El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

jueves, 2 de enero de 2014

Izquierda y progresismo: la gran divergencia

Eduardo Gudynas (ALAI, 24/12/13)
>
> Uno de los mayores cambios políticos vividos en América Latina en los
> últimos veinte años fue el surgimiento y consolidación de los
> gobiernos de la nueva izquierda. Más allá de la diversidad de esas
> administraciones y de sus bases de apoyo, comparten atributos que
> justifican englobarlos bajo la denominación de "progresistas". Son
> expresiones vitales, propias de América Latina, en cierta manera
> exitosas, pero ancladas en la idea de progreso. Su empuje, e incluso
> su éxito, está llevando a que esté en marcha una divergencia entre
> este progresismo con muchas de las ideas y sueños de la izquierda
> latinoamericana clásica.
>
> Para analizar estas circunstancias es necesario tener muy presente la
> magnitud del cambio político que se inició en América Latina en 1999
> con la primera presidencia de Hugo Chávez, y que se consolidó en los
> años siguientes en varios países vecinos. Quedaron atrás los años de
> las reformas de mercado, y regresó el Estado a desempeñar distintos
> roles. Se implantaron medidas de urgencia para atacar la pobreza
> extrema, y su éxito ha sido innegable en casi todos los países.
> Vastos sectores, desde movimientos indígenas a grupos populares
> urbanos, que sufrieron la exclusión por mucho tiempo, lograron
> alcanzar el protagonismo político.
>
> Es también cierto que esta izquierda latinoamericana es muy variada,
> con diferencias notables entre Evo Morales en Bolivia y Lula da Silva
> en Brasil, o Rafael Correa en Ecuador y el Frente Amplio de Uruguay.
> Estas distintas expresiones han sido rotuladas como izquierdas
> socialdemócrata o revolucionaria, vegetariana o carnívora, nacional
> popular o socialista del siglo XXI, y así sucesivamente. Pero estos
> gobiernos, y sus bases de apoyo, no sólo comparten los atributos
> ejemplificados arriba, sino también la idea de progreso como elemento
> central para organizar el desarrollo, la economía y la apropiación de
> la Naturaleza.
>
> El progresismo no sólo tiene identidad propia por esas posturas
> compartidas, sino también por sus crecientes diferencias con los
> caminos trazados por la izquierda clásica de América Latina de fines
> del siglo XX. Es como si presenciáramos regímenes políticos que
> nacieron en el seno del sendero de la izquierda latinoamericana, pero
> a medida que cobraron una identidad distinta están construyendo
> caminos que son cada vez más disímiles. Es posible señalar, a manera
> de ejemplo, algunos puntos destacados en los planos económico,
> político, social y cultural.
>
> La izquierda latinoamericana de las décadas de 1960 y 1970 era una de
> las más profundas críticas del desarrollo convencional. Cuestionaba
> tanto sus ideas fundamentales, incluso con un talante anti-
> capitalista, y rechazaba expresiones concretas, en particular el
> papel de ser meros proveedores de materias primas, considerándolo
> como una situación de atraso. También discrepaba con instrumentos e
> indicadores convencionales, tales como el PBI, y se insistía que
> crecimiento y desarrollo no eran sinónimos.
>
> El progresismo actual, en cambio, no discute las esencias
> conceptuales del desarrollo. Por el contrario, festeja el crecimiento
> económico y defiende las exportaciones de materias primas como si
> fueran avances en el desarrollo. Es cierto que en algunos casos hay
> una retórica de denuncia al capitalismo, pero en la realidad
> prevalecen economías insertadas en éste, en muchos casos colocándose
> la llamada "seriedad macroeconómica" o la caída del "riesgo país"
> como logros. La izquierda clásica entendía las imposiciones del
> imperialismo, pero el progresismo actual no usa esas herramientas de
> análisis frente a las desigualdades geopolíticas actuales, tales como
> el papel de China en nuestras economías. La discusión progresista
> apunta a cómo instrumentalizar el desarrollo y en especial el papel
> del Estado, pero no acepta revisar las ideas que sostienen el mito
> del progreso. Entretanto, el progresismo retuvo de aquella izquierda
> clásica una actitud refractaria a las cuestiones ambientales,
> interpretándolas como trabas al crecimiento económico.
