son nosotros”) y propiciadores de quienes nos seguirán.
En realidad es un concepto muy complejo que va más allá de lo que la gente conoce como la transmigración de las almas. Me interesa ese concepto del eterno retorno, de la vida como una rueda, como un círculo virtuoso, pues ello trasciende nuestro presente inmediato.
Por eso he denominado mi antología personal con ese concepto tan amplio. Y, por cierto, no sé hacia dónde se dirige la rueda de mi vida en Costa Rica; supongo que correré la misma suerte que mis conciudadanos y sí, creo que ya es hora de salir de la academia...
Sencillamente seguiré escribiendo y leyendo (sintiendo, pensando) hasta que pueda hacerlo... y tal vez me reencuentre en otras formas de vida.
Las fronteras se hacen más tangibles en el imaginario. Actualmente, debe haber menos fronteras intelectuales, culturales y políticas. ¿Crees que tu trabajo como profesor, antropólogo y escritor rompe con las fronteras?
Ahora las fronteras se difuminan en términos culturales e intelectuales, aunque se profundizan en términos económicos, políticos (militares) y sociales. Justamente concibo mi quehacer intelectual como una forma de vencer aduanas y de acercar mundos en apariencia lejanos; se trata de reconocernos en la diversidad y de ayudar a establecer vínculos que nos ayuden a integrarnos dentro del maremágnum de la posmodernidad que pretende alinearnos en una misma fila de consumo irracional donde no hay espacios para la crítica y el disenso, especialmente en países como los nuestros donde la huella de la colonialidad (el imaginario del sujeto colonial) todavía es visible. Muchas veces somos extranjeros en nuestras propias tierras.
La mujer y tu relación con ellas desde la voz poética y como investigador ha sido una constante. ¿Cómo has podido trabajar la psiquis femenina y convencer incluso al público del mismo género? ¿Cuál ha sido la clave?
La mujer es central en mi vida, probablemente por mi madre que fue una mujer extraordinaria y me influyó muchísimo, era una narradora oral espectacular. Por lo demás, creo que la mujer es un ser muy complejo que siempre va adelante en la cotidianidad, en la ejecución, la administración práctica (doméstica o pública) y en la producción de sentido. La femineidad es mucho más intuitiva y espiritual, posee una inteligencia emocional altamente desarrollada, ello por la maternidad y porque su transmisión genética y sociocultural, psicológica y afectiva, es fundamental. Pienso que los varones giramos siempre en torno a la mujer, solamente que no hemos logrado establecer los vínculos adecuados para lograr una sociedad más armónica, puesto que hemos sido educados en el patriarcado, paradójicamente por mujeres que en buena medida han sido transmisoras de patrones machistas, sin ser necesariamente conscientes de eso. La mujer es la dadora de vida, por tanto, Dios debería ser femenino, porque es el dador de vida. Lo que sucede es que hasta en las mismas religiones la mujer ha sido relegada por una suerte de envidia de la vagina; nuestro sistema posee una economía libidinal donde la mujer es objeto y peón. Finalmente en términos poéticos, la mujer es mucho más cercana al hecho creativo, a la poiesis, puesto que es más apolínea y más sensual en su fisicidad, en su sentir y en su pensamiento complejo. Es probable (volviendo a la rueda de la vida, al Samsara) que en otra vida haya sido mujer, uno nunca sabe.
La contraposición, la dualidad del ser y los opuestos están presentes en tu literatura. ¿Crees que el hombre es dual? ¿Ves en la dualidad salvación o maldición?
Correcto, somos duales en todo sentido: somos carne y espíritu a la vez, seres femeninos y masculinos al mismo tiempo, apolíneos y dionisíacos, violentos y tiernos, ángeles y demonios... Los opuestos son los que conforman el drama humano, la tragedia y la comedia, son los propiciadores del conflicto y de la tensión dramática. Toda gran literatura y todo gran arte están asentados en la lucha de los opuestos, no tanto en la forma dialéctica tradicional (aristotélica/hegeliana/marxista) sino en la dialogía sociocultural, en el diálogo de la plaza pública donde el otro tiene la primogenitura, como pensaba el teórico ruso Mijail Bajtin. No en balde el gran poeta Arthur Rimbaud dijo que “Yo es otro”, es decir, yo soy otro, el otro, en el otro me encuentro yo. En cuanto a la tercera parte de la pregunta, no me parece que haya salvación ni condena en sentido estricto, metafísico o teológico, en la dualidad humana, sino solamente una lucha constante hacia la superación de esos opuestos en la búsqueda de formas superiores, de mejor convivencia; al menos eso espero; a eso aspiro.
