Mario Urtecho
Además de la planta hidroeléctrica y las fábricas de cemento y acero, HKND Group construirá una fábrica,donde producirán un millón doscientas mil toneladas de explosivos, que usarán para abrir el inmenso zanjón del Canal de Nicaragua. Semejante magnitud es difícil de imaginar. Decir que son 24 millones de quintales de bombas tampoco ayuda. Para tener idea de qué están hablando los asiáticos diremos que tal cifra es 3½ veces mayor que las 345.735 toneladas de explosivos que Estados Unidos proveyó a la URSS durante la Segunda Guerra Mundial, equivalentes a casi el total de explosivos producidos por Alemania en 1943.
Ese desmesurado propósito me recordó algo que leí en Un largo y sinuoso camino, libro en el que el holandés JanGeert van der Post, expone un conjunto de razones por las que no ha sido construido el Canal de Nicaragua. Señala que después de la Segunda Guerra Mundial, científicos y políticos norteamericanos se interesaron en aplicar en tareas civiles y pacíficas, el incuestionable y gigantesco poder que la energía nuclear acababa de mostrar. En 1961, con el nombre de Plowshare, laAtomic Energy Commission ordenó los primeros ensayos de uso civil con explosivos nucleares, y en julio de 1962, se hizo el primer experimento -Sedan- lo más parecido a una excavación para puertos o canales.
Como ahora se sabe, el mayor problema de abrir un canal a nivel del mar es la enorme cantidad de material a excavar, tarea no factible con procedimientos tradicionales, por su enorme costo y tiempo de ejecución. Era más atractivo usar explosivos nucleares: más potencia y más barato.[1] La técnica era explotar bombas nucleares enterradas, que producían cráteres, volando el material sobrante en toda el área cercana. Las bombas alcanzaban con facilidad una potencia de diez megatones. (La que los gringos lanzaron sobre Hiroshima fue 625 veces más pequeña). Se pensó que lo más práctico era una secuencia de detonaciones alternadas: abrir el primer cráter, después el tercero, y luego el segundo.[2]
Los problemas en usar este tipo de explosivos eran: la radioactividad, el impacto de la voladura en el área aplicada y la sacudida de la tierra. Los promotores del método trataron de quitar importancia al efecto de la radioactividad. Ernest Graves, militar norteamericano, señalaba que al enterrar las bombas de manera suficiente, la mayoría de la radioactividad quedaría enterrada. Sin embargo, el efecto de la radioactividad fue la razón de abandonar investigaciones más profundas sobre posibles rutas de canales interoceánicos en zonas de mayor población, como Panamá y Tehuantepec, pues era imposible mitigar el efecto. La única sugerencia fue aplicar la técnica sólo en zonas poco pobladas. Graves añadió, con tono cínico: “para que no haya mucho daño que indemnizar”. [3]
Hace un tiempo se denunció que en algunas partes del Pacífico de Nicaragua, los pescadores estaban usando bombas de mecate para sacar especies marinas comerciales, práctica que además de poner en peligro sus vidas, provoca daños al ecosistema marino. Por ello, es fácil imaginar el gigantesco desastre medioambiental que provocarán las megaexplosiones de las 1.2 millones de toneladas de bombas que serán detonadas para abrir la montaña a lo largo y ancho de centenares de kilómetros y en el seno del Lago de Nicaragua.
Sin embargo, un supuesto experimentado ecologista que junto a otros nicaragüenses acompaña a la misión china en las presentaciones de la ruta y bondades del Canal, declaró que el bombardeo no ocasionará efectos medioambientales, menos en el Cocibolca, “porque todo está controlado”, lo que evidencia que la construcción del Canal ya está provocando afecciones mentales.
Ahuacalí, Managua
19 de julio 2014
[1] Aplicación pacífica de explosiones nucleares, Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano nº.42, (p. 81) (1964).
[2] Mendoza Morales, (1996). El Canal Atrato-Truandó, (p. 57).
[3] Graves, Ernest (1964). Excavación de un canal ístmico al nivel del mar, haciendo uso de la fuerza nuclear, (p. 11).
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