El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

miércoles, 2 de abril de 2014

Antigua sociedad que se renueva



Onofre Guevara López


El tan mencionado diálogo entre los obispos y el gobierno, es oportunidad que ambos tendrán para consolidar la histórica sociedad Iglesia-Estado, ahora con distintos personajes al frente de cada institución. En Nicaragua, esa alianza ni siquiera ha sido interrumpida por la formal declaración constitucional de que tenemos un Estado “sin religión oficial”.

La jerarquía tendrá la oportunidad de confirmar su calidad de interlocutor ante Daniel Ortega –ahora compartida con el Cosep—, después de “imponerle” el diálogo a quien, socarronamente, había fingido desinterés, sabiendo que con el diálogo ganará la imagen de tolerante que nunca ha tenido. Lo máximo que perdería Ortega (tal vez), será alguna restricción del abuso que hace de la religión en detrimento de los derechos oficiales del clero sobre la religión católica.

Las mujeres nicaragüenses de todos los partidos –más de la mitad de la población—, son quienes ya tienen acumuladas las pérdidas de sus derechos, a manos de la iglesia y del gobierno, desde hace ocho años. La penalización del aborto por graves motivos de salud de la mujer, ni siquiera lo discutirán en su diálogo, porque es tema que ambos tienen sellado y bendecido entre sus haberes reaccionarios.

En el diálogo, ya lo han dicho los obispos, extrañamente no de forma sibilina como es su estilo, sino francamente: no van a sustituir a los partidos políticos. Y eso está muy bien. Pero esa declaración parece no ser oída por algunos políticos que siguen expresando sus esperanzas de que del diálogo algo saldrá en pro de la institucionalidad, como si esta no hubiese sido ya la primera en sucumbir ante las contrarreformas de Ortega.

En cuanto Ortega comenzó a escuchar la petición de los obispos de dialogar, apresuró el desmantelamiento de la Constitución para permitirse su reelección y condicionarla a su práctica autoritaria de gobernar. ¿Qué valor puede tener ahora el tal diálogo, si ya nada le impide a Ortega gobernar a su antojo? ¿Alguien cree que va a echar pie atrás para complacer a los obispos?

Que con el diálogo no cambiará nada, los obispos lo saben mejor que nadie. Ellos ya libraron su cubo con las críticas a las contrarreformas, no pasó nada, y ahora van por la consolidación de su autoridad moral ante los creyentes y en el gobierno ante los que dicen serlo. Los políticos oficialmente opositores, más por ambición que por creyentes, depositan su fe en que del diálogo –que ni siquiera será con ellos, sino por interpósitas lenguas—, podrán rescatar la estabilidad institucional. Aunque Ortega prometiere restituir algún derecho de los conculcados por él, será para ilusionar, pues ya tiene en sus manos la reelección indefinida.

La democratización no podrá conseguirse con pláticas entre esas dos cúpulas, mientras la oposición no sirva ni para agitar, menos para tratar de removerle el piso a Ortega. La oposición lo sabe, y por eso está haciendo girar su actividad en torno a los nombramientos de más de medio centenar de funcionarios, esperando a ver cuántos cargos que les regalará Ortega. Los funcionarios orteguistas hace rato huelen a reelección, en primer lugar, su más obsecuente servidor en el Consejo Electoral, de modo que serán muy pocos los “opositores” que podrán ostentar el indigno papel de zancudos.

Nada sorprendente, dado que en su mayoría son políticos que se sienten parte de las clases que ven el poder—además de una fuente de ingresos— como algo que viene de Dios, y este supuesto origen divino del poder lo ha inventado la iglesia para justificar su propio poder. Dos poderes tradicionales, el espiritual y el material, unidos en torno al poder del Estado, fruto de un mandato divino. Es lo que dicen creer las cúpulas, pero ambas saben que lo dicen solo es para justificarse ante las masas populares.

Monseñor José Antonio Lezcano y Ortega, en su momento proclamó ese falso origen divino de todo poder:

“La frase derecho divino de los reyes, que la ignorancia de la incredulidad, o mejor dicho, su perversidad, ha querido presentar como fórmula de tiranía, no es frase que solo afirme el origen divino del poder cuando lo afirman los reyes, sino que afirma el origen divino de ese poder; y así tan exacto es decir derecho divino de los reyes, como derecho divino de los presidentes o de los cónsules, de cualesquiera funcionarios, no importa bajo qué nombre, que ejercer el poder público.”(Lezcano y Ortega, 1920,4; Pérez Baltodano, 2000,493).

Esta concepción del poder, la hizo propia y la resumió Daniel Ortega, noventa años después, cuando le entregó el mando del Ejército Nacional al General Julio César Avilés: “Dios pone y quita reyes”. Bajo esa idea tendrán su diálogo la jerarquía y Ortega. Piensan lo mismo quienes quisieran disfrutar del poder, y ruegan para conseguirlo: “Dios quiera que obtengamos más cargos”, “Dios quiera que mi partido y Ortega acepten mi candidatura”.

Desde luego, no me interesa quiénes están en tal situación de ruegos; me preocupa que sean los sectores populares los que sigan siendo víctimas de esos engaños. Si Ortega ya se hizo el sordo con la petición de dialogar con los curas cuando aún no había cambiado la Constitución, ¿de qué vale ahora que los obispos dialoguen en torno al tema de la inconveniencia de las reformas, cuando ya todo está consumado?
Aun cuando fueren otros los temas del diálogo, ¿qué importancia pueden tener, si ya no alterarán en nada los objetivos conseguidos por Ortega? Solo le harán un engaño más al pueblo nicaragüense, y le prolongarán las falsas esperanzas. Nada cambiará, en tanto los sectores populares no tomen en sus manos la lucha por sus propias reivindicaciones.

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Paráfrasis



“Diputados reforman Ley de Educación”… ¡pero ellos nunca podrán reformarse!

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