El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.
lunes, 2 de septiembre de 2013
DE GUANACASTE Y DE CHIRIQUÍ: ACERCAMIENTOS Y LEJANÍAS (VI)
Rogelio Cedeño Castro, sociólogo y catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA).
XVI
Guanacaste ha figurado durante estas últimas semanas en las informaciones y en los comentarios de los medios de comunicación social de Costa Rica y de Nicaragua, a partir de unas imprudentes y desafortunadas declaraciones del actual presidente nicaragüense acerca de una presunta soberanía territorial que su país tendría, o tuvo alguna vez sobre el territorio guanacasteco, a pesar del hecho histórico de sobra conocido, de que se trata de un tema dirimido ya, de manera definitiva, durante la segunda mitad del siglo XIX. La dosis de cinismo de algunos y el ciego patrioterismo de otros los lleva a hablar, de manera exaltada, de reclamaciones territoriales entre estados un tema en cuya discusión se regodean, porque en este caso como en el de los habitantes de las regiones fronterizas en general, no se tienen en cuenta ni los intereses ni las opiniones de las personas que habitan en ellas. En realidad a ninguno de estos patrioteros, no importa si son costarricenses o nicaragüenses, les importa el sentir del pueblo guanacasteco en general, ni tampoco el de los habitantes de Peñas Blancas, Upala, Barra del Colorado, Los Chiles, Paso Canoas, La Cuesta o Cañas Gordas que no pueden titular sus tierras a 200 metros de la línea fronteriza, razón por la que no pueden ser siquiera sujetos de crédito del sistema bancario nacional, a diferencia de lo que ocurre en los dos estados-nación limítrofes con Costa Rica.
Apreciamos y respetamos el aporte histórico y cultural del pueblo de Guanacaste, las gentes que han venido forjando las riquezas de esa región mucho más que sus diez mil kilómetros cuadrados, convertidos en una especie de botín a disputar, de manera retórica, con cualquiera de los gobernantes del país vecino cuando por inconfesables intereses, especialmente de algunos poderes fácticos, vuelven a colocar el tema en un primer plano. Desde luego que no faltan, por desgracia, los guanacastecos serviles hacia los poderes centrales de Costa Rica, unas gentes manipuladas por el clientelismo y que parecen haber confundido anexión, como un acto resultante del pleno ejercicio de la voluntad popular, con sumisión o aniquilación de la propia voluntad de poder frente a los oscuros designios de la razón de estado.
Tal pareciera que los actuales gobernantes de Nicaragua quisieran cooperar, de manera activa, con el desprestigiado régimen de la dictadura en democracia cuya segunda administración (la de la presidenta Chinchilla Miranda) está a punto de concluir¿ será acaso que decidieron cooperar para que se pueda seguir llevando adelante la agenda neoliberal en Costa Rica? En cuando a Guanacaste preferimos reiterar que esa hermosa región pertenece solo a sus seculares habitantes, cuya presencia en esa tierra se afinca en su lejana y rica historia que se remonta a los tiempos prehispánicos y a las sucesivas migraciones, provenientes de los actuales territorios del centro de México y el resto de la América Central.
XVII
La presencia de una dualidad que se expresa en términos culturales y existenciales es una característica esencial, presente dentro del factor humano en las dos provincias de que nos hemos venido ocupando, solo que ese dualismo difiere en el grado de importancia asumida y en las características o singularidades que presenta en cada caso y habrá que investigar, discutir y reflexionar mucho sobre tema para establecer la importancia de las manifestaciones del fenómeno y de sus alcances, especialmente a lo largo de las décadas más recientes, un período dentro del que se han acelerado las transformaciones en el campo de la cultura, una dinámica sustentada en la irrupción masiva de nuevas tecnologías en el campo de la comunicación.
