No hay nada que cantar ni celebrar, eso no es una REVOLUCIÓN, es una "dictadura ¿en democracia?" que arreó las auténticas banderas del sandinismo y se adueñó de mucha riqueza consfiscada a los antiguos sátrapas. Son los nuevos ricos enrostrando su riqueza espuria al verdadero pueblo sandinista con una retórica populista y baboseante, misma que irrespeta y denigra pueblos vecinos que vertieron su sangre por esa revolución, como el costarricense.
Es el neosomocismo implantado en Nicaragua para desgracia de los nicaragüenses, especialmente ese heroico pueblo que debe emigrar de su país a buscar fuentes de trabajo y un horizonte para sus familias. El ejemplo más claro es el futbolista Oscar Duarte.
Cada vez que se mencione un héroe de los que se han nombrado en el artículo enviado, tiemblan sus tumbas y toda esa Nicaragüita burlada por el orteguismo vendepatrias y traidor. Sí, la REVOLUCIÓN no ha terminado, ha sido burlada y entregada por una familia y sus secuaces, pero el pueblo no olvida y algún día luminoso pagarán sus delitos de lesa patria.
¡No hay nada que celebrar, la revolución ha sido robada, mancillada! ¡Quienes detentan el poder son unos estafadores!
Adriano Corrales Arias.
Es alegría porque revolución es primavera, es florecimiento, es el reverdecer de la vida, es el futuro de los desheredados, de las clases humildes, de los pueblos oprimidos, de las masas guidas por las luces de la ilustración, de la juventud por todo lo que encierra, de la rebeldía construida desde la crítica de lo empotrado en piedra y lo estático y destructivo, decadente y socialmente corrosivo; de la explotación y el hegemonismo, del egoísmo y los intereses con su voracidad de rapiña y odio.
La alegría de dibujar el futuro con batallas en todas las trincheras posibles, inundadas de heroísmo y constancia, de carácter y tesón, de energía y astucia, de iniciativa y amor, de aspiraciones inmensas e históricamente ciertas.
Esa es la Revolución Popular Sandinista que está escribiendo treinta y cinco años de dignidad y libertad, e intenta sobrevivir arando entre reveses y amaneceres, la nueva vida que desea la sociedad resplandeciente de los derechos reales y la paz.
Decir Revolución es un universo que se va explorando en el camino cotidiano de la lucha de los pueblos, surcado por el pensamiento y la acción. Por la unidad indisoluble de la teoría y la práctica. Al pensar de V.I. Lenin. Porque no hay revolución sin ideología revolucionaria, misma que se desarrolla día a día en la línea de fuego, en el combate por los derechos de las clases desposeídas y de los pueblos, frente al colonialismo y el imperialismo, y en las murallas de ideas que siempre prevalecerán sobre las murallas de piedra; como concluía Martí.
Así lo constató el pueblo bravío y sapiente de Nicaragua en su gesta liberadora al derrotar a la dinastía, y con ello dibujar un bello paisaje de irreverencia y fogosidad al vencer los atropellos del oprobioso imperialismo.
Un movimiento de liberación abatiendo “cheles” del norte invasor, con sus botas mancillando la madre tierra soberana y sus fusiles soberbios y sangrientos.
Camino emancipador trazado con los pasos de Manuel Mongalo, Benjamín Zeledón, Blanca Arauz, Augusto Cesar Sandino, María Venancia, Arlen Siu, Petrona Hernández y Mildred Abaunza, Luisa Amanda Espinoza, María Castil, Julia Herrera, Claudia Chamorro y Merceditas Avendaño. Camino diseñado con la azada transformadora de un programa, una organización y en los actos heroicos de Rigoberto López Pérez, julio Buitrago, Germán Pomares, Pablo Úbeda, Pedro Altamirano, Leonel Rugama, José Benito Escobar y Carlos Fonseca Amador.
Los recodos de la historia nos trasbordan, con sus bofetones implacables, desde la alegría del triunfo con la entrada de las columnas guerrilleras del FSLN a Managua el 19 de julio de 1979, hasta el nubarrón pernicioso de la derrota electoral de 1990.
