Con la presente nota esta columna cambia de domicilio; pero el suscrito traslada a su nuevo albergue de FLECHA las armas que brillan en su panoplia de escritor. El itinerario ha sido igualmente modificado en orden a la visita que debe a sus lectores: Se trata de una visita mañanera, llevándole la repercusión del tema cardinal del día, ahora literario, mañana deportivo, otrora económico, pero siempre, siempre, invariablemente político porque, parodiando al poeta que filosofaba a ratos “¿Qué civilización que es, no es política?”
Desde Aristóteles, los pueblos entran a la cultura por la política, o se detienen en sus umbrales, paralizados por la barbarie. Roma y Athenas en el pasado, como hoy Washington y Moscú, fueron metrópolis esencialmente políticas. El foro romano que oía los periodos de Cicerón, fue la primera derivación del Agora griego, desde donde Temístocles decía sus arengas y Anacreonte soltaba el enjambre de sus abejas de oro y miel.
Hay un falso concepto de la política porque, desgraciadamente, esta actividad científica ha pasado a manos de ignorantes condicionados y arribistas inmorales.
El puñal no es malo en sí, sino por la mano que lo blande. Cuando el hierro derriba a César, queda santificado; pero cuando el plomo quitó la vida de Lincoln, toda la humanidad se sonroja. Así es la política. Alguien ha hecho creer que es inmoral. De eso se aprovechan los inmorales y además del arma que es, los bandidos la convierten en monopolio.
Se cree que el modesto ciudadano que vive de su trabajo no debe intentar ejercerla bajo pena de quedar para siempre infamado. Y hay que reaccionar contra esa idea, fomentada mañosamente por quienes pretenden que la política es una suerte de BLACKJACK, buena sólo para los gangsters. Hay que enseñarle también al pueblo a blandirla como una espada, para agredir, o un escudo para defenderse…..
Este magisterio que implica hacer política, es, ante todo, para gente bien. Y hacer política en el taller, en la calle, en el corrillo, es obligación. Aún más: debe hacerse en el hogar mismo, y sería saludable, antes de sentarse a la mesa de escaso o abundante yantar, explicar a la población doméstica que si abundante o escaso se sirve, débese a la política.
Prueba: el sistema arancelario propuesto, acaba de ser favorablemente cambiado. Los diarios supieron comprender que el asunto, aparentemente aduanero, tenía una textura invariablemente política.
Los pobres sobre todo, los asalariados, los individuos de la economía “subdesarrollada”, deben elevar a términos de acción “política”, por que todo lo que existe sobre la faz de la tierra lo es: el precio del maíz, el sube y baja de las carnes, las franquicias para montar juegos prohibidos, el aguardiente bebido en barra y la mancebía que funciona en la contratapa de un edificio para investigaciones de algo.
Una casta de hombres audaces, despreocupados, enérgicos y sin principios ha hecho de la política, durante más de cien años, un floreciente negocio particular y formado con esa substancia un gran trust internacional. Una chusma frecuentemente mal informada de lo que significa “política” los ha dejado hacer.
Es tiempo que esta chusma se convierta en pueblo y pida participación en el juego donde se exponen sus dividendos. Porque política es civilización. En su Guerra de las Galias Cesar habla de los belgas con admiración, pero—agrega—es lastima que no se rijan por la política.
Es hora. La hora del pueblo en la política.
Flecha, año XIV, No 4315, Managua, jueves 30 de junio 1955, p.1
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