>
> La izquierda latinoamericana de las décadas de 1970 y 1980 incorporó
> la defensa de los derechos humanos, y muy especialmente en la lucha
> contra las dictaduras en los países del Cono Sur. Aquel programa
> político maduró, entendiendo que cualquier ideal de igualdad debía ir
> de la mano con asegurar los derechos de las personas. Ese aliento se
> extendió, y explica el aporte decisivo de las izquierdas en ampliar y
> profundizar el marco de los derechos en varios países. En cambio, el
> progresismo no expresa la misma actitud, ya que cuando se denuncian
> derechos violados en sus países, reaccionan defensivamente. Es así
> que cuestionan a los actores sociales reclamantes, a las instancias
> jurídicas que los aplican, incluyendo en algunos casos al sistema
> interamericano de derechos humanos, e incluso a la propia idea de
> algunos derechos.
>
> Aquella misma izquierda también hizo suya la idea de la democracia,
> otorgándole prioridad a lo que llamaba su profundización o
> radicalización. Su objetivo era ir más allá de la simples elecciones
> nacionales, buscando consultas ciudadanas directas más sencillas y a
> varios niveles, con mecanismos de participación constantes. Surgieron
> innovaciones como los presupuestos participativos o los plebiscitos
> nacionales. El progresismo, en cambio, en varios sitios se está
> alejando de aquel espíritu para enfocarse en mecanismos electorales
> clásicos.Entiende que con las elecciones presidenciales basta para
> asegurar la democracia, festeja el hiperpresidencialismo continuado
> en lugar de horizontalizar el poder, y sostiene que los ganadores
> gozan del privilegio de llevar adelante los planes que deseen, sin
> contrapesos ciudadanos. A su vez, recortan la participación exigiendo
> a quienes tengan distintos intereses que se organicen en partidos
> políticos y esperen a la próxima elección para sopesar su poder
> electoral.
>
> La izquierda clásica de fines del siglo XX era una de las más duras
> luchadoras contra la corrupción. Ese era una de los flancos más
> débiles de los gobiernos neoliberales, y la izquierda lo aprovechaba
> una y otra vez ("nos podremos equivocar, pero no robamos", era uno de
> los slogans de aquellos tiempos). En cambio, el progresismo actual no
> logra repetir ese mismo ímpetu, y hay varios ejemplos donde no ha
> manejado adecuadamente los casos de corrupción de políticos claves
> dentro de sus gobiernos. Asoma una actitud que muestra una cierta
> resignación y tolerancia.
>
> Otra divergencia que asoma se debe a que la izquierda latinoamericana
> luchó denodadamente por asegurar el protagonismo político de grupos
> subordinados y marginados. El progresismo inicial se ubicó en esa
> misma línea, y conquistó los gobiernos gracias a indígenas,
> campesinos, movimientos populares urbanos y muchos otros actores.
> Dieron no sólo votos, sino dirigentes y profesionales que permitieron
> renovaron las oficinas estatales.Pero en los últimos años, el
> progresismo parece alejarse de muchos de estos movimientos populares,
> ha dejado de comprender sus demandas, y prevalecen posturas
> defensivas en unos casos, a intentos de división u hostigamiento en
> otros. El progresismo gasta mucha más energía en calificar, desde el
> palacio de gobierno, quién es revolucionario y quién no lo es, y se
> ha distanciado de organizaciones indígenas, ambientalistas,
> feministas, de los derechos humanos, etc. Se alimenta así la desazón
> entre muchos en los movimientos sociales, quienes bajo los pasados
> gobiernos conservadores eran denunciados como izquierda radical, y
> ahora, bajo el progresismo, son criticados como funcionales al
> neoliberalismo.
