“Los muertos nunca acuden a su propio entierro”
Carlos Ruiz Zafón
Onofre Guevara López
No sé exactamente que quiere decir con esa frase el autor español de la novela con un título igual de metafórico: “La sombra del viento”. Pero las frases, dan pie para pensar lo que uno quiera, que para eso es la ficción, para estimular la imaginación sobre las relaciones inverosímiles entre hechos de distinta naturaleza. Si los muertos no acuden a su propio entierro, será porque ya muerto uno no acude a ninguna parte, sino que otros se encargan de enterrarlo. ¿Y quién podría decir que el viento no causa sombra, porque no puede proyectarla?
Pero no voy a hablar de la novela, sino de cómo esas ideas se asocian a la realidad histórica nicaragüense. El régimen de Ortega, hace cada vez más notorio su similitud con la dictadura somocista, y hasta la supera en algunas cosas, aunque no amanezcan los cadáveres incinerados en la costa del lago ni en la Cuesta del Plomo (ellos no quisieron acudir a su propio entierro, solo buscaban libertad. Insinuación patriótica: no permitir que esta dictadura degenere en tiranía).
Los dos generales Somoza elegían fraudulentamente a sus diputados, los eliminaban de una vez con golpes de Estado y les ignoraban cuando querían “legislar” por su cuenta; Ortega hace lo mismo, pero en vez de golpes de Estado les despoja de su curul selectivamente, y ambos se “eligieron” por medio del fraude electoral. Cuando Ortega incluye a un individuo en sus listas electorales, lo hace con ánimo de propietario del diputado y de la curul; y el diputado sabe que queda despersonalizado, como pieza y objeto de cambio, y sujeto a destitución apenas su criterio no coincidida con la voluntad de su amo y señor.
Xochilt Ocampo y Agustín Jarquín, en ese redil, son los primeros “conejillos de indias” de esa práctica dictatorial. El ilegal Consejo Electoral del Supremo Daniel ejecutor de sus órdenes, y el presidente de la Asamblea Nacional es el pusilánime que con su silencio ofrece su asentimiento a todo lo que quiera hacer con la institución y los diputados.
La crueldad somocista, era lo típico de una tiranía, que es la característica extrema y última de una dictadura. Pero mandar autoritariamente y, por ende, al margen de la Constitución Política y de las leyes ordinarias, son actos indiscutiblemente dictatoriales. Y la dictadura degenera en tiranía, con actos violentos y crueles, cuando entra en pugna a muerte con quienes luchan por la institucionalidad.
Veamos algunas razones por las cuáles el régimen de Ortega es una dictadura similar y a veces peor que la de los Somoza, aunque pretende pasar como su antítesis. Los procederes de una dictadura no son exactamente iguales a los de otra, así sea de origen dinástico como la somocista, porque la personalidad del dictador le imprime su propio sello: la dictadura dinástica de Somoza Debayle no fue exactamente igual a la dictadura fundacional de Somoza García, y no por eso dejó de ser una dictadura.
Somoza García inició su dictadura de veinte años (1936-1956), con un golpe de Estado, pero no asumió la presidencia, sino por medio de un títere en espera de su elección legal; después intentó la primera reelección (entre 1944-1947), pero se la frustró la reacción popular. Con un fraude se hizo de otro títere (Leonardo Argüello), al cual le dio golpe de Estado, y de nuevo ejerció el poder por medio de dos títeres más, antes de ser elegido de modo fraudulento (1951). Y en el segundo intento de reelección, sin contradecir a la Constitución, porque Somoza García la había condicionado previamente… no pudo acudir a su propio entierro (1956).
Somoza Debayle, por su parte, interpuso entre su primera reelección una junta de gobierno títere; luego, para su segunda reelección (1974), no lo hizo reformando previamente la Constitución, como lo hacía su padre, sino pasando por sobre la prohibición constitucional. ¿Cómo? Utilizando a su Corte Suprema para que hiciera la reforma constitucional, facultad que el Artículo 332 de la Carta Magna de entonces se la atribuía exclusivamente al Congreso Nacional.
Es lo que hizo Daniel Ortega 36 años después, utilizando una Sala Constitucional ilegalmente integrada, para dejar sin efecto el Artículo 147 de la Constitución Política que le prohíbe ser candidato. Así como Somoza Debayle se saltó el Artículo 332 Cn., Ortega lo hizo con el Artículo 138 Cn., que otorga a la Asamblea Nacional la exclusividad de hacer reformas constitucionales, y deja sin ningún valor otro documento oficial que altere “de cualquier modo sus prescripciones”.
Ya se sabe, no por actuar en asuntos constitucionales de forma distinta a su padre, Somoza Debayle dejó de ser un dictador. Y Ortega dejó constancia de su dictadura actuando con el mismo recurso de Somoza Dabayle. Son las sombras del viento, las cuales no pueden verse, pero promueven acontecimientos.
Hay otra similitud entre Somoza Debayle y Ortega Saavedra. Somoza Debayle, además de tener prohibida la reelección, rompió otro candado constitucional: era militar activo, y eso le impedía ser candidato. El segundo candado para Ortega, es que la Constitución le prohíbe reelegirse por tercera vez. Pero lo hizo, y con su mujer trabaja por su cuarta reelección.
En muchos aspectos, Ortega le saca puntos de ventaja a los dos generales Somoza: Somoza García gobernó de forma directa y por la interposición de títeres durante veinte años; Somoza Debayle gobernó con su hermano Luis, de forma directa e indirecta durante 23 años, para sumar los 43 años de poder familiar. Daniel Ortega, solito él, sin interposición de nadie, supera en más de 3 años al primer general Somoza, y en 11 años al segundo general Somoza, pues ya gobierna directa e indirectamente durante 34 años.
Son las diferentes sombras del viento...
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Paráfrasis
En un parque de Managua, de cuyo nombre una niña ni sus padres no quieren acordarse, acaeció una múltiple violación… a la sombra de árboles presidenciales.
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