Mendoza (Argentina)
Argentina vuelve a ser noticia en diarios de todo el mundo porque intenta ponerse a la altura de las grandes potencias en la carrera espacial. Pero en su primer intento no ha logrado alcanzar los mejores resultados.
El país está llevando a cabo un ambicioso proyecto espacial denominado Tronador II en el que intenta desarrollar cohetes de fabricación nacional con el objetivo de colocar satélites de hasta 250 kg. en órbita. Según indican fuentes gubernamentales, este plan, por su bajo costo, sería capaz de realizar entre 5 y 10 lanzamientos anuales.
La investigación, a cargo de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), se encuentra enmarcada en un plan en el que Argentina pretende ser pionero entre los países latinoamericanos en este tipo de investigaciones espaciales e ingresar además en la lista de países que disponen de vehículos espaciales propios entre los que se encuentran Estados Unidos, Rusia, China, India, Japón, Irán y Corea, entre otros. Para alcanzar este objetivo, Argentina tiene prevista una inversión de aproximadamente 300 millones de dólares durante los próximos tres años.
El proyecto original tiene pronosticado la fabricación de un cohete de 33 metros de longitud con un peso aproximado de 64 toneladas y con un diseño que respeta todas las normas internacionales establecidas al respecto para evitar su posterior utilización militar.
Argentina realizó una primera prueba del lanzamiento de un prototipo del cohete el pasado 26 de febrero después de algunos intentos abortados. La experiencia se consumó en una zona geográfica de la provincia de Buenos Aires conocida como Punta Indio y muy próxima al mar.
Si bien el experimento se llevó a cabo en el más absoluto secreto, a partir de que el hecho alcanzó difusión pública a través de algunos medios de comunicación, el Gobierno no tuvo más alternativas que salir a confirmar durante los primeros días de marzo la veracidad del lanzamiento y sus resultados. Una de las situaciones que alertó también sobre su realización fue que por protocolo de seguridad, la policía local ordenó el 26 de febrero la evacuación de todos los habitantes en 8 km. a la redonda del lugar elegido para la experimentación.
La CONAE en un comunicado argumentó que si bien el cohete se había estrellado tras elevarse tan sólo dos metros del suelo, consideraba que la prueba había resultado exitosa y que además se pudieron recuperar todas las partes del mismo, las que son imprescindibles para continuar con la investigación. En definitiva, el comunicado oficial acepta y confirma las versiones periodísticas de que el cohete apenas alcanzó a elevarse dos metros de altura y que cayó estrepitosamente envuelto en llamas pero sin explotar.
Este acontecimiento ha reavivado viejas heridas y ha sembrado nuevas divisiones en la opinión pública del país sudamericano sobre el accionar del actual gobierno de la presidenta Fernández de Kirchner. Hay quienes apoyan este tipo de iniciativa y ven con muy buenos ojos que Argentina incursione y apueste a las ciencias espaciales otorgando fondos para ello, y hay quienes se posicionan abiertamente en contra porque indican que el país se encuentra en un franco desmoronamiento económico y social donde el Gobierno tiene otras prioridades que atender en estos momentos y opinan que disponer de enormes sumas de dinero para esos fines no es lo más adecuado, incluso cuando muchas de esas áreas con abultados presupuestos dependen directamente de funcionarios que se encuentran altamente sospechados de corrupción.
Lo cierto es que este tipo de acontecimientos con grandes inversiones en investigaciones espaciales contrasta seriamente con la realidad del día a día de los argentinos comunes, que ven como de la noche a la mañana el salario se desintegra como el cohete, pero apenas salido del bolsillo al ritmo de la suba de los precios en las cajas de los supermercados.
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