Dado lo anterior y siguiendo con estas consideraciones, no cabe duda alguna que en el presente histórico de Chiriquí, para ocuparnos de este caso, existe –por así decirlo- a flor de piel una tensión entre lo comunal y lo societario, las maneras de producir en el agro y de relacionarse con la naturaleza que mantienen los pueblos originarios y las de la sociedad mestiza criolla más inclinada hacia la modernización capitalista del agro y al uso del suelo para la ganadería intensiva, lo que dicho de otro modo quiere decir el antagonismo (pero también complementariedad) entre los dos componentes poblacionales más importantes de esta rica provincia del oeste panameño y limítrofe con Costa Rica, dentro de lo que constituye un factor que no puede ser ignorado, si es que queremos captar lo que, de verdad, ha venido ocurriendo en esa región.
En el caso de los primeros, se trata de un conglomerado de gentes que han vivido en esta región por un lapso de al menos ocho mil años, de una etnia que ha intentado mantener intactos sus estrechos lazos con los diversos ecosistemas de la región, reproduciendo su organización social y sus liderazgos comunitarios, dentro de un largo proceso que no ha estado extenso de tensiones de todo tipo, a medida que los gnäbes-buglés y otros grupos étnicos han entrado en contacto con la modernidad y con la acelerada hipermodernidad en este nuevo cambio de siglo, para bien o mal, en cada caso y dentro de una larga lucha de resistencia que culminó en la conformación de la Comarca Ngäbe-Buglé, la que ocupa un amplio vértice territorial segregado de las provincias de Chiriquí, Veraguas y Bocas del Toro gobernado por autoridades elegidas por los pueblos originarios, lo que no excluye la presencia masiva de esta población, especialmente en los casos de Chiriquí y Bocas del Toro.
El otro elemento poblacional, presente de manera decisiva en el universo chiricano, es la población mestiza que surgió durante los siglos de la dominación colonial europea y en medio de las tensiones entre las poblaciones del istmo, por un lado y las autoridades centrales de Colombia, por el otro, a lo largo de todo el siglo XIX, entre ellas las originadas por las secuelas de la Guerra Colombiana de los Mil Días (1899-1902), entre liberales y conservadores, cuya manipulada conclusión por parte de los intereses de Washington condujo al nacimiento del estado-nación de Panamá, a partir de 1903, como resultado del rapto imperial de los Estados Unidos que condujo a la conclusión, por parte de ese país, de las obras del canal interoceánico, iniciadas por Ferdinand de Lesseps y la Compañía Francesa del Canal, a partir de 1881. La población mestiza se ubicó en los centros urbanos más importantes de la provincia, pero también en las áreas destinadas a las actividades agropecuarias de más volumen, tal y como sucedió en localidades como Gualaca y Dolega consagradas durante mucho tiempo a la actividad ganadera, pero en general ocupando las tierras más fértiles en las planicies y en algunas áreas montañosas hacia el occidente de la Cordillera Central, especialmente en las faldas este y oeste del gigantesco Volcán Barú que aparece como el elemento visual dominante del paisaje de esta región.
XVIII
La lejanía y la cercanía de perspectivas entre Guanacaste y Chiriquí se expresa de muchas maneras, las que en ocasiones no resultan perceptibles de manera transparente e inmediata, sobre todo porque se trata de contar con otros elementos que no sean solo tener el estado-nación como unidad de análisis o punto de partida, en el tanto en que este procedimiento en procura de ampliar el horizonte del análisis nos podría permitir captar y poner en primer plano una serie de dimensiones de la realidad que hasta ahora han estado oscurecidas. Como un ejemplo de lo que hemos venido afirmando tenemos la historia de las migraciones e intercambios entre sus habitantes, no siempre situada en una perspectiva visible y reconocida desde los círculos oficiales del poder en dos de los estados del istmo que conforma la América Central. Son precisamente algunas áreas geográficas muy importantes, como es el caso del Golfo de Nicoya, los puntos de contacto entre los emigrantes, tanto mestizos como de los pueblos originarios que van y vienen, los ámbitos que propician los intercambios culturales, a que dan lugar estos procesos dentro de la historia regional y en la consolidación de poblaciones como el Puerto de Puntarenas, Quepos, Parrita, Buenos Aires, Potrero Grande y Puerto Jiménez con la intervención de numerosas familias guanacastecas y chiricanas, especialmente a lo largo de la primera mitad del siglo XX.
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