Onofre Guevara López
Ese número correspondía al artículo que debió
de haber sido publicado en El Nuevo Diario del martes 16 de julio del año 2013,
los cuales recogen mis opiniones acumuladas sobre temas políticos y sociales
–la mayoría nacionales— acaecidos durante 19 años y siete meses. Pero el número 1.008ya no vio la luz
pública en ese rotativo, a causa de una censura de mi libertad de expresión
perpetrada por el señor Luis Rivas Anduray, gerente general del Banco de la
Producción (Banpro).
¿Qué tiene que ver el gerente de un banco
comercial con un artículo de opinión, si él no es su director ni editor de página?,
se preguntará el lector con toda lógica. Técnicamente, no tiene que ver
absolutamente nada, pero siendo el gerente del banco dueño del periódico, no se
siente obligado a respetar la libertad de expresión, porque no es ese el
negocio de un banco.
Desde diciembre de 2011, la página Opinión de
El Nuevo Diario quedó amenazada de perder su perfil amplio, democrático,
pluralista y tolerante con las ideas más diversas, que página similar tuvo
alguna vez en un periódico nicaragüense. END no tuvo un simple cambio de
propietarios, pues detrás ese cambio que pareció ser una mera operación mercantil,
venía la pérdida de su función informativa, como portavoz de los ciudadanos si
voz, y el cumplimiento de su deber para con el desarrollo de la vida
democrática del país y al servicio de los intereses nacionales, como parte de
la conciencia crítica popular para velar por la buena marcha de los deberes de
las instituciones públicas al servicio de todos y no solo de los intereses
mezquinos de partido alguno ni de los círculos económicos privados.
Ese cambio esencial en la misión del
periódico, fue anunciado por el mismo señor Rivas Anduray, cuando, en un
encuentro con el colectivo de redacción, definió la nueva línea, radicalmente
contraria a las razones que le dieron vida a El Nuevo Diario, y que se resume
en que a su institución bancaria no le interesa el periodismo, sino los
negocios. Es decir, que así como adquirieron un periódico bien pudieron adquirir
una funeraria: en el primer caso, su interés no es la información, sino vender
anuncios; así como en el segundo caso, solo les importaría la cantidad de muertos
que pudieran atender. Desde el punto de vista de los negocios, no hay
diferencias.
En consecuencia, se inició el proceso de
cambio en el periódico. Se acabaron los trabajos de investigación sobre la
corrupción en las instituciones del Estado; el diseño comenzó a cambiar,
técnicamente, pero junto a eso comenzó a predominar en su páginas el anuncio
comercial en detrimento de la información; las noticias sobre asuntos políticos
–necesarias para pulsar las funciones del Estado, el área principal donde opera
la corrupción—, comenzaron a desaparecer de sus páginas y a ser sustituidas con
noticias secundarias, dejando al margen sus causas políticas; la redacción y la
titulación comenzaron a reflejar la trivialidad de los temas y de las noticias.
Esa deformación del perfil original de END en
lo informativo, se extendió hacia el área de la opinión política. Se eliminó la
columna crítica-irónica de “Don Procopio
y doña Procopia” y después el suplemento humorístico-crítico “El Alacrán”. Se
comenzó a poner reparos sobre los artículos de opinión –sus dimensiones— y
finalmente sobre los contenidos, aplicando la censura: cero críticas a la
concesión canalera de Ortega al chino Wang Ling; ninguna mención a las
denuncias de Zoylamérica; nada de críticas al gobierno y a la empresa privada.
Los objetivos
de la censura en END son eminentemente pro gobiernistas, lo que motiva otra
pregunta: ¿qué tiene que ver el gerente de Banpro con el gobierno, sino no es
un banco oficial, sino privado?
Aquí es donde afloran las cuestiones ocultas
de la fusión entre el poder político y el poder económico, y la mutua
protección de sus negocios y sus consecuentes beneficios. El capital financiero
privado se beneficia de las operaciones con el dinero privatizado por quienes
controlan el poder político, y crean murallas de protección de unos a favor de
los otros para la sobrevivencia del sistema político establecido. O sea, estamos
bajo la alianza del capital y el poder político dentro del capitalismo salvaje,
ya no simplemente neoliberal, sino neoliberalismo con mampara pseudo revolucionaria.
Y ambos igualmente anti democráticos y represivos de las libertades públicas.
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Paráfrasis:
Los héroes no dijeron que morían por la
patria… menos por quienes se la repartieron.
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