El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 19 de julio de 2016

Un poema de José María Valverde y dos de Luis Rocha

CARTA A LUIS ROCHA, EN NICARAGUA


Te escribo desde el aire, Luis, volviendo de ver
Nicaragua, por fin, mi ilusión de muchacho
lírico, lo que había detrás de aquel acento
en voces de poetas que me colonizaban
ayudando a mi voz a sentir el calor
de lo nombrado, el jugo de la vida en la lengua.
Nadie esperaba entonces que un día en esa magia
llegara a haber combate y muerte, rebeldía
de pobres oprimidos, milagro de victorias.
A veces los poetas quedamos abrumados
por lo que fue voz nuestra, vuelto contra nosotros:
dichoso y raro el que es digno de su palabra
cuando llega a probarle el ángel de la historia.
Hoy tengo que decirlo: Nicaragua me ofrece,
tras de aquel viejo son, otra lección más alta:
yo nunca había visto la cara de los pobres
con fulgor de esperanza, en lucha tras las muertes;
no les había oído conquistar un lenguaje
como a tientas, probándose altos vocabularios
de nuevas entidades, decisiones, ideas.
Aquí pasó algo siempre increíble: un pequeño
pueblo inerme y hundido venció a su dueño armado,
al siervo de otros siervos de la máquina fría
del capital en marcha, la acumulación ciega
que devora a los hombres para crecer, haciéndolos
esclavos del supremo Faraón automático,
levantando pirámides inútiles con su hambre
para redondear la ganancia final.

Porque a eso va marchando   -Si Dios no lo remedia
con hombres como he visto ahora, y otros hombres
de otros países y años, que han abierto salidas-
la civilización “cristiana–occidental”
-“cristiana”, muchos siglos de golpear con la cruz
para robar al pobre y asesinar al débil-.
Y la  máquina, andando, se reviste de gloria,
compra todo lo bueno, lo bello, lo sublime
-aunque después el arte, traidor, hunda en olvido
al vendedor y al dueño, y se vuelva de todos
(o así lo espero yo, vendedor de lenguaje;
o de meta-lenguaje, más bien, porque mis versos
los regalo de balde, a ver si hay quien los quiera).

¿Se va a salvar el hombre, va a poder ir viviendo
mejor o peor, humano, con todo abierto a todos,
sin paraísos, pero con su ración bastante,
en un mundo en que quepa enmendar los errores?

A la orilla del lago –todo un mar-, en San Carlos,
se abría, por la fiesta de cuando huyó el Gran Jefe,
un pobre lavadero, millonario en paisaje,
y, tras los figurones danzantes, iban carros
de bueyes con letreros; y uno, “Peor es nada”,
me dio la metafísica de la revolución.

Otras muchas estampas llevo, que me desbordan:
por ejemplo, el abrazo de José Coronel
Urtecho, viejo poeta, saliendo de su selva
por el enorme río, con nueva juventud
de voz y de mirada ahora en la realidad;
o el jefe guerrillero, hoy jefe de cultivos,
que leía a Stendhal en el gran helicóptero
donde íbamos, con niños armados y con poetas;
o la misa, entre madres de muertos, celebrando
tres años de victoria; y cuando me dijeron
que hablara, confesé: “Revolución se llama
un alto amor al prójimo, bajo el amor de Dios”.

Si esta carta tuviera, Luis, más tranquilo aliento
elogiaría ahora a los que en tales luchas
de la humanidad son los héroes más excelsos:
aludo a los escasos traidores a su clase,
a los nacidos dentro de un mundo a favor suyo,
que un día desertaron, pasando al bando pobre
para ser luz y riesgo, y a la vez cuerpo extraño.
Pero no es el momento de grabar medallones:
mientras regreso, crece la amenaza, el ataque.
El filo de la historia hoy cruza Nicaragua.
Si hay milagros como éstos, otros pueden seguir.

José María Valverde
(Julio, 1982).

CONTESTACIÓN A JOSE MARÍA VALVERDE


Hasta hoy, a los diez años de proseguir tu vuelo,
contesto la carta que “desde el aire”
me escribiste, en julio de 1982,
a una Nicaragua que, por ahora, ya no existe,
porque aquel presente que nos levantaba en vilo
se tornó en Saturno devorando a sus hijos.

