El diario granadino EL CORREO (1913-1934), fué fundado por quien fuera su Director, Carlos Rocha Avellán y es sobre todo recordado por haber dado acogida a las publicaciones literarias del Movimiento de Vanguardia, "Rincón de Vanguardia" y "Página de Vanguardia", a cargo de Pablo Antonio Cuadra Cardenal y Octavio Rocha Bustamante, hijo éste último de don Carlos y padre de Luis Rocha Urtecho, quien, junto con su nieto Luis Javier Espinoza Rocha, retoman hoy "El Correo Nicaragüense"; un blog pluralista, que agradece la reproducción de su contenido.

martes, 26 de noviembre de 2013

Ortega, quedó solo con sus espejos



Onofre Guevara López

Reformar la Constitución ha sido un ritual en nuestra historia, cuando el gobernante de turno ha querido facilitarse la ejecución de su proyecto político y, más que todo, cuando ha deseado prolongar su estadía en el poder. Las reformas actuales –bien calificadas de contrarreformas— son parte de ese ritual, con sus particularidades. 

Esas particularidades, ya han sido criticadas ampliamente por la mayoría de los sectores y organizaciones sociales, dado que van mucho más allá del manido recurso de reformar para quedarse en el poder, pues Ortega desea, además de reelección indefinida, el cambio radical del sistema constitucional sin recurrir a una Constituyente. En fin, se trata de dar un cambio total a todo sentido democrático que pueda conservarse en la Constitución vigente. 

Toda esta debacle anti constitucional que promueve el orteguismo, obliga a buscar ejemplos en la historia –no tan ocultos, en verdad—, de las políticas gubernamentales que, como país y sociedad, nos tienen ocupando la cola del continente en todos los órdenes del desarrollo humano. Ortega, pues, no está siendo original, sino emulador, aunque en grado superlativamente negativo. 

Ahí está el caso de José Santos Zelaya, quien con la “revolución liberal” resolvió la contradicción con los conservadores. Rompió las “idílicas” condiciones de paz de aquellos “treinta años” decimonónicos, cuando la oligarquía conservadora alternaba a sus exponentes en el poder por medio de elecciones, en las que el pueblo no tenía ningún protagonismo. Pero Zelaya tampoco aglutinó a todo el pueblo en torno a su poder dictatorial, ni siquiera a todos los liberales. 

Durante diecisiete años, Zelaya logró acentuar la confrontación con los conservadores, la cual ya estaba al máximo por causa de sus reformas progresistas. Pero los conservadores encontraron plena afinidad con los intereses imperiales emergentes de los Estados Unidos, que, al final, les restituyó el poder, a condición de su total servidumbre y la pérdida de la soberanía nacional.

Cuando ya la servidumbre conservadora no les fue necesaria, los gobiernos norteamericanos, que tuvieron la potestad de “elegir” presidentes, de hacer y desbaratar alianzas políticas, le quitó la librea y se la pusieron a los liberales, quienes complacidos la recibieron. De ahí emergió Anastasio Somoza García, como prospecto de dictador al servicio de los interventores, a costa de la sangre de Sandino. Entonces, aún no era hora de “consensos” entre oligarcas y Somoza, sino de la subordinación de los conservadores ante Somoza, lo que consolidó su poder dictatorial. Fue la opción que los Estados Unidos les dejaron a los conservadores: cooperar con el dictador, para darle plenitud “y en paz” a su injerencia en Nicaragua.

Somoza hizo de la Guardia escudo protector de su poder político –como hoy lo quiere hacer Ortega con el Ejército Nacional—; emuló al máximo el enriquecimiento del la oligarquía tradicional, hasta superar en capital a los más ricos –igual que ahora lo intenta hacer Ortega—, y les confirmó su misión de cooperadores por medio de las prebendas –precursoras del zancudismo—que les garantizaron su continuismo. Ya enriquecido, y sin que los oligarcas le hicieran ninguna sombra importante en términos políticos, Somoza no les pidió “consensos”, sino que les recetó pactos. 

La contradicción fundamental de la lucha por el poder, pasó entonces a ser entre la dictadura y las fuerzas populares emergentes. Y la revolución sandinista del 79, resolvió la contradicción a su favor. Durante la etapa revolucionaria de once años, hubo cambio de escenario y de protagonistas de las nuevas contradicciones con las clases desplazadas, siempre bajo la tutela norteamericana. 

En ese lapso, las fuerzas políticas que derrotaron a la revolución hicieron algo por el orden institucional, mucho por la recuperación de privilegios y una abundante corrupción. Daniel Ortega, aunque coordinador de la Junta de Gobierno y luego presidente de la república, no actuó totalmente con un proyecto personal, sino –mal que bien— con el de la revolución. 

Ortega comenzó a tener proyecto propio desde un poco antes de la derrota del 90, y arribó a los años 2000 en pleno divorcio con el pasado revolucionario, pues ya había madurado en él, el dictador exitoso con sus ambiciones de poder y dinero. El intermedio neoliberal –1990-2007— no hizo mella en sus ambiciones y para hacerse del poder, afiló sus armas con todas las limas posibles, desde los sabotajes hasta la traición. 

Ahora, las prácticas dictatoriales del orteguismo y sus aspiraciones de constitucionalizarlas para siempre, son una continuidad del ritual, pero con una obligada actualización de formas y métodos, con una dictadura sin golpe de Estado, pero con muchos golpes contra la Constitución. Sin embargo, esta situación tiene su lado original: Ortega busca consolidar la alianza inter clasista sobre la base del “consenso”, ahora él a la cabeza de los capitalistas en el poder. 

Ortega, en la búsqueda de subordinar a sus aliados en el “consenso”, a cambio de concesiones y facilidades para su mayor enriquecimiento, les lanzó también el anzuelo del “Gran Canal”. Los representativos del gran capital lo mordieron, y se pusieron a soñar con el cuerno de la abundancia que “entrará” por el Canal. No obstante, Ortega –pareciendo tener prisa— no los dejó soñar mucho tiempo, y lanzó sus contrarreformas. Y el “consenso”, ya a punto de institucionalizarse, se comenzó a desinflar. 

Tan ominosas son las contrarreformas, que los representantes del Cosep y Amcham de pronto se vieron tocados con la varita mágica de la sospecha y, aunque selectivos, proclamaron no gustarles. Pero aún no han sido muy categóricos con respecto a muchas c osas negativas de las contrarreformas. 

Pero la contradicción ha retoñado. La última de las tres únicas instituciones consultadas a posteriori, la jerarquía de la iglesia católica, ha sido bien definida y contundente contra las reformas, coincidiendo con la opinión unánime de las organizaciones sociales, las cuales, han formado, espontáneamente, una mayoría. Ortega, se está quedando solitario. La opinión de sus espejos, son las de sí mismo. 

****** 

Paráfrasis



En Nicaragua manda un “Pueblo Presidente”; con las contrarreformas… ¡piensa transformarse en un “Pueblo Rey”!

No hay comentarios:

Publicar un comentario