La alegría, el entusiasmo y el brío de miles de “Chavalos” y “chavalas” fundiéndose en apoteósico calor humano, la utopía de la liberación y la felicidad se lanzaban a conquistar montañas, costas, barrancos, comarcas, campos, y barrios urbanos desheredados con el candil del abecedario, lápiz, cuadernillo y libro en las manos, un corazón henchido de amor y la mochila colmada de esperanzas.
En las montañas donde la energía guerrillera había enterrado el corazón del enemigo, las nuevas columnas de agrimensores y agrónomos, geógrafos y técnicos rurales rompían las alambradas tendidas por jueces de mesta al servicio de latifundistas y acaparadores en la era del somocismo, irrumpiendo con la alborada de la reforma agraria, la entrega de tierras a las familias campesinas y el surgimiento de las cooperativas del campo.
Pero, la alegría de ponerle fin al latifundio, de erradicar el analfabetismo, de lograr el derecho a la tierra y a producir, de extirpar la explotación de terratenientes y compañías gringas. La alegría del advenimiento del pan a la mesa del pueblo, de la educación a campos y ciudades, de la sonrisa a los niños y niñas, que con el acceso a la salud, podían limpiar sus barrigas de lombrices; sugería demasiada rebeldía, demasiada revolución, demasiada osadía, demasiada libertad para “Nicaragua… Nicaragüita….”
Efectivamente para los oligarcas somocistas desbandados a MIAMI, Costa Rica, Honduras y otras latitudes; para la Casa Blanca, para el capital transnacional, para Reagan y sus secuaces; esa Revolución, ese atrevimiento, esa alegría pintada en las caritas de los niños; escupía un reto, representaba una provocación, insinuaba la derrota, exacerbaba el odio de la tiranía washingtoniana.
La fiera imperial estaba sedienta de sangre y clavó sus garras mortíferas en las montañas y campos donde brotaba la alegría de la revolución. ¡Ay Nicaragua Nicaragüita! No te dejaron construir soberana con la alegría de un pueblo creador, aprendiendo y produciendo. No hubo tiempo para que la ilusión creciera en las niñas y niños, y la universidad y la escuela inundaran toda la geografía, y la clase obrera y el campesinado todo; fundaran la colectivización y el trabajo innovador, y el motor de la igualdad empezara su marcha y se produjera el salto a lo nuevo.
Asomó la guerra sucia de Reagan, las conspiraciones tenebrosas, las invasiones de “Contras”, las bandas asesinas masacrando alfabetizadores, constructores, técnicos, asesores, internacionalistas, voluntarios. La CIA y sus comandos de mercenarios esparcieron el sabotaje, los asaltos, el cuatrerismo, el robo, el contrabando, las desapariciones, el exterminio de aldeas campesinas y la destrucción de cooperativas agrícolas.
Bombardeos y ataques navales a puertos y aeropuertos, los vuelos siniestros del “Black Bird - SR-71” que al romper la barrera del sonido varias veces, generaba bombazos y retumbos que hacían cundir el pavor en las gentes y horrorizaba a los más pequeños.
¡Hay Nicaragua Nicaragüita ahora que sos libre te quiero mucho más¡ Pero, los guardias somocistas, ahora contras, y las hordas invasoras pagadas con plata también sucia, con dinero negro del narcotráfico y de mercadeos ilegales de armas venidas de otros continentes y vendidas por Pentágono, querían destruir la libertad de esa linda Nicaragua - Nicaragüita.
La realidad asesta un revés propio de la historia con sus contradicciones acechando en otro recodo. La alegría de la Revolución se torna un tanto amarga, convulsionada por la agresión imperialista y por la urgencia de la defensa, y la impostergable necesidad de empuñar los fusiles, otra vez, para derrotar la contrarrevolución.
La alegría de la revolución doblegada al estremecimiento de otro derramamiento de sangre. Los Cachorros de Sandino al grito de ¡no pasarán!, se llenaron de gloria. Nuevos mártires y misiones épicas que llenaron páginas de nuevo heroísmo, en nuestra Nicaragua - Nicaragüita.
