El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 25 de febrero de 2014

No hay crisis de origen espontáneo



Onofre Guevara López

Cada vez que se agudizan los conflictos internos de un país escapado de la órbita norteamericana –tal el caso de Venezuela—, una avalancha desinformadora inunda las conciencias de millones de personas. Se fabrica la imagen del país, según los intereses de quienes odian su proceso político.

Pero como no hay crisis de origen espontáneo, hay que proceder igual que cuando ocurre un crimen: el primer sospechoso es el enemigo más caracterizado del agredido, el motivo de la agresión y la conducta de la víctima, porque con ella pudiera haberle creado oportunidades al agresor. En Venezuela están presentes los elementos de este símil, más las acciones en el teatro de los acontecimientos nacionales y sus vínculos externos, y los intereses de los actores: el intervencionismo de los Estados Unidos, el petróleo venezolano y los desaciertos de los líderes.

La vorágine publicitaria en torno a los sucesos venezolanos tiene nutrientes foráneos. Esta labor se hace con las más avanzadas técnicas psicológicas aplicadas a la comunicación. Pese a ello, la campaña opera con fórmulas simples: presentar al agredido como agresor, tergiversar el rol de los protagonistas y, en especial, echar una cortina de amnesia sobre las causas históricas del conflicto.

Por eso, el origen de los hechos es ubicado en fechas recientes; a las manifestaciones les atribuyen carácter espontáneo; a los protagonistas les identifican como estudiantes, aunque estos sean una minoría; individualizan las causas del conflicto, y a sus personajes preferidos les construyen imágenes heroicas. Unos son alabados y otros descalificados al extremo.

Dentro de esta avalancha, no sirve de mucho contrarrestar mentiras con verdades; es como tirar gotas de agua sobre un mar noticioso encrespado y con una masa de creyentes navegando en el histerismo. Aun así, se debe tratar de explicar las causas, al menos las más obvias.

En esta barahúnda noticiosa, se escuchan y leen condenas contra la violencia en Venezuela de partidarios y adversarios, lo cual sería normal si procedieran de personas imparciales (algo imposible). Resulta un falso interés por la institucionalidad y la paz en Venezuela, cuando lo dice Daniel Ortega, quien recién ha consumado su agresión a la institucionalidad nicaragüense. ¿Y dónde hallar sinceridad en las palabras de Barak Obama, cuando califica de “intolerable” la violencia en Venezuela? Hipocresía pura, pues él, como presidente del país agresor y creador de violencia en Iraq –y otros países— no solo tolera esa violencia, sino que también amenaza violentar aún más a Siria con una invasión. La afición a la violencia de los presidentes de ese país, es más antigua que la afición norteamericana por el Rugby salvaje y el entretenido béisbol.

No se puede ser pacifista ni institucionalista sincero, si no se actúa de forma consecuente con lo que se dice. Para alguna gente es difícil, en algunos casos, imposible, poder rasgar la cortina de amnesia histórica tendida sobre la política exterior de los Estados Unidos. En Venezuela intervienen, y no por las fallas de sus líderes, que las tienen, sino por un imperativo histórico de su sistema, lo demás es pretexto.

Entre la histeria reinante, hay quienes dicen, por ingenuidad, simpleza o interés, que echarle la culpa de todo a los Estados Unidos es el pretexto de “los malos de la película”. Y puede ser cierto en algunos casos, pero a este país, lo acusa su propia historia.

Lo que está ocurriendo en Venezuela tiene culpables de ambos lados, pero quien viene de afuera es más culpable que el de adentro. Hace doce años, agentes norteamericanos –propios y nacionales— montaron el golpe de Estado, cuando aún Chávez ni siquiera había llegado a la mitad de su primer mandato, otorgado en una elección que no fue montada por su gobierno. Lo de ahora, es el reciclaje del plan fracasado en el 2002, adaptado a las nuevas condiciones del país.

Hay diferencias. En el 2002 contaron con una cúpula militar hoy fuera del poder. En ambos momentos han enfrentado a la mayoría del pueblo, aunque a la minoría de ayer no le dio el entrenamiento político-militar que le dio a la de ahora, dotada además de un odio visceral y de fábricas artesanales de instrumentos para la destrucción de calles, edificios y medios de transporte públicos y privado. Hoy cuentan con una clase empresarial capaz de crear desabastecimiento y especulación para sobresaltar ánimos. Pero tienen enfrente a un adversario al que no pudieron sorprender como en el 2002. Tampoco tienen cohesionados a sus amigos en torno a la misma táctica. Quizás a eso se debe que la violencia de hoy sea más cruenta, pero con la misma víctima: el pueblo.

Y, ¿qué hay de la joya de la corona del reino? Los Estados Unidos y su aliada, la burguesía, perdieron el control del petróleo. Pero no lo olvidaron, y tratan de reconquistarlo junto al poder, pese a que no anuncian plan alternativo de gobierno y, aparentemente, solo están empeñados en crear caos y destrucción para debilitar al gobierno, para hacerlo caer.

¿Vale tanto ese petróleo como para obtenerlo a costa de la sangre de venezolanos de ambos bandos? Según su historial, para los Estados Unidos, sí lo vale. Por unos cuantos muertos no van a perder su récord de doscientos años. ¿Quién ignora cómo los territorios que México “perdió” desde mediados del siglo XIX, son ahora Estados norteamericanos? ¿En cuántos países latinoamericanos los Estados Unidos han injerencias diplomáticas, implantado una dictadura militar, y a cuántos países los ha invadido militarmente? ¡Lo ha hecho en más de 152 veces en solo el Siglo XX!

Se puede afirmar que Estados Unidos despidió el Siglo XIX apropiándose de Cuba y Puerto Rico, y que inauguró el Siglo XX convirtiendo en su coto de caza de riquezas naturales a los países latinoamericanos.

Si esa historia no es suficiente para imaginar lo que realmente ocurre en Venezuela, tal vez sugiere algo lo siguiente: Estados Unidos invadió y dejó aterrorizado a Iraq por el petróleo, y como no puede traerlo a su país vía Internet, utiliza la vía más antigua: el mar. Para eso, sus barcos tienen que recorrer el Golfo Pérsico, cruzar el Estrecho de Ormuz, salir al Océano Índico por el Golfo de Omán, bajar al suroeste para darle la vuelta al cuerno de África y luego remontar el Océano Atlántico hasta el Mar Caribe, y luego se meten al Golfo de México para llegar a Texas.

Para esa ligera travesía, sus barcos solo tienen que invertir 45 días (¡mes y medio!). ¿A cuánto ascenderá la inversión en dinero para ese paseíto? Contestación de grupo. Debe causar mucho gasto y, a las transnacionales petroleras, el dolor de ver mermadas sus ganancias, más sabiendo que para llegar a Texas desde Venezuela… ¡solo necesitan cuatro días! He aquí, un motivo para derramar sangre ajena en Venezuela.

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Paráfrasis



“Hay que rescatar la democracia en Venezuela”, condición sine qua non… ¡para rescatar su petróleo!

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