Aquella vez ibas, “muchacho olivar José María”,
apoyado, como siempre, en tu Pilar, también la nuestra,
de regreso a España con tu alma extremeña
en el extremo mismo de la euforia;
“volviendo de ver Nicaragua, por fin” y de ver
“la cara de los pobres con fulgor de esperanza”.
Pensaste, como aún gracias a vos pensamos tantos:
“Sí hay milagros como éstos, otros pueden seguir”.

Era como si hubiéramos visto y oído todo
y aquella redención jamás fuera a terminar
hasta tanto no contagiara al mundo.

Teníamos la convicción de que el pasado no iba a volver
como afirmó en verso y verbo estremecidos
nuestro amigo y tu principal colonizador,
José Coronel Urtecho, con su cara alumbrada
“igual que  un farol rojo, al hablar”,
según el retrato que le hiciste.

Pero el pasado se había quedado agazapado,
atrincherándose en corazones despojados de futuro,
y volvió y ahora sé que cuando vuelve,
vuelve peor, fortalecido, cínico y siniestro,
trastocando todo sueño en pesadilla y vuelve
con su falsa identidad de presente; envejecido,
mesiánico y creyéndose perpetuo.

Lo que nos salva de esta grotesca situación
es simple y llanamente la Memoria.
Pues ocurrió, José María, que en realidad nosotros
aquella vez estuvimos en un futuro
que está más allá del filo de la Historia.

Visto así el pasado; su retorno vengativo no es más
que el estertor agónico de sus entrañas
ante los que murieron ayer por el mañana.

Frente a este futuro irrevocable, que ha sido ayer
“un alto amor al prójimo, bajo el amor de Dios”,
solo le queda confirmar su condición de pasado
y desvanecerse ante tu magia verdadera:
La modestia, sustentada en el milagro que debe seguir.

Digo todo esto, porque con esa carta me enseñaste
a nunca olvidar que todo aquello que vivimos,
aún hoy es verdad y verdad también será mañana.

Por eso te remito esta tardía contestación,
gozoso ante la imposibilidad de tu ausencia,
a todo sitio donde cabe la esperanza,
con la certeza de que estás ahí.

Mayo de 2006.

LA PLAZA VACIA



Una plaza dando gritos, enardecida o sumisa es igual.
Tribunas portátiles. Ecos del pasado encarnándose
En el presente. Incendiarios discursos de palabras huecas.
Un hombre cae muerto ensangrentado y el que sobrevive
expira, enajenado, justificando la muerte del caído.
En España hay un valle partidario de caídos. En el mundo
las consignas del partido en el poder retumban en las plazas.

Pero esta plaza tuvo alma y ahora está vacía.
Antaño, fue Plaza de la República del dictador,
hasta que un día se transformó en plaza de nuestras almas
y no de multitudes arriadas por el fanatismo o la necesidad.
Esta plaza hoy está baldía como nuestra tierra baldía
y triste, yerma, con el sol cayéndole despiadadamente
o la lluvia sobre el estruendoso silencio
 de las vociferaciones llamándose una y otra vez al engaño:

“No te vas,
te quedás”

Esta plaza ha sido de rebaños, piaras, manadas y jaurías
desde el siglo de las luces y uvas de ira
hasta el siglo de las tinieblas y fresas de amargura.
Es aún el punto cero de este maldito país:
Punto de partida y de retorno hacia lo mismo.
Un 20 de julio de 1979 en ella se desbordó la euforia
y escaló las paredes y torres ruinosas de la Catedral
por el triunfo de la revolución hoy perdida.

Traicionaron la revolución y la plaza quedó desolada
hasta que la corrupción puso en ella una fuente luminosa
que luego fue destruida por la “reconciliación”.
La fuente fue un homenaje a la mentira
y su destrucción también, pero eso sí,
aquella vez del 79 tuvo alma esta plaza
aunque hoy otras multitudes como las del dictador
puedan llenarla de loas o imprecaciones
a falta de dignidad, ética, amor y sandinismo.
Porque esta plaza ya no tiene alma
aún llena estará vacía.
En ella los políticos dicen sus más selectas falsedades
y premonitoriamente las enlutadas sufrieron
la agresión de las hordas nicolasianas. Plaza de lutos
y también de verdades extraviadas en el tiempo.
Hoy Somoza ha regresado a esta plaza de la discordia
y frente a su claque, que no percibe la reencarnación,
alguien, una mujer, levanta su brazo triunfal
y es aclamado para un nuevo período. La ovación
es ensordecedora. El asfalto y el cemento se estremecen.
Pero esta plaza ya no tiene alma
y aún llena está vacía.



9/6/07

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