Álvaro
Gutiérrez*
-Mi primera novela – me
dijiste al entregarme un ejemplar de tu novela Mala Casta, casi recién salida
del horno.
Te cuento que en ocho horas
había consumido la primera lectura, cumpliendo así uno de tus objetivos al escribirla:
que se leyera –calidad obliga- de una sola sentada.
Decir que Mala Casta es
una novela policíaca, señalar características del género, de influencias de
otros autores en tu novela es comenzar diciendo nada, peor, cuando sé que
desconocés a la inmensa muchedumbre de autores policiales.
La solidez de tu novela reposa
firmemente en una rigurosa investigación periodística y en una meticulosidad
que no ignora ningún detalle, dándole a la narración esa verosimilitud del
testigo de vista. La comparo a las películas cuyo final es un magistral
jaque-mate al espectador.
La habilidad de crear una
atmósfera envolvente, el uso eficaz de la ironía y del lenguaje cinematográfico
donde la escenas paralelas van a desembocar en una sola historia, la investigación
que llega donde el periodismo se transforma en literatura y en realidad
novelada que logra su autonomía en la escritura, son componentes básicos
del juego lúdico en tu oficio de escritor al tramar ese operativo policial
denominado Mala Casta.
No puedo obviar en la lectura
la corrupción que hunde sus raíces en toda la sociedad nicaragüense y que va
desde la explotación humana como origen de la fortuna de Buenaventura Espejo,
predador sexual que cumple su deber religioso en las misas dominicales, hasta “los
más altos niveles económicos y políticos del país”, incluyendo a los poderes
del Estado y a la misma policía. Igual llama mi atención el protagonismo
decisivo de dos personajes femeninos, la doctora y capitana Malika Scott-Müller
y la exitosa empresaria profesional Eugenia Espejo (antagónicas en los roles
que ocupan pero finalmente dos rostros en la misma moneda); personajes que,
independientemente de contextos y valoraciones éticas, implican un
reconocimiento a la inteligencia y capacidades femeninas.
Existen dos historias en la novela. La primera se inicia
cuando por azar dos cazadores nocturnos presencian un bien planificado crimen y
concluye con el exitoso operativo policial denominado Mala Casta.
La segunda corre paralela pero subterránea, casi inadvertida,
invisible, como escrita entre líneas. Comienza con el encuentro casual del
Abreu con Eugenia Espejo en el Museo del Prado. Es esta historia la que explota
al lector en el punto final de la novela.
Sin embargo, en ese final anunciado en el diálogo
sostenido entre el Dr. Abreu, el Dr. Antón Domínguez y Eugenia Espejo (págs.
145-147), se encuentran las evidencias suficientes para anticiparlo. No hay,
pues, ningún ocultamiento de pistas para lectores avezados y avanzados que les
achacan a ciertos escritores clásicos del género policial.
Ya por último, mi buen amigo, me preocupa que la
pirotecnia publicitaria para tu excelente novela, con un tiraje autofinanciado
y semi-clandestino de 500 ejemplares, esté ausente en nuestro medio.
Que Dios te valga y te proteja de las academias
literarias y militares.
*Poeta y pintor
Jinotepe, 18/VII/2014
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