Onofre Guevara López
No hace falta aceptar el reclamado origen divino de la Iglesia Católica para simpatizar con el heterodoxo estilo de gobernar del papa Francisco. Lo difícil de aceptar es que la iglesia haya dejado de ser factor de poder y dominación en alianza con las clases dominantes.
Pero la renovación que impulsa Francisco I contribuirá a que las acciones y los discursos de los jerarcas de la Iglesia, no vuelvan a ser como los discursos y las acciones de los jerarcas de otras épocas. No es que se les mire aproximarse a las concepciones y prácticas de la teología de la liberación, así como su rechazo a las políticas del gobierno pudiera limitarse a rechazar la manipulación que este hace de la religión.
Como fuere, no hay ninguna similitud, por ejemplo, entre el discurso de hoy de Arzobispo Leopoldo Brenes, o de Monseñor Silvio José Báez, con el discurso del obispo Canuto Reyes y Balladares, de 1915. Entonces, cuando el país llevaba tres años bajo el dominio militar norteamericano, y hacía el relevo de títeres --Adolfo Díaz por Emiliano Chamorro—, Canuto Reyes y Balladares expresó las siguientes ideas sobre Dios y el poder:
“Debemos convencernos que así como los hombres, las naciones que cumplen las leyes del Señor, disfrutan de paz…Donde los pueblos ven en sus gobernantes al representante de Dios y le aman, y le obedecen, sin murmurar, allí se goza de paz.” Tan categórica prédica a favor de la servidumbre ante el poder, y su choque con la realidad, no necesita de comentarios.
Leopoldo Brenes y Silvio José Báez, jamás han dicho algo semejante –ni se espera que lleguen a decirlo— a favor de un gobernante y una intervención extranjera, sino lo que ellos saben que les corresponde decir como guías espirituales de un pueblo burlado en sus derechos políticos y sometido al autoritarismo. No obstante, ellos son partes de la Iglesia de siempre, la misma de Canuto Reyes. ¿Ha cambiado la Iglesia, el Estado, los jerarcas o la sociedad? Y si han cambiado, ¿quién cambió a quién?
Se puede responder con lo obvio: las transformaciones políticas y sociales –con revolución o con largos procesos políticos— se hacen desde la sociedad con nuevos liderazgos y nuevas ideas, los que definen la función del Estado por medio de la Constitución, y su relación con la Iglesia (Estado laico). Esto desde el punto de vista jurídico-formal, pero es igual desde el punto de vista cultural: la sociedad accede ahora a mayores niveles de educación y conocimientos generales, tiene mayores y más activas formas de organización; y emergen otras denominaciones religiosas, todo lo cual contribuye a transformar la relación y la visión respecto a los dogmas religiosos y los liderazgos políticos.
Nada de eso, sin embargo, evita que se vivan largos períodos en los cuales todo parezca estancado, y las minorías determinándolo todo de forma autocrática. Esos cambios y su estancamiento temporal revelan la existencia de pugnas y confrontaciones entre fuerzas políticas, económicas y religiosas que están a favor de la democratización del país, y las que hacen resistencia desde posiciones conservadoras y reaccionarias.
Pero tampoco esas confrontaciones y las afinidades son lineales, sin altibajos. Aquí está una muestra de eso: como partidario de los cambios, Monseñor Silvio Báez mira bien que el papa Francisco este “…poniendo (a los pobres) en el centro de su pontificado y eso cambiará radicalmente el modo de concebir la iglesia y la predicación.” (Confidencial, 841- 04/08/13). Esto concuerda con su análisis crítico de la actuación del gobierno actual. Pero la Iglesia sigue coincidiendo con el gobernante en mantener amenazada la salud de la mujer con la prohibición del aborto terapéutico, a través de una ley que compartieron en su concepción y ahora la comparten en su aplicación.
Es autocrítico que monseñor Báez reconozca que su Iglesia “…ha sido manejada por la clase rica, o la derecha, y ha querido ser usada por la izquierda, por gobiernos populistas o revoluciones socio-políticas.” (Ibid) Pero la historia dice otra cosa: la Iglesia nunca se ha dejado manejar, y vino a instalarse con la espada de los conquistadores y ha compartir el poder político con los ricos.
Y no es solo porque compartan la posición derechista por tener la misma identidad ideológica. Si unos en la Iglesia comparten el poder político con los nuevos ricos que están a la cabeza de los viejos ricos, y otros los critican, no es por causa de los adjetivos convencionales de izquierda y derecha, sino porque unos aceptan y otros no, la forma y los objetivos por los cuales los viejos y nuevos ricos controlan el poder. Y para comprobar que no hay motivos de izquierda ni de derecha en eso, ahí están los Canutos Reyes de hoy encarnados por los Obran y Bravo bendiciéndole el poder a Daniel Ortega en nombre de Dios y la Virgen María. Son dos épocas distintas y dos posiciones opuestas dentro de la misma Iglesia.
Es bueno para los que tienen los “sellos” de la Iglesia líderes eclesiales que no se comprometan con los abusos, la corrupción e las inconstitucionalidades de este gobierno, porque así sustentan la credibilidad de su Iglesia ante los creyentes, lo cual en la práctica significará también la captación a nuevos feligreses. Y eso también es bueno para el pueblo nicaragüense.
Aunque aún no hay señales de para cuándo la acción ciudadana será capaz de hacer un cambio de gobierno, el rechazo a una alianza de viejo estilo entre la Iglesia rica con el Estado de los ricos, se debe –pese al atraso que aún se vive— a los avances culturales y políticos experimentados de 1915 al 2013. Han transcurrido 98 años… y no ha sido en balde.
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Paráfrasis
La crónica deportiva: “Si la pelota es pequeña, uno como si fuera Grandes Ligas la reseña”…
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