Después de diecisiete años de oscurantismo neosomocista, con la Chamorro, Alemán y Bolaños reimplantando el latifundio, los atropellos, la humillación generalizada de las clases humildes y del pueblo sencillo. Vendiendo toda la hacienda pública y convirtiendo en negocio y mercancías los derechos fundamentales alcanzados.
Con la fórmula prescrita por los hechiceros del capitalismo fundamentalista seguían el panfleto bajado de los rascacielos financieros, como lo estaban haciendo sus colegas capitalistas en el poder, a lo largo y ancho de toda América Latina, se encargaron de reducir a escombros toda la corta obra de la Revolución, y borrar la alegría de la revolución ya amargada por la guerra contrarrevolucionaria.
La alegría de la revolución enciende nuevos chispazos con el fuego reconquistado por el FSLN en el año 2007.
Un domingo, de semanas atrás, varias compañeras y compañeros nos encontramos con la alegría de la Revolución. Pusimos pie en la Bocana del Río Sarapiquí que entrega su efluvio esplendoroso de aguas turbulentas, al compacto y formidable Río San Juan.
Estando en ese escenario conmovedor y absorbente, impactante e insospechado, teníamos de frente las lomas del otro lado; del lado donde se reconstruye la alegría de la revolución. Y recorríamos con la vista las posiciones, las trincheras, los puntos de las postas, los flancos de los combates, los posos de tirador y los lugares de los parapetos. Todo lo dibujábamos en nuestras mentes, memorias y mapas inmateriales.
Nos imaginábamos las batallas, a los compañeros y compañeras combatiendo, a los amigos y camaradas que no volvimos a ver, las trochas recorridas, los días y semanas de malaria, hambre y ansiedades.
Nos golpearon las remembranzas del frío y la lluvia, de los compañeros heridos o carcomidos por la “mazamorra”, de la “primaquina” y la “cloroquina” y su hiel obligatoria en nuestro paladar. Evocamos los deseos y chascarrillos, peripecias y tropezones, disgustos y gozos. Retornamos a las horas de lectura de Mamita Yunai o de Panfilov y la carretera de Volokolamsk, cantamos, una vez más, las canciones entonadas alrededor de fuego de la cocina de campaña.
Simbolizó un momento de reflexión, recuento de añoranzas inmortales, un diálogo con lo recóndito de nuestros sentimientos, un viaje en la máquina del tiempo para encontrarnos con camaradas de la epopeya. Nicaragüenses, cubanos, costarricenses; nuestros héroes y mártires.
Una escena, un romance que quisimos compartir con la gente del otro lado, que también es el nuestro, y gritamos a tambor batiente y hablamos a gritos con los camaradas del puesto fronterizo de la tierra de la alegría de la Revolución.
Quizá, una locura motivada por las emociones, un imposible de la improvisación, queríamos cruzar el ciclópeo amigo río San Juan. Volver a pisar la hierba de la otra orilla, subir a lo alto de las lomas, caminar los senderos, oler el barro, sentir la briza y el roce de los árboles, tocar los bejucos y escuchar el agitar de alas en el vuelo de aves multicolores, y despertarse con el ronquido de los “congos”. Abrazar y platicar con los hermanos que hoy pueblan esos parajes.
Sentimos la presencia de Samuel el Chele, de Vico, de Yamileth López, de Pepe Romero, de Rubén Flores, de “El Puma”, de Gamboa, de Wilson Arroyo, de El Comandante Domingo, de Carlos Agüero y El Chato Medrano; estaban en las palpitaciones de la solidaridad, del internacionalismo, en el aire, en la selva, en los raudales de los ríos, estaban ahí porque siempre están allí, aquí y allá vigilantes combatiendo por la alegría de la revolución.
¡Ay Nicaragua Nicaragüita la flor más linda de mi querer, Ay Nicaragua sos más dulcita, que la mielita de tamagás, pero ahora que ya sos libre, Nicaragüita, yo te quiero mucho más!
Y seguimos cantando y combatiendo por la alegría de la revolución.
Oscar Barrantes Rodríguez
Círculo Bolivariano Yamileth López
Centro Popular Costarricense de Estudios Sociales (CPCES)
San Ramón-Costa Rica
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