El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

jueves, 3 de octubre de 2013

ARMONÍA: UNIDAD EN LA PLURALIDAD

Las bellas artes en la familia Chamorro y sus descendientes, tienen su punto de partida, genéticamente hablando, en el apellido Cardenal. Herencia biológica y artística. Vida que procede de la vida para heredar vida y belleza. Desde luego que me estoy refiriendo a doña Margarita Cardenal de Chamorro (1900-1998), presente aquí con su obra, a quien desde hoy rendimos homenaje en este INCH. Ella es la raíz –llamada con afecto por sus familiares, “la Mimí”-, de un gran árbol genealógico de creaturas proclives a la libertad y al arte. En ella está el origen de esa sensibilidad que hoy les es común a hijos, nietos y bisnietos, y a quienes felizmente continúen esa vena y veta artística que abarca no sólo la pintura, sino la fotografía, bordados, puntos de cruz, en fin, todo aquello que conlleva belleza, incluso lo culinario, como señala José María Valverde en su “Breve Historia y Antología de la Estética”, al afirmar, hablando de la armonía, que “sólo se puede dar propiamente en la vista y el oído –aunque no sea disparatado hablar de armonía en lo culinario-,”… El párrafo introductorio a esa “Breve Historia…” inspiró el título y el desarrollo de esta presentación: “En Grecia, el pitagorismo presenta la primera gran cuestión estética: la armonía –auditiva y visual. … Lo que nos interesa es que, desde el pitagorismo, cabe pensar que en todo lo que nos encanta y atrae por su forma pueda (¿quizá deba siempre?), haber alguna formalidad universal, objetiva e incluso mensurable en términos numéricos: es decir, que la belleza acaso implique algún modo de estructura armónica. Armonía, claro está, supone una combinación de elementos, una unidad en una pluralidad”…

Es de rigor señalar el temple y la entereza que tuvo esta señora ejemplar, forjadas en circunstancias adversas. Ello explica mucho del carácter de sus hijos. Hace poco me recordaba mi ya irremediablemente viejo amigo Edmundo Jarquín, que después del año 1944, don Pedro Joaquín Chamorro Zelaya y doña Margarita salieron al exilio, por año y medio, a Nueva York. Él se empleó como traductor en la biblioteca pública de la ciudad, y ella como obrera textil, costurera, decía Pedro Joaquín con orgullo. “Mi hermano Pedro –evocaba Xavier- siempre guardó entre sus reliquias más preciadas, el carnet de obrera textil de mi madre.” Ese carnet, que Pedro Joaquín tenía en su oficina, dice que en la semana del 10 de junio de 1945, doña Margarita ganó 63.50 dólares, menos 4.14 dólares que le dedujeron de impuestos de la segunda guerra mundial.

Hoy está en este salón del INCH una excelente representación familiar, con sus cuadros, de los muchos y buenos artistas descendientes de la precursora que fue doña Margarita. En ella están, incluso, quienes por razones de espacio no están. Se siente armonía: unidad en la pluralidad. Aquí está el Mártir de las Libertades Públicas y Héroe de la Patria, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal (1924-1978), además de pintor, extraordinario narrador, cuyos testimonios y cuentos merecen un lugar especial en la historia de nuestra literatura.
Quiero hacer énfasis en que fue para mí una agradable sorpresa saber que también su hermano Jaime Chamorro Cardenal (1934), pintó, acuarelas, en la cárcel. Ambos demostraron que incluso tras los barrotes, la pintura –como la escritura- no tiene barrotes. La pintura es libertad. Esa sería otra herencia de doña Margarita, y el estar siempre conscientes de que “No hay más verdad que aquélla que nos hace vivir”. No está aquí gráficamente representado, en  esta exposición, ni lo pudiera estar por lo escaso y desperdigado de su producción fotográfica, Xavier Chamorro Cardenal, quien, me consta, tomó excelentes fotografías desde la oscuridad de sus ojos, con la luminosidad de su alma.