>
> La izquierda clásica concebía a la justicia social bajo un amplio
> abanico temático, desde la educación a la alimentación, desde la
> vivienda a los derechos laborales, y así sucesivamente. El
> progresismo en cambio, se está apartando de esa postura ya que
> enfatiza a la justicia como una cuestión de redistribución económica,
> y en especial por medio de la compensación monetaria a los sectores
> más pobres y el acceso del consumo masivo al resto. Esto no implica
> desacreditar el papel de ayudas en dinero mensuales para sacar de la
> pobreza extrema a millones de familias. Pero la justicia es más que
> eso, y no puede quedar encogida a un economicismo de la compensación.
>
> Finalmente, en un plano que podríamos calificar como cultural, el
> progresismo elabora diferentes discursos de justificación política
> pero que cada vez tienen mayores distancias con las prácticas de
> gobierno. Se proclama al Buen Vivir pero se lo desmonta en la
> cotidianidad, se llama a industrializar el país pero se liberaliza el
> extractivismo primario exportador, se critica el consumismo pero se
> festejan los nuevos centros comerciales, se invocan a los movimientos
> sociales pero se clausuran ONGs, se felicita a los indígenas pero se
> invaden sus tierras, y así sucesivamente.
>
> Estos y otros casos muestran que el progresismo actual se está
> separando más y más de la izquierda clásica.El nuevo rumbo ha sido
> exitoso en varios sentidos gracias a los altos precios de las
> materias primas y el consumo interno. Pero allí donde esos estilos de
> desarrollo generan contradicciones o impactos negativos, estos
> gobiernos no aceptan cambiar sus posturas y, en cambio, reafirman el
> mito del progreso perpetuo. A su vez, contribuyen a mercantilizar la
> política y la sociedad con su obsesión en la compensación económica y
> su escasa radicalidad democrática.
>
> El progresismo como una expresión política distintiva se hace todavía
> más evidente en tiempo de elecciones. En esas circunstancias
> parecería que varios gobiernos abandonan los intentos de explorar
> alternativas más allá del progreso, y prevalece la obsesión con ganar
> la próxima elección. Eso los lleva a aceptar alianzas con sectores
> conservadores, a criticar todavía más a los movimientos sociales
> independientes, y a asegurar el papel del capital en la producción y
> el comercio.
>
> El progresismo es, a su manera, una nueva expresión de la izquierda,
> con rasgos típicos de las condiciones culturales latinoamericanas, y
> que ha sido posible bajo un contexto económico global muy particular.
> No puede ser calificado como una postura conservadora, menos como un
> neoliberalismo escondido. Pero no se ubica exactamente en el mismo
> sendero que la izquierda construía hacia finales del siglo XX. En
> realidad se está apartando más y más a medida que la propia identidad
> se solidifica.
>
> Esta gran divergencia está ocurriendo frente a nosotros. En algunos
> casos es posible que el progresismo rectifique su rumbo, retomando
> algunos de los valores de la izquierda clásica para buscar otras
> síntesis alternativas que incorporen de mejor manera temas como el
> Buen Vivir o la justicia en sentido amplio, lo que en todos los casos
> pasa por desligarse del mito del progreso. Es dejar de ser
> progresismo para volver a construir izquierda. En otros casos, tal
> vez decida reafirmarse como tal, profundizando todavía más sus
> convicciones en el progreso, cayendo en regímenes
> hiperpresidenciales, extractivistas, y cada vez más alejados de los
> movimientos sociales. Este es un camino que lo aleja definitivamente
> de la izquierda.
>
> - Eduardo Gudynas es analista en CLAES (Centro Latino Americano de
> Ecología Social), Montevideo. Twitter: @EGudynas

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