El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

domingo, 21 de febrero de 2016

UN ECO GALÁCTICO

Manuel Obregón, Masatepe, 20-02-2016

Hoy me entero de la muerte de Umberto Eco. El artista de la semiótica. El periodista alerta de lo que pasa y cómo debe interpretarse lo que ocurre en el mundo. Nunca se quedó en la superficie, exigió que hay que nadar hasta el fondo. Cuestionar las mentiras o medias verdades que se dicen a diario en los periódicos o en internet y en la TV. Protestar contra la corrupción endémica, la testarudez, la chatura literaria, el bombo que acompaña a los que se creen importantes, la ironía como arma que nos defiende de la mediocridad, y actualizarse siempre en lo que ocurre a diario, no tanto en el sentido noticioso como poner en perspectiva lo acontecido, para tener una visión analítica y no morbosa de la noticia. Comprender el mundo en sus distintas etapas evolutivas, tanto en lo científico como en el desarrollo social y tecnológico.  Siempre diferenciar, lo creíble y documentado, de la simple charlatanería mediática. El autor de frases puntiagudas que nos obligan a pensar y repensar nuestros esquemas y valores culturales. El que asido a la punta del iceberg no ignora lo que se oculta debajo.  El filósofo, el novelista, el historiador, el sociólogo, el periodista. El que no queda satisfecho con el relato sesgado o la historia falseada o coja. El que quiere llegar a la verdad. Se aventuró en la cultura medieval, en las famosas cruzadas, en la busca del santo grial. En la biblioteca alejandrina y su destrucción. Como Fellini, entra en los túneles oscuros o luminosos de la religión y su liturgia, arrastrando los mitos de su educación salesiana, y se solaza en la alegría de su adolescencia. Todo lo que concibe no puede separarse de su biografía. Las frases, puntillosas, son reflejo de una vida auténtica, la suya. Entremezcla la realidad con la ficción, y fusiona texto con el comic, con las ilustraciones de cartel, semejante al que se usaba en los años cincuenta y sesenta para acompañar las películas en cinemascope. Obligado a releer El nombre de la rosa (1982) y La misteriosa llama de la reina Loana (2004). Transcribo la nota que acostumbro al final de cada lectura, referida, en este caso, a esta última novela.  Es la fragancia más fresca que conservo cuando leí el libro en el año 2008. “La novela pareciera autobiográfica, y a la vez, un retrato en sepia de lo que pudimos vivir, cada uno de nosotros. Quién no ha temido a la dictadura, quién no ha sufrido una insatisfacción de fondo- llamémosle desamor- quién no a la enfermedad y a la muerte. Para resistir esos embates y un manejo consciente de estas calamidades o distorsiones, siempre habrá que recurrir, como bálsamo restaurador de nuestras heridas, a la nostalgia de los años mozos. Ello nos podrá servir de consuelo y a la vez reconocer que, si en la vida hay y seguirá habiendo inequidad e injusticia, también hay remansos de buena nueva, olor a infancia y, sorpresa, quién no la ha tenido, por explorar el mundo, y descubrir sus novedades y sortilegios”. Fallece a la edad de 84 años, y siento un eco que de lejos me roza, es de un gigante, galáctico.  

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