“Sobre pintura”, en carta dirigida al pintor Pepe Caballero, ese enorme amigo de los nicaragüenses que fue el poeta español Luis Rosales, escribe: “Como recuerdo de nuestras conversaciones he pensado escribir estas cartas. No sé si las terminaré. Ni es preciso saberlo. Lo que importa es ir buscando unas palabras que nos cieguen de fe, que nos sirvan para vendar nuestros problemas artísticos, como se venda a un niño herido, y nos empujen a pintar o escribir. Quizás nada esencial se termina en la vida, salvo ella misma. Creo, como tú, que la obra de arte es siempre susceptible de perfección, y que, por tanto, no hay cuadro alguno, no hay obra alguna, terminada. Pero no importa. Basta el gozo de pintar, de la obra hecha, ya que no podemos conseguir la obra bien hecha. La misión es pintar. Pero el artista actual no puede hacerlo, no sabe qué pintar. Sabe que pinta bien, que se encuentra en posesión de todos los instrumentos necesarios, pero no sabe qué camino elegir para empezar a andar. Su tecnicismo es, sólo falta de creencias, de ideales artísticos concretos. Para salvarlo de esa angustia, es necesario que se descubra el único invento actual imprescindible: el de la máquina de creer. Esta sería la última máquina: la que nos liberará de la técnica. Por ello, porque nos sirve para andar, creo conveniente la elección de una estética. La llamaremos, mientras la vamos haciendo, la estética del vacío, porque nos servirá para ocultar ese boquete por donde se sumió nuestro ideal. Puesto que no creemos, teorizaremos. No importa que nuestra estética sea  efímera, si es obradora. La verdad humana siempre ha sido mortal y transeúnte. No hay más verdad que aquélla que nos hace vivir, que aquélla que alienta más nuestra esperanza”.
Flanqueando a doña Margarita está esa representación familiar a la que me refería. Unidos, porque provienen de una unidad, y plurales, porque incursionan en todas las técnicas, con pinturas y fotografías. “La misión es pintar” y fotografiar. El arte: la verdad que nos hace vivir en las luces, caprichos marinos y cósmicos, de los dibujos en tinta coloreado Digital, de Jaime Martín Chamorro Argeñal (1962), de Sagrario Chamorro Argeñal (1967), los dibujos “mimetizados” de Leonardo Barreto (1957), la felicidad y la alegría de Violeta Bárcenas Chamorro (1973), hija de Claudia Lucía Chamorro (1953), Cayetana, de quien la Dra. María Dolores G. Torres con justicia afirmó que: “La perseverancia y tenacidad de Cayetana volcadas en sus acuarelas es producto de un largo recorrido, venciendo obstáculos y superando dificultades, para presentarnos una visión optimista de la vida al recrear a través de su universo artístico una realidad en la que se pueda existir y soñar”. Esto, escrito sobre Cayetana, es aplicable a todos, dueños de sus propios universos artísticos. Porque, como la misma Dolores escribió en el 2001, a propósito de un pintor cubano que nos visitó: “Dentro de la pluralidad de estilos que predominan en el mundo artístico contemporáneo” encontramos aquí “la recuperación del “oficio” de pintar, unidas al interés por la técnica depurada y factura impecable, que acompañan al “buen hacer”.

Hay vasos comunicantes en todos estos artistas, que precisamente acentúan su diversidad. Un punto en común serían “Los Conventos”, de San Juan del Sur. De pequeño me apasionaban, misteriosos y de acceso difícil si subía la marea. Seductores, como todo lo misterioso. Son una constante en no pocos de estos artistas. Hoy –que ya ni intentaría llegar- prefiero imaginarlos como “Cuevas” de Altamira, “Capilla Sixtina”, la “Cueva” del arte prehistórico y fuente de colores. Aquellos artistas también supieron que “la misión es pintar”. El hilo conductor de la genética en esta familia, salta a la vista, por ejemplo , las ilustraciones de “El enigma de las alemanas” de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, son acuarelas de su hija Cayetana. “Estirpe Sangrienta: Los Somoza”, tiene óleos de su padre, Pedro Joaquín. Hay uno –que más que uno es un tema en varios- que me llama especialmente la atención, en el que a la derecha figura una litera, en frente una pila, y más arriba una ventana, muy pequeña, con barrotes. A través de los barrotes, se divisa el azul de la libertad. Ese óleo me recuerda el poema VENTANA de Alfonso Cortés, del que cito el primer cuarteto:

Un trozo azul tiene mayor
intensidad que todo el cielo,
yo siento que allí vive, a flor
del éxtasis feliz, mi anhelo.

¿No es ésta una lección estética? ¿Alguien nos puede arrebatar ese trozo de cielo? Alfonso lo describe y Pedro lo pinta, porque ahí vive nuestro anhelo.

Mercedes y yo tenemos en nuestra finca “Extremadura” una inmensa ceiba de aproximadamente 150 años. Por un tiempo la llamamos “el abuelo de todos los árboles”, e igual  podríamos haberla llamado “la abuela de todos los árboles”.  Árbol sagrado de los mayas, es hasta la fecha motivo de admiración de amigos y visitantes, y para nuestros nietos más pequeños ha venido siendo el lugar misterioso en donde, en los enormes huecos que con el tiempo se han venido formando, como misteriosas cuevas, en el tronco del que parten inmensas raíces que se sumergen en la tierra, habitan buenos duendes que la cuidan, así como en sus ramas, del grosor de un árbol, hadas. Doña Margarita Cardenal de Chamorro es también esa enorme ceiba -que un día y en memoria del P.Ángel Martínez Baigorri,S.J., con unos jesuitas mayas bautizamos como “La ceiba del ángel”- poblada de duendes y hadas, pintores y fotógrafos, en fin, seres “encantados” por la belleza. Su savia es el arte trasmitido por generaciones, y su ángel, ella misma.
LUIS ROCHA

“Extremadura”, Masatepe, 15 de septiembre de 2013.

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