“Los seres humanos se han divido desde siempre” (“La Vencedora”, monólogo teatral pronto a publicarse). ¿Qué divisiones han trastocado (si alguna) tu vida?
Al parecer hubo una sociedad primitiva comunitaria, más o menos igualitaria, cuando no existía la propiedad privada. Es el Paraíso de los textos bíblicos y de otros relatos míticos y religiosos. Cuando aparece la propiedad privada la sociedad humana se divide y se acaba la armonía, se rompe el mito, abandonamos el paraíso hasta nuestros días; ese es el sentido, tal vez, de esa frase. La Vencedora es entonces la única que nos democratiza, ante ella todos somos iguales y no valen riquezas ni herencias de ningún tipo. La Vencedora es el principio y el final, aunque la vida continúa, he ahí uno de los momentos de la Rueda de la Vida. En lo que a mí respecta la gran división fue la pérdida de la inocencia, es decir, el tránsito de la niñez a la vida adulta donde uno toma conciencia del salto al vacío y de la violenta división entre los hombres, división que se proyecta dentro de uno mismo (¿o uno la proyecta?), es un desgarre que no termina nunca de asimilarse.
Para ti, los géneros literarios son como pinceles fáciles de usar. Con la narrativa, el teatro y la poesía creas lienzos con una verosimilitud impresionante. ¿Si te dieran a escoger, con cuál te quedarías? ¿De todos cuál ha sido el más complejo?
No hay duda que el más complejo es el género teatral dado que se escribe no solo para que se lea, en sentido literal, sino para que se represente lo escrito, y ahí hay una dificultad más allá de la literatura puesto que el teatro posee su propia dramaturgia escénica y lo que el dramaturgo ofrece es un guion literario que después se disloca en la escena. Luego está el cuento que es un género harto difícil porque ¡se acierta o no se acierta!, es un verdadero tour de force porque, al igual que el poema, debe quedar listo para leerse de un solo tirón. Para escribir un cuento hay que conocer al menos el principio, ojalá el final, no sucede así con la novela donde los caminos son muchos y más anchos, incluso inesperados, muchas veces son los propios personajes quienes conducen al autor, al narrador. Esto último también puede suceder en el cuento, pero en menor grado. Y no quiero decir que la poesía sea un género más fácil, no, al contrario, tiene sus propias dificultades, la mayor es lograr la síntesis creativa, el resumen de la imagen y de la acción dramática, la cual, muchas veces no se percibe dentro del texto poético. Y en cuanto al ensayo, aunque no me lo pregunte, me parece que es más generoso porque es como desarrollar tu propio pensamiento en una conversación como esta, pero que se va corrigiendo en un texto abierto que permite múltiples lecturas, tal y como debe suceder en toda producción literaria.
Háblanos de “La Vencedora” ¿Cómo llegas a ella o cómo llegó ella a ti?
La Vencedora procede de una reflexión sobre la vida y la muerte y el significado de la ciencia y la tecnología como convenciones del imaginario y del pensamiento hegemónicos en nuestros días. Tengo un gran respeto por la muerte y, debo confesarlo, un temor atávico, por eso sé que la única manera de vencer ese temor es enfrentándolo. Así, La Vencedora es un ejercicio para conversar con la muerte pero contextualizada en un mundo donde la nueva religión es la ciencia y su hija putativa, la tecnología, con todos los desmanes y desajustes que ello significa e implica. La ciencia se ha convertido en un poder omnímodo al servicio de los sectores más trogloditas y violentos del mundo global.
¿Autor o director? ¿Crees que se pueden cumplir los dos a la vez? ¿Qué prefieres?
