¿Cuándo
y dónde lo mataron?
Onofre Guevara López
Esas preguntas parecerán
necias, porque hemos mitificado durante 79 años la versión sobre su asesinato.
Pero, ¿cuán confiables pueden ser las palabras de unos asesinos? ¿No habrán
mentido, bajo un pacto de sangre, f recuente entre criminales para evitar que los restos
del héroe fueran encontrados?
Estas interrogantes
me las hago desde cuando el señor José María Rodríguez, un jubilado que residió
varios años en los Estados Unidos, me confesó que por temor había guardado
silencio toda su vida sobre el múltiple asesinato del que fue testigo cuando
era un niño. Y ahora, a sus más de 85 años, me relató lo siguiente:
“Yo nací en Mangua,
pero mis padres me inscribieron en Corinto siete años después de haber
nacido. Después mi familia regresó, y cuando
yo tenía entre siete y ocho años, iba al Campo de Marte casi a diario, por las
mañanas, a dejar 300 tortillas que hacía mi mamá para la Guardia.
“Un día, que yo
calculo era el 22 de febrero de 1934, como a las ocho de la mañana entró al
Campo de Marte un camión con ocho soldados, custodiando a varios hombres; el guardia-cocinero me
dijo: allí va Sandino, apártate. Me aparté; yo no sabía quién era Sandino, un
momento después ocurrió un tiroteo; luego, agarraron los cuerpos de varios
hombres y los tiraron al camión. Camilo González, les ordenó a los del camión
que se fueran al Lago, y que en la Capitanía del muelle les estaban esperando
con una lancha.
“Mi mamá vivía cerca
del lago, por eso les pedí que me dieran “raid”, y me llevaron en la parte
trasera del camión; en medio iban los muertos; cuando llegamos frente al lago,
yo me quedé cerca de mi casa y desde largo miré cuando sacaron los cuerpos y
los metieron en una lancha. El muellecito quedaba frente a una bodega del Banco
Nacional. Cuando les dije a mis padres que habían matado a unos hombres, y les
señalé hacia donde los estaban echando a la lancha, me ordenaron que callara y no
anduviera hablando nada de eso con nadie.
“Recuerdo que el día
de los asesinatos estaban varios jefes, entre ellos Camilo González, un general
Noguera, quien murió en los Estados Unidos; un Chamorro, Victorino Lara, que
era sargento, y otro a quien le decían “el perro de Somoza”, quien usaba una
gran cadena de oro. Eran cinco los que
mataron a los hombres. Después se fueron
a informarle a Somoza en `Canta Gallo`, que quedaba de la presidencia como 50
metros hacia abajo.”
El señor Rodríguez es
cristiano evangélico, y en el 2012 –año de la entrevista— ya había cumplido 85
años. Con su testimonio rompe el de los asesinos, y cambia la historia tejida
en torno a la fecha más caracterizada durante casi un siglo: el 21 de febrero
de 1934.
Si hemos de darle
crédito o no a su testimonio, obligado es valorar: a) si el testimonio del niño
de entonces es más o menos creíble que lo dicho por los asesinos; b) si el
señor Rodríguez dice la verdad, la muerte de Sandino, Umanzor y Estrada no ocurrió
la noche del 21 de febrero, sino la mañana del 22 de febrero de 1934; c) si los
restos de los héroes no aparecieron en donde dijeron sus asesinos que los
habían enterrado, ¿por qué no pudieran estar en el fondo del centro del Lago
Xolotlán?; d) si los restos fueron incinerados y sus cenizas esparcidas por el
aire, ¿había en 1934 crematorio en Nicaragua?, y si había, ¿en cuál funeraria? (según
recuerdo, en los años 40 aún no había funeraria moderna en Managua).
De la muerte de
Sócrates, hubo testigos responsables: el profesor Sofonías Salvatierra, su familia
y el Coronel Santos López. De la muerte
de Augusto sólo existen los testimonios de sus asesinos. Son razones más que suficientes para poner en
duda esos testimonios, y suficiente fundamento para no seguir creyéndoles de la
forma absoluta que se les ha creído su versión.
Si aún no se sabe en
dónde están los restos de Sandino y sus compañeros, a pesar de que ya fueron
buscados en el lugar que dijeron sus asesinos, es indicativo de que no sería aventurado
ni ocioso buscarlos en otra parte. Y si el testimonio del señor Rodríguez, ofrece
otro lógico sitio en dónde buscar, ¿por qué no hacerlo?
*Extractado del capítulo
sobre la muerte de Sandino, de mi libro inédito: “Nicaragua, mi lectura de su
historia contemporánea”.
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