Onofre Guevara López
El diez de mayo de 2007, a cinco meses
de haber llegado a la presidencia, Daniel Ortega aseguró que no había
suficiente oro en el mundo por el cual entregaría una concesión para construir el
canal interoceánico a través del Lago Cocibolca. Una de las razones de entonces
para oponerse al uso de lago, sigue siento válida: “No habrá oro en el mundo
que nos haga ceder en esto, porque el Gran Lago es la mayor reserva de agua de
Centroamérica y no la vamos a poner en
riesgo con un megaproyecto como un canal interoceánico.”
Desde el viernes 14 de junio la entrega
de la concesión está firmada, cuando apenas el día anterior, había sido votada
por la maquinaria orteguista, sin más justificación que su mudez y su
obediencia. Y no porque ignoraban que el lago sería afectado por el canal, pues
el único lugar descartado públicamente era el Río San Juan.
Lo que se puede suponer del silencio de
los diputados orteguistas, es que siempre estuvieron de acuerdo en utilizar el
Cocibolca, conscientes de que estaban pasando por sobre las observaciones
científicas del doctor Jaime Incer Barquero, pero obedeciendo a Daniel Ortega, quien
tampoco desconoce las observaciones de su asesor, aunque nunca se lo haya consultado.
Un gesto despectivo propio de quien se siente y actúa por encima de las normas legales.
De hecho, Ortega está reconociendo haberse equivocado, pues sí, había oro suficiente
en el mundo capaz de comprar el olvido sobre los posibles daños al Gran Lago.
Ese es solo un aspecto entre los muchos
cuestionables aspectos jurídicos de esta entrega del territorio, de la soberanía,
más el menosprecio de los derechos humanos de las etnias y otras comunidades que
habitan las áreas inevitables para el tránsito y la ejecución del canal. A
ellos, como a todos, se les está vendiendo esperanzas de mejoramiento
económico, social y humano, porque saben que sobran motivos para desear canjearlas
por cualquier cosa. Hace rato le inventaron
al pueblo un bálsamo para su pobreza: “Las esperanzas no llenan, pero
mantienen”.
Ortega pues, se ha situado en el lado
opuesto de la posición que tomó en el 2007.
¿Por qué motivo seis años atrás le parecía algo así como un acto de lesa
patria utilizar esa gran reserva acuífera, y ahora no le causa preocupación,
sino al contrario? Aparte de estar de
por medio sus crecientes intereses y beneficios que les proporcionan sus
negocios desde el poder, está su interés mayor por conservar el poder mismo. Ortega piensa perpetuarse más fácilmente,
proyectándose como el gobernante indispensable y único capaz de concluir “tan
magna obra”.
Además de esas motivaciones, existe una
explicación a su cambio de actitud respecto al uso del Gran Lago: en el 2007, a
cinco menos de haber llegado a la presidencia, Ortega reconocía que su ascenso lo
había logrado sobre la base de ilegalidades, de sucias negociaciones políticas
con Arnoldo Alemán y con un miserable 38% de los votos. En esas condiciones, su
destino político inmediato era incierto, y su declaración sobre el uso del lago
ofrecía la confianza que le era necesaria.
Ahora, cuando ha logrado cambiar el
panorama con sus políticas al margen de las leyes y la Constitución; con el
desmontaje de la ilegalidad institucional del Estado para ponerlo a su
servicio; con la desmoralización de ha las fuerzas opositoras con los f raudes
electorales y la compra de voluntades de políticos oportunistas. En el 2007 había
alcanzado penosamente el poder; en el 20013 se ha consolidado en él, y quiere más:
el canal interoceánico como su vía de tránsito hacia la perpetuación en el
poder.
Cree que lo puede asegurar aunque nunca
llegue a construirse el canal, porque los proyectos colaterales del tratado
Ortega-Wang, les permitirían hacer negocios más prácticos y ligeros de
ejecutar, pero muy rentables. Está la compra-venta de sub-concesiones dentro de
la gran concesión. No por menos Wang Jing, se ha ganado el cariñoso tratamiento
de “Hermano” de parte de los del clan Ortega-Murillo.
Las esperanzas y los sueños de los
nicaragüenses sobre un canal interoceánico, son de tan larga data, igual que sus
necesidades; y son tantas, que hasta los relativamente grandes millonarios del
patio, están ilusionados y preocupados solo por el valor de compra-venta de las
propiedades. Para ellos, solo eso hace “medio ilegal” la concesión.
El hambre histórica del pueblo y la
histérica ambición de los ricos, se juntan
para ofrecerle vía libre al megaproyecto canalero, sin ningún sentido
crítico y aún menos patriótico.
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