En las artes escénicas y visuales como el cine sí, hay muchos ejemplos. Aunque no todo mundo puede serlo a la vez. A veces muchos textos dramáticos se “ven mejor” cuando la puesta en escena está a cargo de un director que no es propiamente el autor. Pero ello no está disociado y hay casos, en el cine de autor, por ejemplo, o en las historias del teatro, donde el propio dramaturgo realizaba las puestas en escena y todo ello con relativo “éxito”. William Shakespeare sería el ejemplo más acabado, pero también podemos recordar a Moliére, Bertold Brecht, Federico García Lorca y muchos otros. En cuanto a lo que yo prefiero, pues debo decir que cuando escribo teatro estoy “dirigiendo” y las veces que me ha tocado dirigir estaba “escribiendo”; aunque en la actualidad me divierto y me animo más en la escritura.
En Puerto Rico hay una tendencia de reinterpretar clásicos, “adaptarlos”. ¿Hasta dónde puede llegar un director con un clásico?
Todo director realiza una adaptación cuando pone en la escena un texto dramático, sea clásico o no. No hay una manera única de interpretar un texto, igual que en la literatura en general hay múltiples lecturas y posibilidades escénicas y de interpretación. Es que la escena posee su propia dramaturgia, independiente de la dramaturgia escrita. Y esta dramaturgia escénica está mediada por la época y por el contexto sociocultural: no es lo mismo poner en escena a Eurípides en Puerto Rico que en Costa Rica, para no hablar de la Grecia actual o del Japón. Así que toda puesta en escena es una adaptación a las ideas escénicas, artísticas e ideológicas del director, de sus actores y de todo el equipo de producción. Un clásico se convierte en clásico justamente porque acepta variedad de lecturas (interpretaciones) y de puestas en escena, las cuales lo enriquecen en el tiempo.
¿Qué debe buscar el nuevo dramaturgo latinoamericano?
Representar la complejidad de su mundo inmediato con la conciencia de que somos países coloniales y, por tanto, colonizados mentalmente con una gran carga de dominación cultural, pues estamos mediados por la subcultura de los mass media y la industria liviana, es decir, por la programación de los países hegemónicos y sus producciones audiovisuales, tal el caso de Hollywood y de la televisión por cable, por ejemplo, para no hablar de la moda fashion y todo eso. Debe tener claro que la escena le pertenece a sus conciudadanos y a los conflictos que ellos viven y padecen, solamente así se podrá lograr una dramaturgia propia, aunque utilice formas que provengan de las vanguardias occidentales o de otras formaciones socioculturales. Todo ello con mucho rigor estético, ideológico y técnico, es decir, con una gran responsabilidad y compromiso consigo mismo, con su arte y con los demás.
¿Cómo ves la enseñanza teatral en Costa Rica?
Muy mal, es una enseñanza desde las condiciones heredadas de las metrópolis culturales y artísticas y no hay una búsqueda pedagógica de elementos propios para desarrollar una dramaturgia (escrita y escénica) auténtica y nuevas formas de representación escénica más acordes con nuestra realidad sociocultural, económica y política. Ello no quita que, desde los moldes tradicionales, haya un buen desarrollo técnico, aunque, repito, sin pensar en la producción de un teatro desde el aquí y desde el ahora.
Como pensador, historiador y activista político, ¿qué opinas del estatus de Puerto Rico?
Definitivamente es un estatus anacrónico, colonial e injusto. Puerto Rico merece la independencia total para que pueda autodeterminarse de acuerdo con el consenso de los propios puertorriqueños; ya es hora de que se exija el abandono absoluto de la administración estadounidense para que esa isla tan bella sea libre e independiente. Puerto Rico debe seguir luchando por ello y nosotros apoyando esa lucha sin cuartel. Por cierto, valga la oportunidad para expresar mi reconocimiento a todos los luchadores por la independencia boricua, especialmente hacia Óscar López Rivera el preso político más antiguo de América, vivo ejemplo de resistencia.
Si no vivieras en Costa Rica ¿Dónde?
¡En Costa Risa!
Ha sido una carrera prolífica. ¿Qué le falta a Adriano de San Martín o a Adriano Corrales por hacer?
Les falta terminar varios proyectos inconclusos, y avizorar nuevas producciones; esto es una lucha sin fin.
*Dramaturga puertorriqueña
http://dca.gob.gt/revistaviernes/index.php/abcdario/493-la-rueda-de-la-vida-entrevista-a-adriano-de-san-martin-corrales-arias
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