El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

viernes, 9 de agosto de 2013

La compañera y el comandante



Eliseo F. Núñez M.



Es común escuchar entre los análisis sobre el poder de los Ortega-Murillo, las afirmaciones de que el comandante protege a las estructuras históricas y la compañera impulsa nuevos cuadros. Se afirma que entre ellos surgen diferencias por esta razón, y que al final, el comandante establece el equilibrio dándole algo a los nuevos y quitándole un poco a los antiguos.



Para mí esta es una afirmación errónea, porque el juego de empoderar a los jóvenes no es una generosidad de los Ortega-Murillo, esto obedece a una estrategia bien pensada para eliminar la competencia del grupo de poder cercano en edad al comandante, y trasladarlo a los menores de 35 años, quienes estarían listos para aspirar a la Presidencia ya cuando los Ortega-Murillo ronden los 85 años.



Algo similar intentó Arnoldo Alemán potenciando a Eduardo Montealegre para distanciar su sucesión y así eliminar a José Antonio Alvarado, José Rizo y otros de la competencia por la sucesión, solo que Alemán no contó con que Montealegre tomaría suficiente fuerza para retarlo. Lo mismo pudiese pasarle a la compañera y al comandante, con sus muchachos como Fidel Moreno y otros.



Esta estrategia se concreta en el juego que ambos integrantes de la pareja fáctica echan a andar. La compañera tiene una misión encargada por el comandante, en la que si ella falla no tiene retorno. Es decir, el comandante negará siempre su participación y si ella no logra el encargo sucumbirá sola, sin el comandante. Esta misión consiste en eliminar del poder real a todos aquellos que pudiesen demandar la sucesión del comandante. En esta lista están los Lenín Cerna, Bayardo Arce, Rafael Solís, René Núñez, etc. Además de eliminarlos a estos, es necesario replegar a los cuadros intermedios que pudiesen apoyarlos o sustituirlos en la lucha por la sucesión, por eso son sustituidos con jóvenes orteguistas extraídos de los estadios virtuales y que aún tienen el dilema ideológico de que si Sandino jugaba en el Barça o en el Madrid.



Del otro lado del juego está el comandante, revestido de ecuanimidad y preocupación por sus viejos compañeros de armas. Él es el último recurso de los que son vilipendiados por la compañera, a él acuden quejándose de ella. Y el comandante, muy magnánimo, les devuelve parte de lo arrancado por la compañera pero jamás los pone en el lugar donde estaban antes de la arremetida de la compañera, porque el objetivo real es ir disminuyendo la capacidad de influencia y poder de quienes tienen en el Frente la capacidad de reclamar sus espacios por méritos propios. Curiosamente utiliza con su entorno la misma estrategia bolchevique que usa con la oposición y la empresa privada: dos pasos adelante, uno atrás, resultado: siempre uno adelante.



Estamos asistiendo a la muerte política del Frente Sandinista, de su ideología y de sus miembros icónicos, en su lugar está naciendo un aparato político-militar que gira en derredor de una familia. Tan es así, que el espacio que están ganando hoy, lo único que persigue es la darle tiempo a la conformación de un mecanismo de sucesión familiar, es decir que están nada más esperando que cualquiera de los hijos de la compañera y el comandante estén listos para relevarlos.



Creo que los Lenín, los Bayardo, los Payo, los René y todos los demás en su misma situación, son lo suficientemente inteligentes como para no haber creído el juego de la compañera y el comandante, pero también creo que es muy poco lo que pueden hacer por salvarse de una muerte política segura, más que aplicar paliativos tal y cual se aplican a los enfermos terminales y con calma esperar su final, no sin antes tratar de vivir un poco más, por supuesto vivir bonito, gracias a la magnanimidad del comandante.

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