Una plaza dando gritos,
enardecida o sumisa es igual.
Tribunas portátiles. Ecos
del pasado encarnándose
en presente. Incendiarios
discursos de palabras huecas.
Un hombre cae muerto
ensangrentado y el que sobrevive
expira, enajenado, justificando
la muerte del caído.
En España hay un valle
partidario de caídos. En el mundo
las consignas del partido en
el poder retumban en las plazas.
Pero esta plaza tuvo alma y
ahora está vacía.
Antaño fue Plaza de la
República del dictador
hasta que un día se
transformó en plaza de nuestras almas
y no de multitudes arriadas por
el fanatismo o la necesidad.
Esta plaza hoy está baldía
como nuestra tierra baldía
y triste, yerma, con el sol
cayéndole despiadadamente
o la lluvia sobre el
estruendoso silencio de las vociferaciones llamándose una y otra vez al engaño:
“No te vas,
te quedás”.
Esta plaza ha sido de
rebaños, piaras, manadas y jaurías
desde el siglo de las luces
y uvas de ira
hasta el siglo de las
tinieblas y fresas de amargura.
Es aún el punto cero de este
maldito país:
Punto de partida y de
retorno hacia lo mismo.
Un 20 de julio de 1979 en
ella se desbordó la euforia
y escaló las paredes y
torres ruinosas de la Catedral
por el triunfo de la
revolución hoy perdida.
Traicionaron la revolución y
la plaza quedó desolada
hasta que la corrupción puso
en ella una fuente luminosa
que luego fue destruida por
la “reconciliación”.
La fuente fue un homenaje a
la mentira
y su destrucción también,
pero eso sí,
aquella vez del 79 tuvo alma
esta plaza
aunque hoy otras multitudes
como las del dictador
puedan llenarla de loas o
imprecaciones
a falta de dignidad, ética,
amor y sandinismo.
Porque esta plaza ya no
tiene alma
aún llena estará vacía.
En ella los políticos dicen
sus más selectas falsedades
y premonitoriamente las
enlutadas sufrieron
la agresión de las hordas
nicolasianas. Plaza de lutos
y también de verdades
extraviadas en el tiempo.
Hoy Somoza ha regresado a
esta plaza de la discordia
y frente a su claque que no
percibe la reencarnación
alguien, una mujer, levanta
su brazo triunfal
y es aclamado para un nuevo
período. La ovación
es ensordecedora. El asfalto
y el cemento se estremecen.
Pero esta plaza ya no tiene
alma
y aún llena está vacía.
LUIS ROCHA
9/6/07
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